Gonzalo Cordero: “¿Si me gustaría ser ministro? La sola palabra me provoca pudor”
Por Patricio De la Paz
Lo dice sentado en el escritorio de su oficina, la misma que en los próximos días tendrá que desarmar. Allí, Gonzalo Cordero (abogado, UDI, 54 años) cuenta que la mejor definición de sí mismo es la que suele repetirle a sus amigos y que habla de las cosas que le importan: “Les digo que cuando me muera, adonde quiera que yo llegue, al señor que me reciba, le voy a hacer tres preguntas: ¿dónde se come bien aquí?, ¿cuál es la mejor librería? y ¿quién es el candidato de derecha?”.
La última de esas tres preguntas, en todo caso, parece haberse adelantado. Y no sólo eso: también le exigió decisiones.
Hace unos días lo llamó Sebastián Piñera, candidato de Chile Vamos, y le ofreció integrarse de manera formal a su campaña presidencial, formar parte del comité ejecutivo del comando y asumir la dirección de comunicaciones. Gonzalo Cordero no dudó. Respondió enseguida: “Sí Presidente, por supuesto”.
Decidió dejar Azerta, la empresa de comunicaciones estratégicas de la cual es socio fundador desde 2008 junto a Cristina Bitar y Felipe Edwards. Las semanas de agosto serán de transición: pasará unas horas en la empresa y otras en el comando de Piñera. A fin de mes, ya estará instalado completamente allá.
“Cuando el Presidente Piñera ganó la elección anterior, las personas que formaban los equipos, y después durante el gobierno, sondearon si tenía disposición a trabajar en el gobierno. Pero en esa época Azerta estaba en sus inicios y yo tenía un compromiso con mis socios. Hoy es distinto; la empresa es proyecto consolidado”, dice.
-¿Irse al comando era una posibilidad que ya manejaba?
-Era una posibilidad, porque yo siempre he estado humanamente cerca. Con cierta frecuencia el Presidente me invitaba a almorzar en grupos pequeños para comentar la contingencia; hay un vínculo que he mantenido. Me parecía evidente que si había una posibilidad de gobierno, en alguna posición yo podría colaborar. Lo había conversado con mi familia y con mis socios.
-Antes asesoró a políticos y no dejó Azerta. Lo hizo con Allamand en Defensa o con Longueira en su campaña presidencial. ¿Por qué ahora sí? ¿Es sólo madurez de la empresa o es usted que quiere algo más?
-Es un compromiso distinto. Estos años mientras he estado aquí nunca he asesorado a nadie en la política. Los que tú nombras yo lo definiría como consejerías. Nunca fue formal. A veces iba a tomar desayuno con Andrés o a almorzar y conversábamos de actualidad. Le daba mi opinión. Pero yo no estaba involucrado en los procesos ni haciendo cosas. Ahora sí.
No me voy a dedicar el resto de mi vida a la política. Nunca voy a ser candidato a nada
-Venderá su participación en Azerta y sin opción de recompra.
-Es una salida de verdad.
-Y también una entrada de verdad, de lleno a lo político.
-Sí, aunque no una entrada definitiva. No me voy a dedicar el resto de mi vida a la política. Nunca voy a ser candidato a nada. Este es simplemente un momento de contribución en el servicio público. Si me meto en la campaña, si eventualmente ganamos y uno termina colaborando en el gobierno; para mí es eso y punto.
Estaré disponible a colaborar con el Presidente en la posición que él estime que uno puede ser un aporte
-¿Le gustaría ser ministro?
-Mmm, la sola palabra me provoca pudor y vergüenza ajena.
-¿En serio?
-Sí, porque ¿cómo la gente empieza a repartirse cargos que no existen? Hay que ganar la elección y luego el único que tiene la capacidad de armar el equipo es el Presidente.
-Pero usted estará disponible
-Evidente. Un paso de la magnitud que estoy dando no es para estar tres meses en la campaña. Estaré disponible a colaborar con el Presidente en la posición que él estime que uno puede ser un aporte.
-¿Y si eso fuese un ministerio?
-En la posición que él estime que uno puede ser un aporte.
