Como le suele pasar a muchas adolescentes, la idea de usar un tampón por primera vez me ponía un poco nerviosa.
Acababa de tener mi período, justo antes de las vacaciones de verano, y tenía muchas ganas de nadar en la piscina.
Una noche me encerré en el baño con un tampón y me preparé para insertarlo por primera vez.
Sabía que era normal que al principio doliera un poco y necesité varios intentos para meterlo, pero me sentí muy aliviada cuando no sufrí mucho dolor.
Según había leído Google la parte más difícil era insertar el tampón, así que asumí que no habría ninguna dificultad en sacarlo.
Qué equivocada estaba.
Tras pasar dos horas tirando desesperadamente de la cuerda recurrí a Google para averiguar qué es lo que había hecho mal.
"Tira con fuerza, no tengas miedo", había escrito alguien en un foro de salud online.
"Métete en la bañera: el tampón no está lo suficientemente saturado, por lo que la fricción es demasiado grande", sugirió otra persona.
Pero cuanto más tiraba, más dolor tenía.
Sólo cuando me armé de valor para mirar al espejo me di cuenta de por qué el tampón no se movía.
Una hebra gruesa y fibrosa de tejido se extendía por la parte inferiordel tampón ahora expandido.
Himen septado
¿Por qué mi propio cuerpo estaba conspirando contra mi? Eso era lo único en lo que podía pensar mientras mi madre me llevaba a urgencias.
Unas horas más tarde una doctora consiguió sacarme el tampón entre gritos de dolor.
Me dijo que el trozo de tejido con forma de cuerda era simplemente parte de mi himen y que se desgastaría poco a poco cuando empezase a tener relaciones sexuales.
Pero la idea de volver a experimentar ese tipo de dolor, especialmente en una situación que se suponía que tenía que ser placentera, me resultaba aterradora.
Volví a recurrir al internet y descubrí que podía tener algo que se llama un himen septado.
Aunque me fui de vacaciones, evité la piscina y no volví a acercarme a un tampón. Cuando regresé a casa fui a ver a una ginecóloga, que confirmó mis sospechas.
Me apuntaron para realizarme una cirugía simple llamada himenectomía, que extirparía el tejido adicional para evitar la obstrucción de la abertura vaginal.
Aunque sabía que la penetración ya no sería un problema físico una vez se realizase la operación, me preocupaba tener secuelas psicológicas.
Sobre todo temía que mi cerebro siguiese asociando la penetración con el trauma que sufrí la noche que intenté insertar el tampón.
Mis amigos de la escuela fueron un gran apoyo, sobre todo cuando tuve que perder días de clase para someterme a la operación.
Afortunadamente, la cirugía fue un éxito completo. Pero se tarda más en recuperarse emocionalmente.
Incluso ahora, casi cuatro años después, todavía no he reunido el coraje suficiente para usar un tampón de nuevo.
Y mi objetivo es compartir mi historia para ayudar a las personas a entender más sobre las anomalías del himen.
El himen, un anillo de piel que generalmente cubre parcialmente la abertura de la vagina, tiene típicamente forma de media luna, pero, como descubrí a raíz de mi propia experiencia, esto no siempre es así.
Mi membrana del himen tenía una banda de piel extra que se extendía por el medio, creando dos pequeñas aberturas en lugar de una. Esta es una irregularidad congénita, lo que significa que nací con ella.
Y un himen septado, como el mío, no es el único tipo de anormalidad del himen que pueden experimentar las mujeres.
Las anormalidades del himen
Efectivamente, los hímenes también pueden ser imperforados, microperforados o cribiformes.
Un himen imperforado se da cuando la vagina estácubierta totalmente, en lugar de parcialmente, por un himen intacto,
Los hímenes microperforados tienen solo una pequeña abertura y los himnos cribiformes tienen varias pequeñas aberturas.
Según la ginecóloga Caroline Overton tener un himen imperforado hace imposible la inserción del tampón y las relaciones sexuales, ya que la abertura de la vagina está completamente bloqueada.
