Crear mapas mentales de un lugar es una capacidad que en la mayoría de nosotros se desarrolla antes de los ocho años. Pero algunas personas, como Anne, no la tienen.
"Me pierdo todo el tiempo", dice.
Hasta un pequeño paseo por su barrio en la ciudad de Calgary, en Canadá, es un desafío.
Hay mucha gente que cree tener un mal sentido de la orientación, pero el caso de Anne va más allá.
Ella tiene un problema cognitivo llamado agnosia topográfica o desorientación topográfica, que se define como la dificultad para encontrar el camino en un entorno familiar.
Esta condición hace que para Anne sea prácticamente imposible orientarse en el mundo que la rodea. Puede llegar a desorientarse hasta en su propia casa.
Ni con GPS
"La gente no entiende realmente lo que significa no tener absolutamente ningún sentido de la orientación", dice.
"Afecta mi trabajo y mi funcionamiento diario".
En efecto, su condición tiene un impacto para toda la familia.
"Cuando jugamos a algún deporte siempre llegamos tarde y nadie quiere venir en el coche con nosotros", comenta su hija pequeña.
"Si vamos a algún sitio nuevo siempre tiene que tener un plan B. Puede salir de casa, caminar dos cuadras y nunca encontrar el camino de vuelta. Así de grave puede llegar a ser", dice su marido con resignación.
Anne conduce y usa GPS, pero la tecnología no resuelve totalmente su problema, porque tampoco puede leer bien los mapas.
"A veces no estoy segura de donde debo girar", comenta.
La condición de Anne hace que no pueda reconocer ni los lugares familiares, como su propia casa, que forman parte de su vida diaria.
Parece imposible de creer y de hecho hasta hace poco ni los científicos sabían de la existencia de esta extraña condición.
Un nuevo desorden cognitivo
Giuseppe Iaria, profesor de neurociencia cognitiva en la Universidad de Calgary, estudia como nuestro cerebro nos permite orientarnos.
"En términos de habilidades de orientación, la capacidad más importante es la de formar mapas mentales", dice Iaria.
"La habilidad de formar un mapa mental y de usarlo para orientarse requiere del uso de una serie de habilidades cognitivas complejas: atención, percepción, memoria, capacidad de decisión, mediciones mentales... ".
"Y estas capacidades están totalmente desarrolladas para cuando se alcanza la edad de 8 a 10 años", dice el experto.
En 2008 el profesor Iaria fue contactado por una mujer que le contaba que se perdía recurrentemente en su propia casa, en la que vivía desde hacía 20 años.
"Sabíamos que la gente que tiene trastornos neurológicos o que sufre lesiones cerebrales puede tener problemas de orientación. Pero que alguien que no tuviera ninguno de estos problemas se perdiera todos los días, eso era algo muy nuevo", explica el experto.
Iaria concluyó que está mujer simplemente nunca había llegado a desarrollar la capacidad de orientarse.
Se trataba de un desorden que nunca antes se había reconocido y que Iaria bautizó como Developmental Topographical Disorientation (DTD).
Para ver si podía encontrar a más personas con la misma condición acudió a la radio nacional para hablar sobre el caso.
Hacer un plano, "imposible"
"Escuché una entrevista por la radio en la que hablaban de la gente que carecía de una brújula interna y decían que era una condición neurológica y pensé "tengo que ponerme en contacto con él", cuenta Anne.
"Nos sorprendió mucho la respuesta que tuvimos. En un solo año logramos publicar un estudio científico con 120 individuos afectados por esta condición", apunta Iaria.
Anne fue una de las personas que el profesor puso a prueba para su estudio.
La mayoría de nosotros puede hacer un plano simple de nuestra casa: visualizando las distintas habitaciones y plasmando esa visión mental en un papel.
Pero para Anne, igual que para otros pacientes con DTD, esa es una tarea imposible.
En su plano, el espacio que dice "puerta de atrás" es igual de grande que las habitaciones. Anne no podía plasmar en el papel el tamaño de los distintos cuartos de su hogar.
Los investigadores también observaron una imagen de resonancia magnética del cerebro de Anne. Y encontraron algo inusual.
Para orientarnos esencialmente necesitamos que dos partes de nuestro cerebro trabajen juntas: el hipocampo, donde formamos mapas y el córtex prefrontal, donde formamos planes y tomamos decisiones.
Iaria encontró que en el caso de las personas con agnosia topográfica, como Anne, esas dos partes del cerebro no están activas a la vez, es decir, no están sincronizadas.
"Al comparar a los individuos con DTD con los individuos sin DTD vimos una diferencia: una menor conectividad entre el hipocampo y el córtex prefrontal", explica el especialista.
Este hallazgo explica por qué Anne se pierde todo el tiempo. Además, hay indicios de que la condición afecta a su familia, porque una de sus hermanas y su tía tienen las mismas dificultades. De hecho ahora también trabajan con el profesor Iaria.
Esto sugiere que la causa de esta condición puede ser hereditaria.
¿Puede Anne mejorar su orientación?
El profesor Iaria está trabajando en un potencial tratamiento, pero no se trata de una medicina sino de un videojuego en el que el individuo debe aprender a ir de un sitio a otro.
El objetivo es entrenar al cerebro del paciente a formar mapas mentales.
Este tratamiento se basa en la creencia de que el cerebro continúa adaptándose y cambiando a medida que nos adentramos en la edad adulta y vamos aprendiendo cosas nuevas.
Con escáneres cerebrales, por ejemplo, los científicos comprobaron que los taxistas profesionales tienen en el hipocampo una mayor cantidad de materia gris, utilizada para procesar información.
Y que esa cantidad aumentaba con los años, a medida que pasaban más tiempo detrás del volante.
Esto es una evidencia de que, incluso en la edad adulta, el aprendizaje puede cambiar la estructura del cerebro.
"Alivio y consuelo"
Ahora Anne entiende por qué tiene tantas dificultades para orientarse y sabe que no es la única.
"Averiguar que esto es una verdadera condición médica me dio mucho alivio y consuelo", asegura.
Este tipo de tratamiento tiene también el potencial de ayudar a otros pacientes con demencia que pierden la capacidad de formar mapas mentales a una edad avanzada.