Cuando Fujimori era un buen amigo de Chile
Por Pedro Schwarze
Alberto Fujimori, el gobernante peruano que dirigió los destinos de su país durante una década (1990-2000) al frente de un Ejecutivo autoritario o seudodictatorial, que dio un autogolpe de Estado, que ordenó la economía nacional, que derrotó a Sendero Luminoso, que fue acusado y condenado a 25 años de cárcel por casos de violaciones a los derechos humanos y que acaba de ser puesto en libertad gracias a un indulto del Presidente Pedro Pablo Kuczynski en un aparente acuerdo con el fujimorismo para evitar la destitución del actual mandatario, encabezó uno de los mejores períodos, sino el mejor, para las relaciones bilaterales entre Chile y Perú.
En ese diagnóstico coinciden tanto en el mundo político como diplomático de la época, al recordar que se avanzó en resolver temas pendientes y fortalecer la relación comercial.
“Fue un muy buen período, sin duda. Fue una buena relación, resolvimos una buena cantidad de problemas. No recuerdo algún incidente que haya sido negativo para nuestras relaciones. En ese tiempo se completaron las llamadas Convenciones de Lima, se fijó definitivamente la frontera –aunque después haya algunos problemas. Fujimori parecía siempre muy interesado en resolver bien los problemas pendientes”. Así recuerda el senador electo José Miguel Insulza esos años, cuando fue canciller de Chile entre 1994 y 1999, en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
En ese tiempo se completaron las llamadas Convenciones de Lima, se fijó definitivamente la frontera –aunque después haya algunos problemas. Fujimori parecía siempre muy interesado en resolver bien los problemas pendientes
Con Fujimori al frente del Palacio Pizarro se suscribió el Acta de Ejecución del Tratado de 1929 y el Acuerdo de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, y en noviembre de 1999 se convirtió el primer gobernante peruano en la historia en realizar una visita de Estado a Chile, algo que fue retribuido con una visita del Presidente Frei en febrero de 2000.
En conversación con T13 Semanal, Insulza afirma que, en materia de política exterior, Fujimori “no era una persona que estuviera muy casada, muy influida por asuntos del pasado, porque la historia siempre pesa mucho. Él, al contrario, no tenía tanto ese problema. Tuvo cancilleres que, siendo conocedores del tema, eran fundamentalmente personalidades de fuera del sistema de la Cancillería, y con ellos nos llevamos muy bien”.
Para el columnista y periodista peruano Augusto Álvarez Rodrich “durante la década fujimorista la relación Lima-Santiago alcanzó un gran nivel. Pero contra lo que se suele pensar a veces en Lima y en Santiago, dicha relación no se ha deteriorado y, por el contrario, ha seguido mejorando. La mejor evidencia de ello es que, en el camino, ha habido incidentes de todo tipo, desde un diferendo limítrofe marítimo que se resolvió en la Corte de La Haya, hasta casos de espionaje, pasando por varios problemas propios de países vecinos, pero la relación siempre se mantuvo con primera importancia en los dos países a partir de la convicción de que mejor nos va a ir mirando juntos el futuro que haciéndolo por separado”.
Luis Jochamowitz, biógrafo del ex gobernante y autor del libro Ciudadano Fujimori, concuerda que en la década de 1990 las relaciones Perú-Chile fueron bastante buenas y la política exterior de Alberto Fujimori “tuvo buenos resultados”, pero destaca que durante el primer gobierno de Fernando Belaúnde Terry (1963-1968) también hubo muy buenas las relaciones: “Era amigo de Frei (Montalva), quien vino de visita (a Perú), cosa bastante inusual en los 60”.
Durante la década fujimorista la relación Lima-Santiago alcanzó un gran nivel
Chile, el modelo económico
Una visión bastante distinta tiene José Rodríguez Elizondo, el analista, ex diplomático, abogado y columnista chileno y autor de una serie de libros entre los que destaca Perú y Bolivia contra Chile, consultado sobre si se podía afirmar que la década fujimorista fue el mejor período en la historia reciente de las relaciones entre Chile y Perú sostiene que “dicho así, es una leyenda urbana bastante menesterosa, pues las buenas relaciones se limitaron a lo económico-empresarial”. Y destacó que en “lo político llegaron a ser tensas”.
