Amberes 1920: cómo fueron los Olímpicos que siguieron a la gripe española y la primera guerra
En una convulsa atmósfera mundial, Bélgica tuvo hace un siglo una desafiante misión de la que saldría mal librada.
La ciudad de Amberes fue elegida como sede de los Juegos Olímpicos de 1920, un par de años después de que estalló la pandemia de gripe A H1N1 -conocida como "gripe española"-, que causó más de 50 millones de muertes.
El mundo también se levantaba de la Primera Guerra Mundial, uno de los conflictos más mortíferos de la historia.
En ese entorno fue que Amberes 1920 inició en agosto.
Fue la primera vez que ondeó la bandera olímpica con sus cinco anillos representando la unión de los continentes.
El barón Pierre de Coubertin, el padre de las Olimpiadas de la era moderna, se había empeñado vehementemente en realizar las competencias como una muestra de recuperación tras la Gran Guerra.
Pero la apresurada elección de la sede olímpica dejó sus estragos al país anfitrión.
Una elección estratégica
Coubertin, quien entonces era presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), promovió la ciudad de Amberes como la ideal para dar esperanza después de la guerra que provocó la cancelación de Berlín 1916.
La ciudad belga fue elegida "en honor al sufrimiento que había padecido el pueblo belga durante la guerra", según el COI.
Sin embargo, el profesor Keith Rathbone, experto en historia de los deportes de la Universidad de Macquarie (Australia), señala que por aquellos años los Juegos Olímpicos del COI no eran tan populares ni únicos como hoy.
"[En el COI] Tenían sus propios intereses: querían consolidar su reputación como la principal competencia deportiva internacional de élite, pero ni siquiera era la única Olimpiada que se organizaba en ese momento", explica el investigador a BBC Mundo
"A los funcionarios del COI les preocupaba que otras competiciones, como los Juegos Interaliados, la Espartaquiada, entre otras, usurparan su posición, por lo que presionaron para albergar los Juegos lo más rápido posible después de la guerra".
En ese entonces, en países importantes incluso se desdeñaba la idea del olimpismo.
El subsecretario de Exteriores británico Eyre Crowe es conocido por decir en 1920 que los Juegos Olímpicos eran una "farsa internacional" y recomendar que Gran Bretaña no participara en el futuro.
De ahí la importancia estratégica del COI para posicionar sus Juegos como el mayor evento mundial.
Nadie se preocupó por la pandemia
Un brote de gripe A H1N1 originado en EE.UU. se convirtió en pandemia en 1918. Se calcula que mató a más de 50 millones de personas (la pandemia de covid-19 suma unos 4 millones hasta julio de 2021).
La llamada "gripe española" resultó especialmente letal para los jóvenes y tuvo una última ola en la primavera de 1920.
Pero en aquellos años no había tanta comunicación como en la actualidad, advierte Rathbone.
"Los riesgos para la salud en 1920 eran en gran parte desconocidos en ese momento, porque sabíamos mucho menos sobre la gripe española que ahora sobre la covid-19", explica.
A diferencia de la actualidad, no hubo una respuesta global a la pandemia. Y los organizadores de Amberes 1920 tuvieron una "sorprendente poca oposición" por cuestiones de salud.
No obstante, algunos equipos ya estaban diezmados.
El gran atleta estadounidense Martin Sheridan, cinco veces campeón olímpico, murió por el virus. Y el equipo británico perdió a estrellas como Gerald Anderson, Kenneth Powell y Henry Ashington.
El principal problema para la organización de Bélgica fue hacer unos Juegos en medio de una crisis económica de la postguerra.
Las instalaciones "en ruinas"
A diferencia de las más de 200 delegaciones que participan en los Juegos Olímpicos en la actualidad, a la cita de Amberes 1920 solo asistieron 29 naciones, la mayoría de Europa.
Las potencias centrales perdedoras de la guerra -Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Otomano- no fueron invitadas. Rusia, ya como república soviética, tampoco asistió.
Una vez iniciadas las competencias, los atletas -alrededor de 2.600, un 97% hombres- se dieron cuenta de lo limitado de estos Juegos.
Los dormitorios para los deportistas llegaban albergar a entre 10 y 15 hombres, según Walker Smith, un atleta estadounidense de pista y campo que describió la situación.
Para comer, recibían una pieza de pan, café y una sardina al desayuno. Estaban obligados a comprarse sus propios alimentos en un país muy limitado en cuestión de abastecimiento.
Las instalaciones deportivas también "estaban en ruinas", dice Rathbone en un artículo que publicó en el sitio The Conversation.
El Estadio Olímpico fue terminado a toda prisa antes de la inauguración y la pista de atletismo estaba incompleta, por lo que lo que las carreras se llevaron a cabo sobre barro.
El comité organizador tampoco tuvo recursos para construir una piscina.
En un canal de aguas de Amberes, crearon un marco de madera para las competencias de natación y salto de trampolín.
"Hacía tanto frío que muchos nadadores tuvieron que ser rescatados de la hipotermia. Estaban inconscientes y algunos de ellos estaban realmente mal y tuvieron que ser sacados a rastras", dijo Aileen Riggin, la medallista de oro de salto de tres metros.
Un alto costo para Bélgica
La reducida presencia de público en Amberes no se dio por temor a la pandemia, sino por el alto costo de las entradas que era imposible pagar para los belgas, agobiados después de la guerra.
El país tuvo unas pérdidas de 600 millones de francos por la organización del evento. Incluso el Comité Olímpico de ese país se declaró en quiebra tres años después, explica Rathbone.
Varios países tuvieron que hacer recaudaciones para ayudar a Bélgica a costear la organización.
Documentos de la época recabados por el historiador muestran que el COI tuvo que reconocer que, a pesar de que Bélgica consideró que fueron unos Juegos exitosos, para el país anfitrión "el éxito fue relativo".
Rathbone señala que en realidad aquellos Juegos fueron más un intento de posicionar a las Olimpiadas como el evento deportivo mundial que hoy es. E incluso como una afirmación política.
"Bélgica fue elegida no solo porque los funcionarios querían recompensar la valiente resistencia belga durante los combates en el Frente Occidental, sino también porque a los funcionarios del COI les preocupaba haber adoptado una postura demasiado neutral durante la guerra", explica Rathbone.
La pandemia de la época no fue un factor de peso, como hoy lo es la de covid-19 para Tokyo 2020.
Al final, el COI de hace un siglo sí reconoció que tuvo dos lecciones a considerar para las futuras sedes: "Lo caro que fue albergar los Juegos" y lo "imprudente realizarlos sin tener el capital necesario a mano".
Rathbone duda que la lección haya sido aprendida.