Del norte a la capital
Gonzalo Cordero nació y creció en La Serena. Fue el hijo único del segundo matrimonio de su padre. Tenía cinco medio hermanos mayores. Estudió básica y media en el mismo colegio particular subvencionado: el Seminario Conciliar. Se iba caminando, pues su casa estaba a media cuadra. “Ese colegio era muy integrado; tenías desde el hijo de profesionales hasta alumnos de familias con mucha carencia de recursos. Abarcaba todo el abanico, en una convivencia muy natural. Uno no tenía conciencia de diferencias sociales o económicas”, dice.
-En ese abanico amplio, ¿dónde se ubicaba su familia?
-Clase media modesta. Me crié en una casa chiquitita, de no más de 60 m2.
-¿Que hacían sus padres?
-Mi papá era un viejito jubilado. Había sido carabinero. Mi madre en la casa.
-¿Alcanzó a vivir con alguno de sus medio hermanos que lo salvaran de las características del hijo único?
-Alcancé a estar con un par de ellos, pero hasta los 4 ó 5 años. Así que me crié como hijo único. Soy un buen ejemplar de esta especie. Prototípico.
-Ensimismado, taimado, el dueño de la pelota.
-Absolutamente. Y poca tolerancia a la frustración.
-Su colegio era religioso, de los padres barnabitas. ¿Cuál es su relación con la fe?
-En el colegio teníamos misa semanal. Fui bautizado, hice la primera comunión, la confirmación. Soy, en términos de formación, un hijo de la Iglesia Católica. Mi madre era profundamente religiosa. Mi padre no; creía, pero no tenía apego a la iglesia ni a los ritos. Yo salí más cercano a mi papá, no soy una persona de espíritu religioso. Me acuerdo que Jaime Guzmán me contaba que don Jorge Alessandri le decía: “Mire Jaime; yo creo, pero no me haga pensar porque ahí me complico”. Yo me siento un poco así. No tengo eso que Jaime llamaba el don de la fe”.
Tras salir del colegio, Gonzalo Cordero se vino en 1982 a Santiago. Se recuerda muy provinciano. No sabía dónde estaba el Paseo Ahumada. “Había venido muy pocas veces a Santiago. Prácticamente no lo conocía. Carmela de San Rosendo total”.
-Gonzalo de La Serena, podríamos decir.
-Exactamente.
Se matriculó en Medicina en la Universidad de Chile. Vivió los tres primeros meses con una media hermana que estaba aquí. Luego se vinieron sus padres, que ya viejos querían estar cerca del hijo. Se instalaron los tres en una casa en Peñalolén. Al tercer año de carrera, Gonzalo Cordero no quiso seguir. Dice que no le gustaba. Fue un remezón para su padre. “Él tenía mucha ilusión de tener un hijo médico. En el Chile del siglo XX, en el país pobre que fue, ser doctor era como un título nobiliario, daba prestigio, estatus. Al final mis papás fueron muy comprensivos”, recuerda. Repitió la PAA. Entró a Derecho en la Universidad Católica. Allí se le abriría un mundo completamente nuevo.
No fui un samurái
Dice Gonzalo Cordero:
-En la UC trabajé durante toda la carrera, de procurador. Tenía que financiar mis estudios; mis papás no tenían muchos recursos económicos y a mí no me gustaba endeudarme. Sólo pedí crédito el primer año.
Lo pasó bien, recuerda. Dice que le tocó una generación entretenida y talentosa. Allí conoció al grupo con que se sigue juntando con frecuencia, en comidas donde hablan de política y del país. Un Club de Toby que incluye a Juan Carlos Eichholz, Felipe Bulnes, Carlos Frontaura, Rafael Blanco, Germán Concha y Mauricio Zelada.
Cuando aparece la UDI yo tenía mis convicciones claras y empecé a militar de inmediato
“En la escuela conocí a Darío Paya, mi gran amigo. También a la Marcela Cubillos, amiga mía hasta hoy. Jaime Guzmán fue mi profesor en Político y Constitucional. Le tenía gran aprecio Yo era de los que él invitaba a comer a su departamento. Cuando aparece la UDI, yo tenía mis convicciones claras y empecé a militar de inmediato”, dice. En 1994, por invitación de Paya, se incorporó a la estructura del partido: fue abogado del comité de la UDI en la Cámara de Diputados por cuatro años. “Di ese paso y me salí del mundo de los abogados”.
Poco después conoció a Joaquín Lavín. Trabajó con él en sus dos campañas presidenciales (1999 y 2005) y formó parte de los samuráis, círculo íntimo de guardianes y orejeros del entonces candidato. Eso es lo que todos dicen, pero que Gonzalo Cordero relativiza.