Si tienes alguno de los otros tres tipos de anomalías del himen, incluido el que yo tuve, el sexo puede ser posible pero es probable que sea "muy doloroso".
Este tipo de problema "solo puede detectarse cuando las mujeres comienzan a usar tampones", agrega la doctora.
Dado que el sexo doloroso puede ser un síntoma de otras afecciones, desde la candidiasis hasta la falta de excitación, es posible que muchas personas ni siquiera se den cuenta de que tienen una anomalía en el himen.
El caso de Gemma
Desde que me operaron no he tenido más problemas, pero otras mujeres con las que he hablado online no han tenido tanta suerte.
Gemma, que tiene unos 30 años, descubrió que tenía un himen microperforado (donde solo hay una pequeña abertura) cuando el médico no pudo insertar ni siquiera un bastoncillo de algodón durante una exanimación médica.
"Me sentí muy avergonzada", explica Gemma. "Me educaron para ser virgen hasta el matrimonio, pero la espera había retrasado el descubrimiento de este problema".
"Me dijeron que necesitaba cirugía correctiva.No se lo dije a nadie excepto a una amiga íntima por temor a ser ridiculizada. No quería que nadie hablara de algo tan profundamente personal e íntimo".
Desafortunadamente para Gemma, la himenectomía no puso fin a sus problemas.
Tras la operación Gemma desarrolló vaginismo, una afección en la que la vagina sufre espasmos y se contrae cuando se intenta la penetración, lo que dificulta o imposibilita el uso del tampón y el sexo con penetración.
Gemma cree que una evaluación médica "extremadamente invasiva" tras la cirugía que la dejó "llorando y sangrando" hizo que desarrollara esta enfermedad.
"El cerebro está subconscientemente protegiendo el cuerpo de la invasión", dice la terapeuta psicosexual y de relaciones Sarah Berry. "El vaginismo puede suceder cuando el cuerpo experimenta un trauma físico, cambio o dolor".
"También puede ocurrir si la percepción de alguien sobre su cuerpo, su sexualidad o cualquier otra cosa que pueda afectar la vagina cambia. Por ejemplo, si alguien descubre que tiene un himen anormal o perforado esto podría desencadenar el vaginismo".
Además de tener ramificaciones psicológicas, los hímenes mal formados pueden conllevar riesgos físicos.
Los hímenes imperforados, donde la abertura vaginal está completamente cubierta, son los más peligrosos, ya que no hay salida para la sangre una vez comienza la menstruación.
"La sangre se acumula en la vagina, lo que hace que la vagina y el útero se agranden a medida que se llenan de sangre", dice la doctora Overton.
"Esto se llama hematocolpos. No hay sangrado visible, pero la mujer tendrá síntomas de dolor menstrual. La vagina y el útero agrandados pueden causar presión en la vejiga, causando frecuencia urinaria y malestar pélvico".
Saber más
Aprender más sobre las vaginas me ha hecho reflexionar sobre lo poco que sabemos sobre nuestros propios cuerpos.
De pequeña escuché a muchas personas decir que la virginidad es como una flor, pero esta imagen es totalmente engañosa.
La virginidad no siempre es tan simple como si se ha tenido sexo o no y los hímenes no son una flores que se "abren" al contacto con un pene.
Además, hay que acabar con mitos como que el himen sólo se rompe con el sexo (se puede romper de otras formas, como practicando deporte) o que la ausencia del himen significa que ha tenido lugar sexo con penetración (no es así).
¿Una buena manera de solucionar nuestra ignorancia sobre la anatomía sexual femenina? ¡Conoce tu propia vagina!
Si más mujeres hicieran esto, tal vez tendríamos una mayor comprensión de nuestros propios cuerpos.
Y si yo hubiera mirado más de cerca, tal vez nunca hubiera terminado en urgencias aquella noche.
*El nombre de la autora ha sido cambiado.
Puedes leer el artículo original de BBC Three (en inglés) aquí.