"Una pasión por conservar plantas al borde de la extinción está en cada molécula de mi cuerpo".
Y eso es lo que ha llevado al botánico español Carlos Magdalena a lograr lo que otros científicos creían imposible.
Magdalena trabaja hace más de dos décadas en Kew Gardens, el jardín botánico de Londres, donde su capacidad e instinto para rescatar especies amenazadas le ha valido un apodo: el mesías de las plantas.
David Attenborough, el conocido naturalista inglés pionero en documentales, usó el apodo cuando entrevistó a Magdalena para la serie de la BBC "Un año en Kew".
Y la célebre primatóloga británica Jane Goodall dijo sobre el botánico español: "Carlos es una inspiración para mí".
Magdalena tiene una regla de oro: "Yo no tolero la extinción".
"Cualquier organismo vivo es el resultado de millones de años de evolución. Es como una obra de arte maestra de la genética", señaló el botánico a BBC Mundo.
"Imagínate una obra de arte que se rompe y nos da mucha pena. A mí eso es lo que me ocurre cuando las especies desaparecen. Eso y mucho más".
Desde Asturias
Las hazañas de Magdalena fueron recogidas en un nuevo libro, "El mesías de las plantas", que el botánico dedica a su hijo Mateo y a su madre Edilia.
Ella le inculcó "un amor profundo por la naturaleza", señala la dedicatoria.
Magdalena creció en Gijón, Asturias, en el norte de España, y de niño siempre tuvo "amor por las plantas y los animales".
"Por suerte mis abuelos eran granjeros. Y a mi madre le gustaba mucho este tema", relató a BBC Mundo.
"Iba a la playa y mi padre me enseñaba los peces. Y mi madre me enseñaba los árboles y los pájaros. Siempre tuve una especie de hambre de naturaleza, una pasión e interés, que nunca se me fue".
Los tesoros de Kew
Una etapa decisiva en la formación de Magdalena fue su ingreso al jardín botánico de Londres, primero como aprendiz, luego trabajador y posteriormente estudiante del prestigioso diploma de tres años en horticultura.
"Cuando llegué a Kew, fue entrar por la puerta y darme cuenta que era el sitio que yo estaba buscando".
En Kew "no tienes tiempo ni durante la vida entera para llegar a descubrir el sitio".
"Te puedes pasar años en el herbario y no conocer la mitad. Tenemos nueve millones de especímenes de plantas secas y 70.000 especies de plantas", cuenta.
"En cada segundo puedes aprender algo".
"El muerto viviente"
Una de las historias extraordinarias relatadas por Magdalena en su libro es la de la planta café marrón, Ramosmania rodriguesii, nativa de la Isla Rodrigues en el océano Índico.
"Me enganchó la historia de esta planta porque me pareció muy triste", señaló Magdalena.
Por mucho tiempo, se pensó que la planta estaba extinta hasta que un niño halló un ejemplar único en 1979.
Durante más de 20 años los científicos intentaron sin éxito que la planta diera fruto.
Sólo conseguían obtener nuevas plantas por reproducción clonal, tomando esquejes o ramas y enraizándolas.
"Sin embargo, cuando reproduces de manera clonal no tienes dos plantas, tienes la misma planta partida en dos, no hay reproducción sexual y cambio genético".
La planta era conocida como "el muerto viviente", porque "estaba viva pero su especie estaba muerta" ya que no podía reproducirse en forma natural.
"Nunca tirar la toalla"
Magdalena consiguió luego de un trabajo de varios años obtener frutos y semillas de la elusiva Ramosmania rodriguesii.
"Investigué cuántos días duraban las flores de las plantas clonadas, el polen, miraba todos los días cómo se desarrollaba la planta", recuerda.
"Me di cuenta de que en unas ciertas condiciones, con más sol y calor en los últimos dos o tres días de lo que era el ciclo de florecimiento, parecía que la parte femenina de la planta se abría un poco y tenía receptividad".
Tras obtener semillas Magdalena estudió otros tres años el crecimiento de la planta hasta lograr plantas macho y hembra, y asegurar la reproducción natural.
"Un poco la lección de esta planta es nunca tirar la toalla", señaló Magdalena.
"Habían dicho 'queda una planta y ya no hay nada que hacer, mejor nos olvidamos de esto'. Pero mientras haya vida hay esperanza".
"Los secretos de Victoria"
Magdalena también resolvió un enigma de una las plantas más espectaculares de la Amazonía, Victoria amazónica o Victoria regia.
"Todo el mundo sabía que la polinizaban escarabajos y que la flor es blanca y femenina el primer día y luego en el segundo día es macho y se vuelve rosa para que los escabarabajos no la vean en la noche".
Pero nadie entendía cómo era todo el ciclo de polinización, cómo la planta daba calor a los escarabajos y los mantenía a 32 grados, la temperatura mínima a la que pueden volar.
"Para que vuelen calentitos"
Magdalena descifró que "la flor abre el primer día cuando es hembra, vienen los escarabajos volando de otra flor y los recibe con calor para que no se enfríen".
"Los escarabajos fertilizan a la planta, se pasan el día ahí y la noche encerrados, así los predadores no se los pueden comer".
"Pero al segundo día la planta les corta la calefacción dentro y se la pone arriba, en los estambres, en el 'tejado', para que los escarabajos vayan allí donde está el polen y se cubran de polen", explica.
"La planta los calienta para que vuelen superrápido, eviten predadores y transporten el polen a otra flor calentitos, sin enfriarse en la noche de la Amazonía de 23 o 24 grados".
El botánico español había trabajado muchos años con Victoria amazonica en Kew.
"Pero me costó una década ver como dicen 'la foto completa'. Hay veces en que aunque estés viendo algo realmente no lo estás viendo, ves pequeños fotogramas de lo que es la película pero no te enteras del guión continuo".
Mesías peruano
Magdalena destaca especialmente en su libro a un "mesías de las plantas" peruano, Félix Quinteros, que ha batallado durante años junto a otro botánico de Kew, Oliver Whaley, en un proyecto que intenta salvar a los milenarios huarangos.
El huarango es el árbol con raíces más profundas, que pueden alcanzar más de 75 metros en busca de agua. Pero muchos árboles son quemados para producir carbón para restaurantes que sirven "pollo a la brasa".
Quinteros no ha desistido en su esfuerzo, incluso fotografiando la quema del huarango, a pesar de que muchos localmente lo tildaran de "loco y huevón", según relata el botánico español.
"Cualquier persona..."
Magdalena cree que todos pueden hacer algo para proteger la naturaleza y combatir lo que considera la mayor amenaza para la humanidad, el cambio climático.
"Si nos contaran que viene un ejército marciano a destruirnos, nos uniríamos todos y lucharíamos contra ellos. Pero en este caso el asesino es silencioso y además no lo vemos".
Hay muchas formas de ser un mesías, según el botánico.
"Si eres profesor, puedes ser un mesías de educación ambiental. Si trabajas con ordenadores, puedes hacer herramientas digitales para educar o identificar plantas. Si eres transportista, puedes ahorrar combustible".
Y un primer paso puede ser "disfrutar la biodiversidad observándola en tu propio jardín".
"Cualquier persona puede ser un mesías", afirmó Carlos Magdalena.
"No creo que yo tenga ninguna magia. Es ante todo un tema de interés. Y de pasión".