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Lleva 20 años como ermitaño y aún así se vacuno contra el Covid

Francisco Sepúlveda
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Un ermitaño serbio lleva 20 años viviendo el distanciamiento social a su manera, cuando se enteró de la pandemia y el covid, no tuvo dudas en vacunarse.

Hasta antes de la pandemia, no era muy discutido la efectividad y seguridad de la vacunas en general, con la llegada del Covid 19, las personas reacias a vacunarse fueron en aumento, con argumentos que carecían solidez científica y apuntaban más a conspiraciones que a motivos de salud. Un ermitaño de 70 años al enterarse de la pandemia no dudó en vacunarse.

Uno podría pensar que las personas más alejadas de la sociedad como lo son los ermitaños por ejemplo, estarían en contra de vacunarse ya que el distanciamiento social es una forma de vida para este tipo de personas. Pero el caso de Panta Petrovic, un ermitaño serbio de 70 años, escapa de esta lógica y ya se vacunó sin pensarlo. 

Su caso es bien especial, luego de una vida de trabajo y esfuerzo, dejó sus posesiones y dinero para asentarse en una cueva cercana a la ciudad de Pirot. Se fue con sus animales e hizo una cama con heno, el resto son detalles. Se alimenta de setas y pescados que conseguía en un arroyo cercano, pero cuando la comida era excasa, volvía a buscar algo para comer, y ahí fue cuando se enteró de la pandemia y del Covid 19. 

Petrovic ha logrado vivir con un estilo de vida a su gusto, cuenta con un taller de herramientas pero lo que más aprecia en la vida son sus animales tener una libertad plena. Antes de alejarse de al sociedad, donó todo su dinero para la construcción de obras para una ciudad del sur de Serbia.

ermitaño
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El ermitaño que confía a ciegas en las vacunas

Petrovic está alejado de la sociedad pero aún así insta a la gente a que se vacune, ya que es la única forma de salir de este problema, indica. Tampoco entiende el alboroto generado por las vacunas, él quiere recibir todas las dosis. "Quiero recibir las tres dosis, incluida la extra", comentó al medio AFP.  Además reveló los motivos que lo llevaron a irse de la ciudad y de la vida urbana"Yo no estaba libre en la ciudad. Siempre hay alguien en tu camino, o discutes con tu esposa, vecinos o la policía".

La cueva donde vive Petrovic solo puede ser alcanzada tras una subida empinada, y no es para corazones débiles. Está equipada con una bañera herrumbrada que él utiliza como inodoro, algunas bancas y una paca de heno que le sirve de cama. Este ermitaño no está tan solo como uno cree, ya que tiene varios animales, algunos se los comieron los lobos que acechan el lugar. Tenía varias cabras, gallinas, unos 30 perros y gatos y su favorita, una jabalí adulta llamada Mara. 

Cuando Petrovic la encontró hace ocho años era una pequeña jabalí atrapada en los arbustos, y la cuidó hasta que se recuperó. Ahora, Mara pesa cerca de 200 kilos, juega en la quebrada y come manzanas de la mano de Petrovic. "Ella es todo para mí, la amo y ella me escucha. No hay dinero que pueda comprar algo así, una verdadera mascota", comentó.

ermitaño
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Antes de aislarse, Petrovic donó todo el dinero que tenía a la comunidad, al financiar la construcción de tres pequeños puentes en el pueblo. "El dinero es una maldición, echa a perder a las personas. Creo que nada corrompe a la gente como el dinero", opina Petrovic. Sobre uno de los puentes, Petrovic construyó un palomar al que él, pese a su avanzada edad, escala para dejar migas de pan que recoge al rebuscar en los basureros.

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