Así afectan los instintos a nuestras decisiones (y por qué a veces conviene ignorarlos y a veces no)
Imagina al director de una gran empresa anunciando una decisión importante y justificándola con una corazonada o un presentimiento.
Seguramente tendría que enfrentarse a un público incrédulo. Pero ¿de verdad las decisiones importantes deben siempre reflexionarse de manera cuidadosa, deliberada y racional?
Lo cierto es que confiar en tu intuición generalmente tiene una mala reputación, especialmente en la parte occidental del mundo donde el pensamiento analítico se ha fomentado constantemente en las últimas décadas.
Poco a poco, muchos han asumido que los humanos pasamos de depender de un pensamiento primitivo, mágico y religioso al pensamiento analítico y científico.
Como resultado, ven las emociones y la intuición como herramientas que pueden fallar o engañar. Sin embargo, esta actitud se basa en un mito del progreso cognitivo.
Las emociones no son siempre tontas respuestas que deben ser ignoradas o corregidas por habilidades racionales. La intuición o los presentimientos también son el resultado de una gran cantidad de procesamiento que ocurre en el cerebro.
Estudios apuntan a que el cerebro es una gran máquina de predicción, que compara constantemente la información sensorial entrante y las experiencias actuales con el conocimiento almacenado y los recuerdos de experiencias previas, prediciendo qué vendrá después.
Esto se encuadra en lo que los científicos llaman el "marco de procesamiento predictivo".
Esto asegura que el cerebro esté siempre preparado para enfrentar la situación actual de la mejor manera posible. Cuando ocurre un desajuste (algo que no se predijo), nuestro cerebro actualiza sus modelos cognitivos.
Esta coincidencia entre modelos anteriores (basados en experiencias pasadas) y la experiencia actual ocurre de manera automática e inconsciente.
La importancia de la experiencia
Las intuiciones ocurren cuando el cerebro ha establecido una coincidencia o desajuste significativo (entre el modelo cognitivo y la experiencia actual), pero esto aún no ha alcanzado tu conocimiento consciente.
Por ejemplo, puedes estar conduciendo por una carretera rural cuando de repente tienes la intuición de conducir más hacia una orilla de la vía.
Sigues conduciendo y ves que acabas de esquivar un gran bache que podría haber dañado tu auto. Te alegra haber confiado en tu instinto, incluso sin saber de dónde vino.
En realidad, el vehículo que estaba a mucha distancia delante de ti hizo un movimiento parecido en la carretera (ya que son personas locales y conocen el camino), y tú te diste cuenta de ello sin registrarlo de manera consciente.
Cuando tienes mucha experiencia en un área concreta, el cerebro tiene más información para que coincida con la experiencia actual y esto hace que tus intuiciones sean más fiables.
Esto significa que, al igual que con la creatividad, tu intuición puede mejorar gracias a la experiencia.
El pensamiento intuitivo se describe como automático, rápido y subconsciente. El pensamiento analítico, por otro lado, es lento, lógico, consciente y deliberado.
Muchos creen que esa división determina que los dos tipos de procesamiento (o "estilos de pensamiento") son opuestos.
Sin embargo, una investigación reciente demostró que el pensamiento analítico e intuitivo pueden suceder al mismo tiempo.
De hecho, los dos estilos de pensamiento son complementarios, pueden funcionar en equipo y muchas veces los empleamos juntos.
Incluso una investigación científica puede comenzar con un conocimiento intuitivo que permita a los científicos formular innovadoras ideas e hipótesis, y luego pueden ser validadas mediante pruebas y análisis rigurosos.
Desventajas del pensamiento analítico
Es más, aunque se cree que la intuición es descuidada e inexacta, el pensamiento analítico también puede ser perjudicial.
Estudios han demostrado que el pensamiento excesivo puede obstaculizar seriamente nuestro proceso de toma de decisiones.
En otros casos, el pensamiento analítico puede consistir simplemente en justificaciones posthoc o racionalizaciones de decisiones basadas en el pensamiento intuitivo.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando tenemos que explicar nuestras decisiones sobre dilemas morales. Esto ha hecho que algunas personas se refieran al pensamiento analítico como el "secretario de prensa" o el "abogado interno" de la intuición.
A menudo no sabemos por qué tomamos decisiones, pero queremos tener motivos para hacerlo.
Entonces, ¿deberíamos confiar en nuestra intuición, dado que ayuda a nuestra toma de decisiones? La respuesta es complicada.
Debido a que la intuición se basa en un procesamiento evolutivamente más antiguo, automático y rápido, también es víctima de errores como los sesgos cognitivos.
Del mismo modo, dado que el procesamiento rápido es antiguo, a veces puede estar un poco desactualizado.
Pensemos por ejemplo en un plato de rosquillas. Si bien es posible que tengamos tentación de comer todas, es poco probable que necesitemos esa gran cantidad de azúcares y grasas. Sin embargo, en tiempos de los cazadores-recolectores, abastecerse de energía habría sido un instinto sabio.
Por lo tanto, para cada situación que implique una decisión basada en nuestra evaluación, debemos considerar si nuestra intuición ha evaluado la situación de manera correcta.
Si es evolutivamente antigua, implica un sesgo cognitivo y no tenemos experiencia, entonces debemos confiar en el pensamiento analítico. De lo contrario, no deberíamos dudar en confiar en nuestro pensamiento intuitivo.
Es hora de detener la caza de brujas contra la intuición y verla tal como es: un estilo de procesamiento subconsciente rápido y automático que puede proporcionarnos información muy útil que el análisis deliberado no puede.
Necesitamos aceptar, en definitiva, que el pensamiento intuitivo y analítico deben funcionar en conjunto, y contrastar uno y otro a la hora de tomar decisiones difíciles.