“No podemos desperdiciar esta oportunidad”. Con esas palabras, Fernando Matthei, ex miembro de la Junta Militar y ex comandante en Jefe de la Fuerza Aérea -fallecido el domingo pasado a los 92 años- logró convencer a Augusto Pinochet de aceptar la propuesta inglesa de colaboración en la Guerra de Las Malvinas contra Argentina.
Corría el año 1982 y, según relata el ex general en el libro “Matthei, mi testimonio”, de las autoras Patricia Arancibia e Isabel de la Maza, los británicos se contactaron solo con él para pedir colaboración mutua.
“Me conocían desde la época en la que fui agregado aéreo en Inglaterra. Como saben, estuve allá algo más de dos años, visitando sus industrias de material de guerra y estableciendo contactos con los altos mandos británicos y autoridades del ministerio de Defensa”, cuenta en el texto.
“A mí me consideraban un amigo (…) Además, hablaba inglés ‘de corrido’”, relata el ex general.
De acuerdo a Matthei, la historia comenzó así: dos días después de la invasión argentina a la isla, lo contactó el Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Británica, Wing Commander Sidney Edwards.
“Venía con una carta de Sir David Grant, Comandante en Jefe de las Fuerza Aérea Inglesa, para ver en qué podíamos ayudarlo. Tenía plenos poderes para negociar conmigo y coordinar cualquier cosa que pudiéramos hacer juntos, lo cual me pareció muy interesante”, relató el ex miembro de la Junta Militar.
Acto seguido, Matthei se reunió en privado con Pinochet. Dice que le manifestó que “no podríamos desperdiciar esta gran oportunidad. Y es que a nosotros no nos convenía para nada que los argentinos ‘le pegaran’ a los ingleses, puesto que – con seguridad- seríamos los siguientes”.
Matthei estaba seguro que el dictador argentino Leopoldo Galtieri tenía claras intenciones de invadir Chile y había que actuar anticipadamente: “Mal que mal, ellos mantenían pretensiones territoriales sobre nuestro suelo”.
A su juicio, “considerando que el mismo general Galtieri había declarado que nosotros seríamos los próximos, yo no quería que ganaran la guerra contra los ingleses”.
De esta forma, afirma que Pinochet le encomendó a iniciar negociaciones, pero en estricto secreto.
“El general Pinochet me autorizó a trabajar en forma estrictamente confidencial con los ingleses, evitando por todos los medios que se enterara el ministerio de Relaciones Exteriores”.
La conveniente negociación con los ingleses
En su testimonio, Matthei relata que el gobierno de Margaret Thatcher les propuso valiosísimo armamento militar, a cambio de información de inteligencia. Y que a través de Edwards “lo autorizaron para ‘vendernos’ – al precio nominal de una libra esterlina-, seis aviones Hunter que se traerían de inmediato a Chile, un radar de larga distancia, misiles antiaéreos y tres bombarderos Canberra de reconocimiento fotogramétrico a gran altura”.
Según el fallecido general, “esta material era muy importante para nosotros, sobre todo los aviones de reconocimiento, puesto que en la Fuerza Aérea chilena no teníamos ni uno solo. (…) Además, mandaron un avión Nimrod parecido al 707 de pasajeros, pero transformado, para hacer vigilancia electrónica – radares- y de comunicaciones – radio-”.
Matthei asegura que nunca se le entregó detalle de la información recabada a Pinochet. “Nunca, por la sencilla razón de que si llegaba a ‘saltar la liebre’, él estaría en condiciones de jurar que no sabía nada. Así podría decir que el culpable era Matthei y que lo echaría de inmediato”.
El polémico aterrizaje en Punta Arenas
En su relato, el ex miembro de la Junta Militar admite que durante el conflicto, un helicóptero británico cayó a tierra cerca de Punta Arenas, lo que encendió los ánimos con el país vecino, que ya sospechaba la colaboración mutua con Londres.
“Un día llegó Sidney Edwards a confesarme lo que había pasado. Le pregunté cómo había podido suceder un incidente de esa naturaleza, considerando que ellos acordaron no efectuar operaciones militares hacia Argentina desde territorio chileno, y que ningún avión inglés que hubiera operado contra ese país aterrizaría en Chile (…) Sin embargo, habían organizado una operación de comandos para destruir los aviones Super Étendard franceses de la marina argentina, que eran los que portaban los misiles Exocet”.
Según describe, “lamentablemente, los comandos se extraviaron a causa de las pésimas condiciones meteorológicas y no les quedó otra que aterrizar en Chile”.
Dice que lo hicieron “en un claro al oeste de Punta Arenas”. Y aunque incendiaron de inmediato la nave para evitar sospechas, el humo se propagó y “llamó la atención, por supuesto”.
En su narración, lamenta que en poco tiempo los argentinos se enteraron: “Claro que sí, y nosotros tuvimos que darles explicaciones. La verdad es que me enojé mucho con los ingleses y tuve que poner la cara frente al general Pinochet”.
“Nunca recibí un reconocimiento especial (de Londres)”
Fernando Matthei cuenta en el libro que la relación con los ingleses terminó cuando culminó el conflicto bélico:
“(Se extendió) Lo que duró la guerra. Nosotros nos quedamos con los radares, los misiles y los aviones, y ellos quedaron satisfechos por haber recibido a tiempo la información que necesitaban. Se acabó el negocio y a Sydney Edwards lo despidieron al día siguiente”.
Posterior a lo sucedido, asegura que “nunca recibí un reconocimiento especial (de Londres)”.
Sin embargo, agrega que fue bien tratado por los ingleses.
“Posteriormente, fui invitado a Inglaterra y si bien es cierto que nunca se habló del tema, ellos sabían muy bien por qué me invitaban, y yo también. Me trataron con mucha cordialidad: incluso me dejaron volar el Harrier, esa mezcla curiosa de avión y helicóptero”, sentenció el fallecido general sobre lo que fue el cierre extraoficial de una relación de interés mutuo.