Los ancestrales orígenes de las leyes ambientales
En la Inglaterra del siglo XII, quienes se atrevían a cazar en los terrenos que le pertenecían al rey corrían el riesgo de recibir castigos extremadamente severos.
Si no eran condenados a muerte, podían perder la vista o ser castrados. Y en algunos casos, podían sufrir las dos penas: quedar ciegos y perder sus miembros masculinos.
"Los dueños de las tierras no podían sembrar, talar árboles ni realizar ninguna actividad a menos de que contaran con el permiso del monarca", explica David Cross, profesor especializado en historia medieval y legislación de bosques de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido.
Los nobles que se atrevían a desafiar a la corona en los bosques corrían con mejor suerte que los plebeyos, aunque debían pagar multas extremadamente elevadas.
En el albor del siglo XIII, la relación entre los nobles y el rey había llegado a tal deterioro que el rey Juan I de Inglaterra se vio obligado a sancionar en 1215 la Carta Magna de las libertades, asegurando los derechos feudales a la aristocracia frente al poder del rey.
Dos años después, la situación seguía siendo delicada y la atención se había enfocado en restablecer los derechos de acceso de los hombres libres al bosque real que habían sido erosionados por Guillermo el Conquistador (que reinó de 1066 a 1087) y sus herederos.
Fue así como en el año 1217 se promulgó la Carta del Bosque, con el objetivo de regular las vastas extensiones de terreno que estaban en control del monarca.
El tamaño era tal, que en el siglo XII llegaron a representar un tercio del territorio de Inglaterra. Incluía tierras de 19 condados, entre las que se encontraban las del Bosque de Sherwood, famoso por su conexión con Robin Hood.
Rey a los 9 años
"La propuesta fue una especie de promesa electoral que tenía el objetivo de asegurar el reinado del pequeño Henry III (quien asumió el trono a los 9 años tras la muerte de su padre) en medio de una turbulenta época de guerra civil", explica Cross.
Pero ese no era el único elemento de inestabilidad en esa época.
"La Carta del Bosque también tenía el propósito de convencer a los terratenientes de que no se unieran a los franceses ante la amenaza de una invasión", añade Cross.
La decisión por parte del consejo de gobierno de Henry III de limitar la feroz jurisdicción que ejercía sobre los bosques, se transformó en la semilla de lo que lo que hoy conocemos como regulación medioambiental.
Promesa de gobernar para el bien común
"La decisión de limitar el poder del rey y de delimitar el terreno, establecer fronteras y demarcar qué es del rey y qué no se convirtió en un símbolo del compromiso de que el rey gobernaría para el bien común", explica Christian Liddy, profesor de historia medieval de la Universidad de City, en Reino Unido.
Nick Robinson, de la Universidad de Pace, en Nueva York, Estados Unidos, y una de las figuras principales en la creación del Acta de la Naturaleza de las Naciones Unidas, indica que el documento promulgado en 1217 es el primero en su tipo del que, con certeza, se conocen sus orígenes.
"Es importante porque establece la relación entre los seres humanos y la naturaleza de una forma muy clara y establece el concepto de responsabilidad compartida. Es un claro ejemplo de una ley medioambiental", indica Robinson.
En la actualidad existen dos copias originales de la Carta del Bosque, una se encuentra en Durham y otra en Lincoln, dos ciudades inglesas.