-A mediados de los 2000 Chile bajó de 48 a 45 horas a la semana y los resultados fueron positivos. Ahora se bajan a 40. ¿Cuál es tu diagnóstico?
-Los franceses y portugueses tuvieron la experiencia de avanzar en disminuir las horas de trabajo cuando tenían un nivel de desarrollo parecido al que tenemos hoy día. Ahí surgió la idea de una reducción importante. Entonces, hicimos un estudio con la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad en 2018-2019 sobre la factibilidad de la propuesta. Y no era positiva. Pero el proyecto que se estaba discutiendo era otra cosa a la de hoy.
-¿Muy distinto?
-Se hacía una reducción de 45 o 40 de una vez. Quiero decir que, como presidente de la Comisión y habiendo participado en ese estudio que hicimos tres o cuatro años atrás, estoy contento de que hayamos tenido un proceso que permitió converger a una ley que tiene muchos elementos que son positivos; pero otros podrán ser mejorables y discutibles.
-¿Una mejor ley de la que tú esperabas?
-Absolutamente. Y estoy tratando de hablar desde una perspectiva más bien neutral. Toda política tiene impactos positivos y negativos. Y esta los tiene.
En primer lugar, Chile no es una anomalía en trabajo semanal. En los 37 países de la OCDE, que son más avanzados, hay algunos donde se trabaja un poco más o un poco menos. Unas 41 horas promedio a la semana.
-¿Y Chile también?
-Tenemos una jornada legal máxima de 45 horas, pero horas efectivas trabajadas son en torno a las 41 horas. Lo que muestra la evidencia es que en la medida que el ingreso va subiendo, los países se van dando “un lujo”, van siendo capaces de generar prosperidad fundamentalmente a través de acceder a más ocio, más tiempo libre para la familia. Si nosotros creciéramos al 3% durante los próximos años, en 2030 tendríamos la misma trayectoria que Francia o Australia.
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-¿No te parece difícil?
-Es discutible. En 2030 tendríamos las 37 horas al día que trabaja el promedio de la OCDE. Pero si crecemos el 2%, lo alcanzaríamos recién en 2038. Entonces ahí hay una señal de alerta con respecto a la importancia de una política pública para crecer un poco más.
-¿La ley puede provocar desempleo?
-El problema es que los trabajadores que son menos productivos por temas de educación y capacitación, tienen una probabilidad más alta de perder su empleo ante una reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas.
-¿Cómo se enfrenta ese aumento de la cesantía?
– Sirve como ejemplo la experiencia francesa, en términos de que una manera de atenuar los eventuales costos, es que la disminución de horas sea gradual, no de una vez. Y la ley que se aprobó en la Cámara introduce una gradualidad de cinco años. A mí eso me parece razonable.
-¿Pero aparte de la gradualidad?
-Hay que ir haciendo evaluaciones durante el proceso para ir viendo los impactos, reconociendo aquellos tipos de trabajo donde esto tal vez significa perder el empleo o de generar mejores condiciones en empresas medianas o pequeñas a las cuales esta ley les haga más difícil seguir siendo competitivas.
Recordemos que los franceses tuvieron que revertir algunas de estas decisiones. Esto va a generar beneficios, pero puede tener efectos negativos al aumentar el costo por hora de la persona y por lo tanto la posibilidad de desempleo.
-En todo caso, ¿no eres escéptico sobre la ley?
-En un contexto en el cual durante los últimos años el debate de política pública se ha degradado mucho, en donde la opinión de los técnicos ha quedado relegada a un segundo plano, me parece que la ley es un aporte, aunque exige importantes ajustes. En paralelo con la propuesta de reducción de la jornada, hay que establecer algunas políticas complementarias.
Insisto: es bueno ir evaluando el proceso. Creo que el producto final es mejor que el que teníamos cuando partió la discusión. Fue un proceso muy positivo que ojalá pudiera usarse como ejemplo para otras reformas.
-¿Te sorprende que este proyecto haya sido del Partido Comunista?
-Me da lo mismo quién es el que parte. Lo que me importa es que partidos que tienen miradas y aproximaciones al tema económico, que muchas veces parecieran irreconciliables con la de uno, sean capaces de terminar unánimemente construyendo una reforma que vaya en la dirección correcta.
Muchas buenas ideas terminan transformadas en una pésima política. Yo creo que en este caso las circunstancias trajeron una dosis de realidad y lo que terminó resultando fue un análisis más mesurado. El resultado, en mi opinión técnica, es mucho mejor que lo que había originalmente. Pero lo que falta ahora es que reconozcamos que tenemos que ir evaluando los impactos que ocurren para que en caso de algún tipo de empresa o sector o trabajador que se vea demasiado perjudicado, podamos en paralelo implementar políticas para ayudarlos.
-¿Este choque entre tiempo libre y progreso económico, que parecen ir en la antípodas, pueden ser aliados?
-Absolutamente. La razón por la que los países europeos más avanzados que nosotros, generan prosperidad en las personas que viven en ellos es por dos razones: trabajo y tiempo libre. La verdad es que los alemanes, los franceses, los japoneses y los norteamericanos no tienen más ingresos que nosotros porque trabajan más.
-¿Descansan más?
-En Alemania hoy día se trabaja al año 1400 horas, un promedio de 500 horas menos al año que nosotros. Eso significa un par de meses menos de trabajo. A pesar de trabajar muchas horas menos que nosotros, son capaces de generar niveles de ingreso por persona de salario mucho mayores. Entonces, la razón es que los franceses, los alemanes y japoneses como son mucho más eficientes son más productivos. Y se pueden dar el lujo de generar en menos tiempo valores agregados mucho mayores y liberan por lo tanto tiempo para el ocio. Como son más eficientes, logran este nivel de ingreso trabajando menos, pero también invirtiendo menos. No solo trabajan mejor, sino que invierten mejor. Así liberan tiempo para ocio y recursos para el consumo.