Alrededor de una hora antes que Alejandro Guillier reconociera su derrota en el Plaza San Francisco, dirigentes del Partido Radical llegaron al hotel con un objetivo en mente: esperar los resultados disfrutando del cóctel para 300 personas que habían financiado. Para su sorpresa, los aperitivos y los canapés habían sido cancelados por instrucciones de Juan Carlos Soto, asesor del candidato. Fue la primera señal de que los escrutinios no serían favorables. Antes de abandonar el local esa noche, los dirigentes radicales se preocuparon de dejar en claro que el cóctel les pertenecía, no estaba cancelado, sino postergado, y lo activarían a la primera oportunidad que tuvieran algo que celebrar.
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