El vecino impredecible
El viernes 7 de julio el coronel Óscar Oettinger debió emprender un viaje urgente. Esa jornada, el agregado policial de Chile en Bolivia se trasladó desde La Paz a Uyuni con una misión especial: verificar las condiciones en que se encontraban el suboficial de Carabineros, Jaime Díaz, y el cabo segundo Nicolás Morales, detenidos durante la mañana de ese día.
En un operativo policial, ambos uniformados traspasaron la frontera en la persecución de un vehículo que no se detuvo ante un control, y huyó hacia el país vecino.
El hecho no sólo provocó un incidente que llegó a los canales diplomáticos y volvió a poner a Bolivia en el epicentro de la política exterior chilena, sino que además opacó el primer gabinete binacional con Perú, que se desarrollaba ese mismo día en Lima, y que servía de marco a Santiago para mostrar que Chile no es "el Israel de Sudamérica", como había dicho Morales y que mantiene buenas relaciones con sus países vecinos.
La primera gestión de la Cancillería chilena para monitorear el incidente fue enviar una nota diplomática a La Paz para solicitar la liberación de los dos carabineros. Sin embargo, con la llegada de Oettinger a Uyuni se tomó conciencia de que enfrentarían una fuerte ofensiva mediática desde Bolivia.
El agregado policial pidió en varias ocasiones ingresar a ver a los dos carabineros, pero los uniformados bolivianos le negaron el acceso. En virtud de ello, Santiago envió el sábado una nota de protesta, en la que defendía el derecho a la asistencia consular en virtud de la Convención de Viena.
A esa altura, el control de daños de los hechos se desarrollaba con el recuerdo aún fresco de la detención de nueve bolivianos el 19 de marzo pasado, que pudieron regresar a su país hace sólo dos semanas, tras 120 días detenidos en Alto Hospicio.
El caso le dio a Evo Morales una inesperada oportunidad para criticar a Chile durante tres meses tanto en Bolivia como a nivel internacional, aludiendo a un tema sensible como los derechos humanos, y tensionó al máximo la relación bilateral.
Diálogo de sordos
Mientras se conocían informaciones del incidente fronterizo, en Lima la Presidenta Michelle Bachelet monitoreaba la incipiente crisis con el canciller Heraldo Muñoz y el subsecretario de Interior, Mahmud Aleuy, quienes la acompañaban en el gabinete binacional con Perú.
En medio de las actividades en Lima, Aleuy sostuvo un breve diálogo con el ministro de Gobierno de Bolivia, Carlos Romero, uno de los hombres de mayor confianza del Presidente Morales en su gabinete.
Ambos acordaron retomar el contacto durante el día para coordinar las gestiones que permitieran la liberación de los carabineros. Sin embargo, según relatan quienes conocen la trama del incidente fronterizo, ese viernes Aleuy intentó comunicarse en varias ocasiones con Romero, pero éste no volvió a responder sus llamados.
En paralelo, el Gobierno de Bolivia difundió un comunicado para referirse a la detención de los dos carabineros chilenos. “Perseguían un auto reportado como robado, cuando cruzaron la frontera ilegalmente”, decía el texto. Además, se mencionaba que los uniformados “intentaron darse a la fuga”.
A juicio de la diplomacia chilena, el planteamiento de Bolivia permitía la vía rápida para la devolución de los carabineros por los convenios de cooperación entre las policías de ambos países.
Sin embargo, horas después Bolivia emitió un segundo comunicado en el que cambió la frase clave del texto. En la nueva versión, el Gobierno de Morales señaló que los carabineros “fueron visualizados ilegalmente en un vehículo patrullero que circulaba a gran velocidad y al percatarse de la presencia de policías bolivianos, se dieron a la fuga”.
Bajo esa configuración, devolver a los uniformados a Chile parecía un gesto de Morales para mostrar diferencias con cómo se llevó el caso de los nueve bolivianos detenidos en nuestro país.
“En La Paz no”
Días después del incidente, y con los carabineros ya de regreso en Chile, los mensajes subieron de tono y giraron en base a concordar una reunión del comité de fronteras, encuentro suspendido desde 2010.
El canciller Muñoz reveló que en marzo Chile propuso, a través de una nota, reactivar el mecanismo, pero que no obtuvo respuesta. Tras una serie de diferencias públicas se llegó al 25 de julio como fecha para sostener la reunión.
Y mientras Bolivia propuso La Paz como sede del encuentro, en Santiago rechazaron de plano dicha posibilidad. “En La Paz no, por ningún motivo” fue el mensaje que se repetía en el Edificio Carrera, sede de la Cancillería chilena.
Reunirse en la capital boliviana, dicen fuentes diplomáticas, era convertir el encuentro en una nueva jugada mediática de Morales. Finalmente, se acordó una reunión en Santa Cruz.
La “bolivianización”
Hasta la semana pasada sacaban cuentas alegres en la Cancillería por el gabinete binacional con Perú y la visita a Chile del Presidente argentino, Mauricio Macri. Ambos hechos mostraban la buena relación con el resto de los países vecinos y echaba por tierra las acusaciones de Morales de que nuestro país es el “Israel de Sudamérica”.
Todo iba bien hasta el incidente fronterizo del 7 de julio, que modificó completamente el escenario. “Evo seguirá siendo impredecible, agresivo, complicado, y eso puede empeorar” de cara al fallo que la Corte Internacional emitirá -probablemente- a mediados del próximo año por la petición de Bolivia de tener un acceso soberano al mar, relata un ex canciller.
Ese vecino complicado en el que “realmente no se puede confiar en Evo Morales”, como dijo hace algunos meses en T13 Semanal el periodista Ascanio Cavallo, quien lideró la estrategia comunicacional de los juicios con Bolivia en La Haya.
Con La Paz “no hay cómo planificar”, dicen en la Cancillería para explicar cómo se proyecta la relación con Morales. “No hay manera con Bolivia y Evo, porque no responden a los cánones normales”, explica un ex ministro que ha debido conversar con el Gobierno del país vecino.
En distintos sectores políticos e incluso a nivel diplomático hay quienes reclaman por "desbolivianizar" la política exterior chilena. Pero la conclusión es sólo una: Conseguirlo es imposible.