El Efecto Roseto: pueblo de inmigrantes italianos enseñó la importancia de las relaciones sociales
Roseto es un pequeño pueblo del estado de Pensilvania, en Estados Unidos.
Este núcleo urbano fue fundado en su totalidad por inmigrantes originarios de una pequeña localidad italiana situada a los pies de los Apeninos llamada Roseto Valfortore.
A finales del siglo XIX, el pueblo italiano experimentó un gran flujo migratorio y los rosetianos se desperdigaron por todo el mundo.
Un grupo muy importante emigró al estado de Pensilvania con la intención de trabajar cerca de una cantera de pizarra. Con el devenir de los años, los rosetianos fundaron todo un pueblo al que denominaron Roseto en homenaje a sus orígenes.
A mediados del siglo XX, Roseto era un pueblo estadounidense como otro cualquiera.
Entre otros servicios, tenía un médico. Fue este médico quien alertó al doctor Stewart Wolf (a la postre uno de los padres de la medicina psicosomática) de un hecho peculiar que acontecía en Roseto: los rosetianos apenas sufrían enfermedades cardiovasculares.
En busca del secreto de los rosetianos
En los años 50, entre las primeras causas de muerte en Estados Unidos estaban las enfermedades cardiovasculares. En cambio, en este pequeño pueblo en el estado de Pensilvania no se trataba a la gente por este tipo de afecciones.
El doctor Wolf empezó a estudiar la población de Roseto tomando en cuenta parámetros médicos.
En un principio, se barajó la hipótesis de que los hábitos alimenticios propios de una comunidad mediterránea beneficiaba a estos inmigrantes en comparación conla población estadounidense que se alimentaba a base de una dieta basada en azúcares y proteínas.
Pero los rosetianos habían adquirido los hábitos alimenticios de la sociedad estadounidense e incluso en los apuntes del doctor Wolf se observaba que el tabaquismo estaba muy extendido entre la población, algo que debía perjudicar seriamente la salud cardiovascular de los rosetianos.
Una vez descartada la mencionada hipótesis, la siguiente suposición se dirigió a la genética de los rosetianos.
Pero al estudiar la incidencia de las enfermedades cardiovasculares en otros rosetianos que no residían en la población también se desechó esta hipótesis.
Aquellos que residían en otras partes de Estados Unidos sufrían enfermedades cardiovasculares con la misma incidencia que los demás estadounidenses.
El siguiente estudio se centró en el análisis de la zona geográfica en la que vivían, pero poblaciones colindantes como Bangor o Nazareth tenían las mismas tasas de incidencia que las demás poblaciones de Estados Unidos.
El doctor Wolf contó con la colaboración del sociólogo John Bruhn, quien resultó ser vital en el esclarecimiento del misterio de Roseto. Ambos observaron que los rosetianos habían construido una comunidad muy cohesionada.
Todos se ayudaban mutuamente. En una población de apenas 2.000 habitantes había 22 organizaciones cívicas.
Las casas donde convivían tres generaciones eran inusualmente frecuentes.
Los domingos todo el pueblo se congregaba en la parroquia Nuestra Señora del Monte Carmelo para celebrar conjuntamente la misa.
Se potenciaba sobremanera el igualitarismo y los más afortunados ayudaban a los más desfavorecidos.
En definitiva, el sentimiento de comunidad era extraordinario para una comunidad afincada en un país donde se primaba sobremanera el individualismo.
Soledad y cortisol
Hoy día sabemos que la soledad que evitaban los rosetianos aumenta los niveles de estrés, el gran mal de los países desarrollados.
El estrés aumenta en nuestro cuerpo la hormona cortisol. Esta es producida por la glándula suprarrenal y prepara el organismo para momentos en los que tenemos que acelerar nuestra actividad metabólica en respuesta a condicionantes externos.
Pero la exposición constante de los tejidos al cortisol provoca el incremento de la presión arterial y la depresión del sistema inmune que termina desembocando en enfermedades cardiovasculares.
Los rosetianos nos brindaron un bonito experimento con el que demostraron la naturaleza grupal del ser humano.
Nos enseñaron que el Homo sapiens es un animal social, en contra de las nuevas tendencias individualistas que se imponen en los países desarrollados.
*Iker Badiola (Ondarroa, Bizkaia, 1978) es profesor e investigador en la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco, España.
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