ALMA vuelve a fijar su atención en la nebulosa Boomerang, el lugar más frío del Universo
A 5.000 años luz de la Tierra, en la constelación de Centaurus, se encuentra el lugar más frío del Universo. En él descansa la nebulosa Boomerang, donde la temperatura es de aproximadamente, unos -272ºC.
Durante más de dos décadas, fue un misterio total cómo esta antigua estrella roja pudo crear un ambiente con temperaturas sorprendentemente más bajas que la natural del espacio profundo.
Hoy, sin embargo, un equipo de astrónomos que usó el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), podría haber encontrado la respuesta a esta interrogante.
Según los investigadores, la explicación estaría en una pequeña estrella vecina que se habría hundido en el corazón del gigante rojo, expulsando la mayor parte de su materia en forma de polvo y gas ultrafrío.
Este flujo de materia se expande tan rápidamente -cerca de 10 veces más rápido de lo que podría lograr una estrella por sí sola- que la temperatura de la estrella ha caído a menos de medio grado Kelvin.
Como referencia, cero grados Kelvin es conocido como cero absoluto, el punto en el que todo el movimiento termodinámico se detiene.
Las observaciones de ALMA permitieron a los investigadores desentrañar este misterio y, a la vez, les proporcionó los primeros cálculos precisos de la extensión edad, masa y energía cinética de la nebulosa.
“Estos nuevos datos nos muestran que la mayor parte del envoltorio estelar de la gigante roja ha sido arrojado al espacio a velocidades mucho mayores de las que alcanzaría una gigante roja por sí sola”, explicó Raghvendra Sahai, astrónomo del Jet Propulsion Laboratory de la NASA en Pasadena (California, EE. UU.), y autor principal de un artículo que se publicará en The Astrophysical Journal.
“La única forma de eyectar tanta masa a velocidades tan extremas es por efecto de la energía gravitacional de dos estrellas en interacción, lo cual explicaría las intrigantes características del chorro ultrafrío”, agrega. Según Sahai, estos vecinos cercanos podrían explicar la extinción precoz y violenta de la mayoría de las estrellas del Universo.