El estilo del ministro Campos: "Jamás" le han tirado las orejas en La Moneda
Por Patricio De la Paz
Cuando el ministro de Justicia, Jaime Campos (abogado, radical, 64 años), no está en su traje de ministro, y se refugia en una vida privada y con otras obligaciones, hace cosas como éstas: va con su mujer a la ópera, lee libros de Historia, viaja una vez al mes a su natal Constitución, organiza en su gran casa de Santiago almuerzos dominicales con familiares y amigos, en los que pone sobre la mesa todo eso que compra cada vez que pasa por su zona huasa, o la patria chica como la llama él. Los tomates bien rojos, la uva morada, las cerezas, las longanizas, las prietas, los arrollados, las tortillas de rescoldo. “La mía es una vida muy tranquila, pero no muy espectacular”, resume Campos.
Pero cuando el ministro se viste de ministro, las cosas cambian.
En su año y medio a cargo de la cartera de Justicia, desde octubre del 2016, Jaime Campos se ha hecho famoso por sus particulares frases públicas. Por esas intervenciones en que califica a la contingencia con un lenguaje florido, directo, tal vez demasiado coloquial. Incluso a veces cercano a la pachotada, han criticado algunos.
-¿Le acomoda ese “estilo tan particular suyo”, como lo ha definido la vocera de gobierno cuando ha tenido que salir a dar explicaciones?
Es un estilo natural, yo siempre he tratado de ser lo más auténtico posible. Lo que ocurre es que en Chile, de forma cada vez más acentuada, nos hemos ido acostumbrando a hablar en medias lenguas, en medias verdades, en medias mentiras. Hay un gen de cinismo y de hipocresía detrás de las declaraciones de muchos. Y cuando uno dice lo que verdaderamente piensa, en base a sus convicciones y a lo que sabe, algunos se pueden incomodar. Pero a mí no me incomoda para nada.
-¿De dónde le viene ese estilo deslenguado? ¿Es de familia?
Uno es hijo de sus circunstancias, de sus orígenes, del medio en que se formó. Vengo de la Séptima Región, soy oriundo de Constitución. Ahí nací, hice mi enseñanza básica, parte de mi enseñanza secundaria. Luego estuve cuatro años interno en Talca. De ahí a la Universidad de Concepción, en cuya ciudad me quedé 20 años. Yo soy la típica expresión de la clase media provinciana. Mi padre era empleado municipal; mi madre, profesora. Una familia también vinculada a la actividad agrícola, por lo que siempre he tenido vinculación muy estrecha con el mundo rural. Decir la verdad y ser auténtico es lo que siempre me enseñaron.
La colección de estas “verdades” al estilo Campos es amplia. Y siempre levantan polvo. Recién asumido, en medio de la crisis del Registro Civil por el padrón electoral para las municipales, dijo que “cuando tenga claro quién es el responsable, esa cabeza rodará. Aquí somos todos grandecitos”. En diciembre de ese 2016 fue más allá, al comparar el hogar del Sename donde había muerto Lisette Villa con el liceo talquino donde él estudió: “En base a las informaciones de prensa y a lo que dicen algunos parlamentarios pensé encontrar un orfanato de esos que narraba Charles Dickens en las novelas del 1800 y no encontré eso. Encontré un centro ordenado, limpio, pequeño, sin los hacinamientos que algunos atribuyen; y perdónenme: tenía hartas más comodidades que la que yo tuve en el internado del Liceo de Hombres de Talca”. El mismo mes, mientras hablaba con gendarmes del penal de Valparaíso, otra frase suya: “Las bolas del director general (de Gendarmería) están puestas las 24 horas en la mesa del ministro de Justicia, y el ministro ve cuándo las corta o las mantiene”. En noviembre del 2017, a propósito del destino de Punta Peuco, Campos dijo: “¿Alguien escuchado decir a la Presidenta que va a cerrar Punta Peuco? Yo no (…) Yo lo único que sé es que una señora dijo que había hablado con la Presidenta de la República y la Presidenta le había dicho (que iba a cerrar Punta Peuco), y el resto han sido puras especulaciones”. La señora a que se refería el ministro era Carmen Gloria Quintana, víctima del caso Quemados.
-Ministro, ¿se arrepiente de alguna de las cosas que ha dicho?
No. ¿De qué me voy a arrepentir si lo que he dicho es la verdad siempre?
-La única vez que pidió disculpas fue por su exabrupto en el penal de Valparaíso
No pedí disculpas. Lo único que dije es que si alguien se molestó por usar la expresión que allí mencioné, obviamente retiraba la palabra y que le pusieran el sinónimo que quisieran. Parece que hay gente con la epidermis muy delicada.
