Después de pensárselo mucho y conversarlo con amigos y familiares, Lisa Upton tomó el año pasado la dura decisión de someterse a una craneotomía a la que tal vez no sobreviviría: una cirugía de 10 horas de duración durante la que le abrieron el cráneo para extraerle un tumor cerebral del tamaño de un arándano.
Pero los médicos le pusieron una condición: tenía que estar despierta durante toda la operación.
El tumor, que le causó epilepsia desde los 14 años, estaba localizado cerca de la zona del cerebro donde se procesa el lenguaje y el habla, de manera que si no estuviera despierta durante la operación Lisa tendría una gran probabilidad de sufrir daños permanentes en el habla.
Por eso, durante esas agonizantes 10 horas, Lisa estuvo constantemente acompañada por una logopeda que le daba conversación mientras ella realizaba distintas pruebas en una tableta y otras tareas como ecuaciones matemáticas.
Todo eso, mientras un equipo de cirujanos le hurgaba en la cabeza.
Una experiencia "surreal"
Lisa le contó al programa de la BBC 5 live Drive los detalles de cómo fue esa experiencia, que resumió como "surreal, muy surreal".
"Mi cabeza estaba sujeta con una abrazadera así que no me podía mover, pero estaba al tanto de todo lo que pasaba", recuerda.
"No sentí absolutamente nada. El cerebro no tiene terminaciones nerviosas así que no siente dolor, no sentía nada".
"En un momento de la operación sufrí una convulsión y ya me habían avisado que si eso ocurría la manera que tienen de detenerla es vertiendo agua helada sobre el cerebro. Y eso sí que lo sentí, porque me cayó el agua por los hombros y por el pecho".
A veces "empezaba a arrastrar las palabras"
Mientras progresaba la operación Lisa tenía que conversar para que los médicos pudieran supervisar su capacidad de habla.
"En algunos momentos sí que empecé a arrastrar las palabras y cuando eso pasaba la logopeda que estaba a mi lado agarrándome la mano le hacía una señal al cirujano para que saliera de esa zona".
"Mi voz, literalmente, empezaba a hacer "brrreah" (un sonido ininteligible), y no podía controlarlo".
Lisa cuenta que durante la operación no podía ver al cirujano pero sí escuchar las conversaciones casuales entre el equipo médico, algo que de cierta manera la relajaba y la distraía porque evitaba que pensara con profundidad en lo que estaba pasando.
"Había música de fondo", recuerda.
También podía hacerles preguntas a los doctores en cualquier momento sobre lo que estaban haciendo, aunque en cierto modo "no quería saberlo", dice.
"Es una de esas situaciones en las que no quieres mirar pero a la vez sí".
"Ahora te vamos a cerrar"
"Hacia el final los escuché decir "lo tenemos" y sentí un gran alivio".
"El logopeda me dijo "¿escuchaste eso?" y yo le dije que sí".
"Y entonces me dijeron, "ahora te vamos a cerrar y para eso puedes estar despierta o te podemos poner a dormir". Y yo pensé "¿sabes qué? si llegué hasta aquí... y me quedé despierta".
Lisa cuenta que nunca llegó a ver el tumor que le estirparon, aunque le hubiera gustado, pero los médicos lo describieron "como un arándano".
Desde entonces se recuperó totalmente. "Me siento mejor que nunca", dijo.
Además Lisa no volvió a sufrir epilepsia, algo que sólo tenía un 50% de probabilidades de suceder con la operación.