“Yo trabajaba cerca del canciller Enrique Silva Cimma cuando nuestro gobierno -de Patricio Aylwin- y el de Fujimori aprobaron las Convenciones de Lima de 1992, que ponían fin a todos los conflictos pendientes de la época. Pero en 1993, viendo que su texto podía perjudicar sus opciones futuras de poder, Fujimori las retiró abruptamente del Congreso, cuando estaban en su trámite final. Lo hizo sin aviso previo a Aylwin e ignorando a nuestro embajador en Lima, Carlos Martínez. Fue una gran ‘rotería diplomática’ que sólo pudo solucionarse a fines del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, tras ardua tarea reparadora de dos cancilleres peruanos y dos cancilleres chilenos”, asegura Rodríguez Elizondo.
Sobre las razones de la apuesta de Fujimori por mantener buenas relaciones con Chile, bien podría estar el interés de tener el flanco exterior tranquilo en momentos en que, en el plano interno, luchaba contra los grupos extremistas, en que imponía su institucionalidad política y un nuevo ordenamiento económico. Sin embargo, un factor relevante habría sido que el entonces Presidente peruano veía de alguna manera a Chile como un modelo económico y de desarrollo a seguir. Incluso, como ese modelo estaba asociado a la figura de Augusto Pinochet “entonces Fujimori se promovía como el ‘Chinochet’ para justificar la conveniencia de su autocracia”, dice Álvarez Rodrich.
Según el ex canciller Insulza, Alberto Fujimori “hizo muchos cambios en la política económica de Perú y la verdad es que sí estaba muy interesado en el caso de Chile. No le voy a decir que se sentía identificado, pero se sentía cómodo con la política que tenía Chile al respecto”.
Chile era y es un modelo al que aspirar, plantean analistas peruanos. "Quizás Fujimori tenía en mente otros modelos, como Singapur o los ‘tigres de Asia’, pero sus más activas bases de apoyo, como los grandes empresarios, tenían a Chile como modelo indiscutido”, destaca Jochamowitz.
Fujimori renunció a su cargo en noviembre de 2000, desde Tokio y por fax, en medio de una creciente crisis política y ante graves denuncias de corrupción en su gobierno. Permaneció en Japón –mientras en Perú se abrían procesos judiciales en su contra- hasta que en noviembre de 2005 tomó la sorpresiva decisión de regresar a Sudamérica. Pero no lo hizo a Perú, sino a Chile, en lo que él consideró una estrategia para un primer acercamiento a su país.
Aunque sigue siendo una incógnita, ya que nunca ha revelado las razones de por qué decidió viajar a Chile, tal vez pudo considerar que las buenas relaciones Lima-Santiago durante su gestión como Presidente podrían beneficiarlo en sus planes para, desde aquí, dar el salto del retorno a Perú. Eso “debe haber influido en elegir a Chile en su desastroso regreso desde Japón. Quizás creyó que la buena relación del pasado no sería olvidada, o que, dada la pésima relación con el gobierno de (Alejandro) Toledo, Chile lo acogería para tenerlo como una ficha política en la relación con el Perú. Felizmente el gobierno chileno fue muy claro desde el primer momento, lo contrario habría sido el peor error que podía cometer”, destaca el autor de Ciudadano Fujimori.
Por su parte José Rodríguez Elizondo considera que “es posible que (Fujimori) contara con nuestra tierna ignorancia y hasta acariciara la idea de una cierta complicidad. Por su falta de arraigo cultural en su propio país, no procesaba la densa complejidad de las relaciones chileno-peruanas”.
Quizá, según Augusto Álvarez Rodrich, Fujimori sintió que Perú “lo iba a recibir con los brazos abiertos, (de tal forma que) decidió volver y hacerlo vía Santiago por la cercanía como una pascana ideal para su inmediato retorno en olor a multitud”. Pero el olfato político de Fujimori falló. “Las cosas habían cambiado –prosigue Álvarez Rodrich-, pues regresó (a Perú, en septiembre de 2007) extraditado (desde Chile) para ir a la cárcel donde estuvo más de una década tras un juicio impecable que concluyó que fue un asesino y un ladrón, hasta que logró acorralar al Presidente Kuczynski para que lo tenga que indultar para que su gobierno pueda sobrevivir, pero esa ya es otra historia”.