Siento que nunca pertenecí realmente a ese grupo (de los samurái)
-¿Se siente cómodo cuando lo nombran como un samurái de Lavín? ¿O es hora de buscar otra chapa?
-Siempre he encontrado que esa chapa es artificial. Cuando estaba el proyecto de Joaquín, él tenía personas que eran su círculo más cercano e influyente. Ernesto Silva, 'Choclo' Délano, Federico Valdés, Cristián Larroulet, Francisco De la Maza. Que me incluyan a mí me da un poco de pudor y no responde a la realidad; siento que nunca pertenecí realmente a ese grupo. Mi aporte no fue menos que el de ellos; pero no estaba en la misma posición. Una cosa es lo que uno podía aportar, y otra es la posición en la que uno estaba. Lo mío fue desde una posición distinta.
Estética para Piñera
-¿Qué de lo que hacía en las campañas de Lavín puede replicarse con Piñera, si son tan distintos?
-Joaquín era muy preocupado de la estética. De la puesta en escena. El Presidente Piñera, y son cosas de énfasis por supuesto, es alguien muy preocupado del contenido. Recuerdo la experiencia de trabajar con Joaquín y el aporte de la estética, y me parece interesante de aplicar a un candidato al que le importa tanto el contenido. Cuando digo estética me refiero al lugar, al entorno, a las personas que te acompañan. Eso transmite información.
-¿Tiene cercanía especial con Piñera?
-No. Lo conozco, pero nunca he sido yo una persona de su grupo más cercano. Pero tenemos un proyecto común y le tengo mucho respeto a él.
(A Piñera) lo veo con menos ansiedad mediática y más medido en sus apariciones públicas
-¿Cuáles son las fortalezas del candidato?
-Lo veo más aplomado, con menos ansiedad mediática y más medido en sus apariciones públicas, en sus declaraciones, en las expectativas que genera. Se le nota mucho que sabe lo que es gobernar. Sabe dónde están los problemas. Y eso es distinto del candidato que nunca ha sido presidente. Tiene conciencia de las estrecheces fiscales, de donde están las limitaciones administrativas que pone la gestión del Estado, lo que se puede hacer y no. Un realismo muy fuerte.
-¿Y sus debilidades?
-(Silencio). Mira, Piñera tiene el gran activo como candidato que sus fortalezas y debilidades son conocidas por el país. En ese sentido, hay poco que descubrirle a Piñera. Lleva tantos años en política; los chilenos sabemos exactamente cómo es.
-¿Y cuáles son esas debilidades ya conocidas?
-Es evidente que Piñera no es una persona con eso que en management llaman los atributos blandos. No es el candidato que la gente confía por razones emocionales, subjetivas; la gente confía en él por sus atributos duros, por su conocimiento, capacidad de trabajo, de gestión. El perfil del político de derecha está siempre en este carril. Si el otro Presidente de la República que ha tenido la derecha es don Jorge Alessandri, que era parco, seco, serio, frío.
Self made man
Un hombre de provincia y sin contactos que se convirtió a sí mismo en uno de los analistas políticos reconocidos de la derecha, un columnista con nutrida agenda de conocidos. Un self made man. Cuando uno le dice a Gonzalo Cordero que ese podía un resumen de su trayectoria; él dice que no. Que nadie se construye solo. Que uno puede poner el esfuerzo, pero siempre necesita de personas que colaboren en el camino. Entonces nombra a esas personas clave que lo ayudaron a construirse:
“Jaime Guzmán, por su fundamental formación intelectual; Joaquín Lavín, por evaluar a las personas según su mérito, sin ninguna consideración de donde vienes ni tu estatus; Cristina Bitar, por ver en mí condiciones que pueden servir no sólo en la política sino en el mundo privado”.
Pero antes de todos ellos, de esa lista que ayudó a un hombre a construirse, Gonzalo Cordero había indicado a “esa señora crespita” que está en una foto sobre su escritorio. Jimena Rodríguez, su mujer de hace 24 años. Junto a ella en la imagen están los hijos. Maximiliamo, de 12, el menor. Montserrat, de 18, que estudia Derecho en la Chile; como su madre. Y Nicolás, de 21, que estudia Derecho en la Católica; como su padre.