Una distinguida señora
-Carmen Gloria Quintana, después de la frase suya por Punta Peuco, salió a responderle muy enojada.
Yo no la nombré. Hablé de una señora, pero ¿dónde está el agravio? Yo aprendí que las mujeres se clasifican en dos grupos: las señoras y las señoritas; las que están casadas y las que están solteras; y la señora que usted menciona está casada y con hijos, y para mí es una distinguida señora.
-En todo caso, entiendo que el enojo de Carmen Gloria no era por eso, sino porque se pusiera en duda lo que le había dicho la Presidenta….
Ahí entramos a otro tema. Yo lo único que sé es que hubo una reunión privada entre la Presidenta de la República y la señora Carmen Gloria Quintana y al término de esa reunión doña Carmen Gloria Quintana dio una versión de una conversación privada, pero yo jamás le he escuchado a la Presidenta decir: “Mire, esto fue lo que conversé”.
-Carmen Gloria Quintana dijo que a usted nunca lo había visto en manifestaciones contra la dictadura o en defensa de los derechos humanos. Y que habían registros de un diario donde usted como dirigente universitario había recibido a Pinochet el 74 en Concepción. ¿Es cierto?
Yo respeto a la señora Carmen Gloria Quintana por razones personales y familiares. No me voy a referir a ella.
-¿Cuáles son esas razones?
No voy a explicar nada, por un sentido de decencia y respeto al recuerdo de mis mayores.
-¿Pero lo que ella dijo sobre usted es cierto o no?
La afirmación de un registro gráfico del año 74 es una mentira del porte de una catedral. No tuve ninguna vinculación con el régimen de Pinochet. Y sobre mi posición en dictadura, anda a mi pueblo y averigua quién fue el pionero de la Alianza Democrática, de la conformación de la Concertación de Partidos por la Democracia, del comando del NO…
-Desde el PC pidieron su renuncia, y además relacionaron a un hermano suyo, de la FACH, con violaciones a los derechos humanos.
Esa es otra mentira del porte de una catedral. Mi hermano Ángel Hernán Campos Quiroga, tres años mayor que yo, falleció el año 2001 siendo general de la Fuerza Área de Chile. Ascendió a coronel y a general en democracia y cuando falleció era jefe del estado mayor de la defensa nacional. Nunca en su vida fue procesado por delito alguno.
-¿De dónde aparece entonces la acusación?
Pregúnteselo a quienes lo dicen.
-A propósito, ¿qué va a pasar con Punta Peuco? A fines del 2017 usted dijo que se iban a trasladar los reos y que el inmueble se usaría con otra lógica: presos enfermos, viejos, mujeres con niños.
Es una idea, una posibilidad. Lo único que sé es lo que he venido repitiendo durante el año y medio que he estado desempeñándome como ministro: hasta este minuto, el gobierno no ha adoptado ninguna resolución sobre el particular. Es una materia que está en estudio, en evaluación. Cuando el gobierno tenga algo que decir, me informará.
Cada cual con su estilo
-En sus intervenciones públicas, las que levantan polémicas, uno reconoce palabras y modos medio campechanos.
Sí, es muy probable. Son dichos que yo he escuchado toda la vida. Me afloran de manera natural. La región del Maule es muy especial, siempre hemos tratado que la franqueza nos inspire y uno de repente recurre a estas imágenes del mundo rural, campesino. Ahora si quiere que hablemos académicamente, no tengo ningún problema, mal que mal durante 25 años hice clases en la universidad.
-Sus frases de la discordia, ¿las improvisa o las lleva preparadas?
No hay preparación previa.
-Se lo digo porque cuando escuché su comparación del hogar de Lisette con el liceo de Talca, usted hablaba de los orfanatos que narraba Dickens en sus novelas. Eso no parece una improvisación del momento.
Sí fue una imagen que se me vino a la cabeza en ese momento. Cuando fui a conocer el hogar Galvarino sólo tenía la información que salió en los medios: un lugar lúgubre, tenebroso, donde se torturaba, donde se maltrataba, donde morían los niños, etc. Con esa descripción, automáticamente, recordé la novela Oliver Twist, de Charles Dickens, y cómo describía los orfanatos de Londres del 1800. Pero cuando llego al hogar me encuentro con un lugar modesto, sencillo, que no tenía una infraestructura estremecedora. Distaba mucho de ser el orfelinato de Dickens. Eso lo recordé dos o tres días después cuando hablé en la Cámara de Diputados.
