"Este es el futuro de la aviación", me dice Oskar Meijerink en una cafetería en el aeropuerto de Rotterdam.
Su compañía, asociada a los dueños de ese aeropuerto holandés, trabaja en la producción comercial del primer combustible hecho, en parte, de dióxido de carbono (CO2).
Con sede en ese aeropuerto, la empresa Meijerink planea hacerlo con una tecnología para captar del aire CO2, el gas que contribuye al calentamiento global.
En paralelo, se separa el hidrógeno y oxígeno presentes en el agua. El hidrógeno se combina con el CO2 previamente capturado de la atmósfera para formar un gas sintético que puede ser transformado en combustible para aviones.
La planta piloto alimentada por energía solar busca producir 1.000 litros de combustible para aeronaves al día.
Los dueños del proyecto esperan producir el primer combustible en 2021 y afirman que tendrá un impacto mucho menor que el carburante regular.
"La belleza de recoger aire directamente es que el CO2 se utiliza varias veces", explica Louise Charles, trabajador de Climeworks, la compañía que provee la tecnología para recolectar el aire.
Meijerink admite que falta mucho para que este combustible sea comercialmente competitivo.
"El principal elemento es el costo", reconoce.
"El combustible tradicional de aeronaves es relativamente barato. El CO2 del aire se puede captar, pero con una tecnología emergente y cara".
Otras compañías están trabajando en sistemas similares de captura de aire, incluyendo Carbon Engineering en Canadá y la estadounidense Global Thermostat.
Pero activistas medioambientales son muy escépticos.
"Suena increíble. Parece la solución a todos nuestros problemas, pero no lo es", dice Jorien de Lege, de Amigos de la Tierra, una organización que trabaja en defensa de la naturaleza.
"Si lo piensas, esta planta piloto puede producir 1.000 litros al día de energía renovable. Eso es como cinco minutos volando en un Boeing 747", agrega.
"Sería un error pensar que podemos volar de la manera que lo hacemos porque podemos 'volar del aire'. Eso nunca va a pasar".
Mientras las compañías están experimentando en soluciones de alta tecnología para sustraer CO2 del aire, ya existe una forma fácil y eficiente de hacerlo: sembrar plantas. Y ya hay aviones utilizando combustibles de energías renovables como la biomasa proveniente de plantas.
Caña de azúcar, pasto, aceite de palma y hasta de excremento animal, casi cualquier cosa que contenga carbono, puede ser procesada y utilizada.
Pero, ¿estos combustibles alternativos reemplazarán los hidrocarburos?
"Sí, pero es difícil establecer cuándo", dice Joris Melkert, profesor titular de ingeniería aeroespacial en la Universidad Tecnológica de Delft.
Melkert explica que los combustibles alternativos se volverán competitivos si los costos medioambientales se incluyeran en el precio de viajar, pero eso implicaría pasajes más caros.
"Esto depende de la presión social, pero no hay obstáculos técnicos", afirma.
"Básicamente, si se observan las formas de hacer el transporte más ambientalmente sostenible, la aviación es la más difícil de cambiar".
Los viajes en avión producen entre el 3% y el 5% de las emisiones globales de CO2 y estos números están creciendo rápidamente.
Buscando opciones
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) intenta detener ese crecimiento. La organización estableció como objetivo reducir un 50% de sus emisiones antes del 2050 y las aerolíneas están explorando diferentes formas de sustituir el combustible fósil.
La aerolínea escandinava SAS se propone utilizar solo biocombustibles en los vuelos internos y reducir el 25% de las emisiones en la próxima década.
KLM está promoviendo entre sus clientes que no vuelen y les sugieren tomar el tren o tener las reuniones en videollamadas por internet.
Recientemente, la aerolínea holandesa de bajo costo Transavia comenzó a pesar a los pasajeros en el aeropuerto de Eindhoven, como parte de un experimento diseñado para calcular mejor la cantidad de combustible que requiere y así reducir las emisiones de CO2
Transavia será también la primera clienta que utilizará el combustible experimental del aeropuerto de Rotterdam.
Algunos tienen la esperanza de que los aviones eléctricos o híbridos puedan ser la respuesta.
EasyJet, en colaboración con la estadounidense Wright Electric, está desarrollando aviones eléctricos que podrían funcionar en rutas cortas para el 2030.
Pero De Lege indica que, incluso si los desafíos tecnológicos se resuelven, los aviones tienen una vida promedio de 26 años y medio.
Considera que los biocombustibles tienen más posibilidades de reducir la dependencia de la industria en combustibles tradicionales.
"No existen soluciones mágicas", advierte De Lege. "Pero los combustibles renovables darán los pasos más importantes hacia la reducción del impacto ambiental".
"En este momento, es demasiado caro. Las aerolíneas se ajustarán tan rápido como grande sea la presión para que cambien".
'Decisiones difíciles'
No todo el mundo cree que estas soluciones alternativas serán la varita mágica que convertirá viajar en avión en una práctica sostenible.
"La única solución que tenemos es volar menos", dice De Lege.
"Comprendo todas las razones por las que necesitamos volar en avión, pero el cambio climático no, y está avanzando a ritmos aterradores", advierte.
"Necesitamos tomar decisiones difíciles. Tenemos que pensar en un cambio de sistema. Estoy segura de que podemos tener vidas muy cómodas sin volar, solo que serán vidas diferentes".