-El diputado Boric estalló en furia inmediata. ¿Qué sintió usted?
Me da exactamente lo mismo. Y aprovecho de aclarar que a mí no me gusta la polémica, soy una persona súper tranquila y pacífica.
-Varias veces, después de declaraciones suyas, la ministra Narváez ha debido salir a dar explicaciones. ¿Temblará ella cada vez que usted habla?
No tengo idea, pregúnteselo a ella.
-Y en privado ¿en el gobierno le han tirado las orejas?
Jamás.
-¿Lo afirma categóricamente?
Categóricamente. ¿La Presidenta de la República?, jamás.
-¿Nunca le ha dicho: “Oiga ministro, ya se le arrancó la moto”?
Nunca.
-O sea es sólo la vocera que sale públicamente y explica que así es el estilo suyo.
Ella tendrá su estilo y yo el mío. Y otros ministros tienen el de ellos.
-Usted fue ministro de Agricultura del presidente Lagos. ¿Era igual de suelto en sus declaraciones?
Averigua en el ministerio de Agricultura, hay discursos famosos míos ahí.
-¿Con este mismo lenguaje de hoy?
Por supuesto pues hombre
-¿Como diputado fue así también?
Igual. Revisa lo que eran mis intervenciones en la Cámara de Diputados, las cosas que dije. Investiga lo que fue la acusación constitucional que terminó con la destitución de un ministro de la excelentísima Corte Suprema de ese tiempo.
-Tenemos mala memoria los chilenos entonces
Pésima.
-¿Usted se considera incontinente verbal?
No
-¿Aplica filtro?
Por supuesto. Si yo dijese todo lo que sé, uf…
-¿Ahí sí ardería la pradera?
Es probable.
Sin eufemismos
Jaime Alfonso Campos Quiroga dice que en su casa las cosas las dice de la misma manera: al pan, pan; y al vino, vino. Su mujer, con la que está casado hace 32 años, ya está acostumbrada, dice el ministro. También sus tres hijos.
Todos los hijos del ministro trabajan en el gobierno. José Manuel es cientista político y trabaja en la Direcon desde el primer gobierno de Bachelet. Hoy está destinado a la OMC en Ginebra. La hija del medio, Sofía Ignacia, es abogada en la fiscalía del Ministerio de Agricultura. “Creo que es una pinche de grado 12 o 13 en el escalafón”, dice el padre. Y el hijo menor, Juan Antonio, es ingeniero comercial y trabaja en el Ministerio de Energía.
“Yo no tengo nada que ver con la llegada de ellos a esos lugares, que fue mucho antes de que yo llegara al ministerio de Justicia”, explica Campos para evitar suspicacias.
La familia del ministro también incluye a su hermana Elcira, que vive en San Pedro de Atacama, y el rito de ir a ponerle flores a sus padres cada vez que viaja a Constitución. En esa ciudad tiene una casa y allí planea instalarse cuando sea más viejo. Para ir sin apuros al club social del pueblo, para jugar dominó, para conversar con los amigos. Volver al lugar de donde salió a los 12 años para irse a estudiar.
“De repente esta sofisticación de los santiaguinos tiende como a incomodarme, pero también me he ido acostumbrando al lenguaje y a los modos de acá. Locus regit actum: uno debe seguir la ley del lugar”, dice.
-Ya casi termina su periodo en Justicia. ¿Aplica más control en sus dichos? Se lo pregunto porque hace pocas semanas lo hizo otra vez. Salió a comentar un informe de lo que gasta el Estado por preso: “En cada reo no se gastan $ 700 mil, ¿de a dónde? Le estarían dando de comer caviar o filete”…
Bueno, es una manera de explicar, de graficar aquello. ¿Qué es lo que hizo Gendarmería? Tomó todo su presupuesto y lo dividió por 42 mil presos. Pero más del 70% del presupuesto de Gendarmería se gasta en sueldos, en movilización, en traslados. Con suerte gastarán $ 100 mil directamente en un reo, o aún menos: $80 mil, $50 mil.
-Es que no son sus opiniones, ni siquiera sus argumentos, lo que provoca. Es la forma en que dice las cosas. Aludir en este caso al caviar, por ejemplo.
Digo lo que realmente pienso. A unos les gustará, a otro no. Nos malacostumbramos a no decir las cosas claramente, recurrimos mucho al eufemismo. Yo si hablo es porque tengo algo que decir. El deber de la autoridad es orientar a la ciudadanía