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Política

Cambio de gabinete: el puzzle que a Piñera le costó armar

Cambio de gabinete: el puzzle que a Piñera le costó armar
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El presidente se tomó varios días para dar con una fórmula que le permita contar con un equipo de ministros buenos en lo técnico, de sensibilidad de centro derecha, sin un pasado que le complique sus labores y que representen un nuevo aire a un mandatario con la popularidad en un 14%.

1) La caída de Apoquindo 3000

El presidente deshizo su círculo de extrema confianza que lo acompañó entre los dos Gobiernos y en estos 20 meses de mandato: la trenza Chadwick-Pérez-Blumel. Para un Piñera desconfiado que premia la lealtad, seguramente fue tremendamente complejo reconocer que su ministro del Interior y hombre de mayor confianza política, Andrés Chadwick, no contaba con ninguna chance para permanecer en el gabinete. Había evitado sacarlo en el movimiento de junio –pese a que el dirigente UDI estaba sumamente dañado como consecuencia del caso Catrillanca y por algunos índices de delincuencia­–, pero en medio de la mayor crisis política y social de Chile de las últimas tres décadas mantenerlo se hizo insostenible.

A diferencia de Chadwick –menos UDI que piñerista, según se resentía en el propio gremialismo–, el presidente optó por no sacar del todo a su ex vocera, Cecilia Pérez, otra integrante de su estrecho anillo, que pasará de un ministerio político a Deportes (literalmente, una salvada). Desde el estallido de la crisis el viernes 18, tanto Chadwick como Pérez habrían defendido posiciones firmes al interior del Gobierno con respecto a la seguridad y orden público.

2) Cambios en subsecretarías

Dos subsecretarios juraron como ministros: Lucas Palacios, que pasó desde la subsecretaría de Obras Públicas a ministro de Economía, y María José Zaldívar, subsecretaria de Previsión Social que pasó a liderar su cartera, la de Trabajo, en reemplazo de Nicolás Monckeberg. El presidente, en el complejo puzzle que armó con dificultad en medio de la crisis, necesitaba dar con una fórmula que parecía prácticamente imposible: que técnicamente los nuevos respondieran a los cánones de un Gobierno de centro derecha, pero que al mismo tiempo conecten con las actuales demandas ciudadanas. En ese contexto, se buscó en el mundo municipal y descartó las figuras del Parlamento, incluso peor valorado que el Ejecutivo por la ciudadanía.

El ascenso de Palacios y de Zaldívar, rostros jóvenes y sin una marca negativa que pudiera dificultad su trabajo futuro, representa un intento del presidente de darle frescura a su gabinete. Al nuevo ministro de Economía se le reconocen sus capacidades comunicacionales –le gusta mucho la prensa–, mientras a la nueva titular de Trabajo, su transversalidad: de pasado DC, en el primer Gobierno de Michelle Bachelet fue fiscal de la Superintendencia de Seguridad Social. El futuro del resto de subsecretarios, en cualquier caso, no está definido: no se descartan nuevos cambios en esa línea de mando, en breve.

3) Blumel, el jefe de gabinete

La llegada de Gonzalo Blumel a Interior era una de las fórmulas que Piñera tuvo siempre sobre la mesa, porque resultaba altamente probable que sería el único integrante de la fórmula Apoquindo 3000 –el núcleo duro del piñerismo– que “sobreviviría” a este complejo cambio de gabinete. Es esa, justamente, una de las razones que lo llevaron desde la SEGPRES a Interior: Blumel pertenece al corazón del piñerismo y es un hombre de total confianza del presidente. Su edad, por otra parte, jugó a su favor: tiene 41 años y una historia política relativamente nueva que facilita su acción en estos tiempos complejos, a diferencia de lo que le ocurría a Chadwick. Técnico que comenzó bajo el alero de Cristián Larroulet en el primer Gobierno de Piñera, entre 2014 y 2018 fue el arquitecto del programa del segundo mandato de Piñera, desde la Fundación Avanza Chile (“el nuevo guardián del piñerismo”, le llamaban).

En el oficialismo, por otra parte, se le reconoce su desempeño en la SEGPRES en estos primeros 20 meses de Gobierno. Pese a que no tenía mayor experiencia política y parlamentaria, ha logrado empujar una agenda legislativa con la oposición con mayorías en ambas cámaras. Sin un pasado que lo complique y de posturas abiertas en lo valórico y moderadas en lo político –luego de Felipe Kast, Blumel es el “número dos” de Evópoli– pareció un hombre necesario para un ministerio del Interior en el ojo del huracán.

4) El triunfo de Evópoli

Siete años después de su fundación como movimiento en 2012 y luego de cuatro años de su constitución como partido en 2015, Evópoli se quedó nada menos que con Interior y Hacienda: Gonzalo Blumel e Ignacio Briones, respectivamente. El poder que acumula esta colectividad causó molestia de RN, que con la salida de Cecilia Pérez se quedó sin representación en los ministerios de La Moneda. Porque Karla Rubilar, que llega a la vocería, tiene sensibilidad RN, pero no milita en ese partido al que renunció para formar parte de Amplitud, con Lily Pérez, una tienda que la actual ministra de la SEGEGOB también abandonó.

Una de las cartas que se habrían barajado para un ministerio político era el diputado Mario Desbordes, actual timonel de la tienda de Antonio Varas 454, pero el presidente Piñera optó por no sacar figuras del Parlamento (entre otras razones, por la falta de valoración ciudadana). En cualquier caso, consultado por las presiones partidarias desde Chile Vamos para la conformación del gabinete, Desbordes indicó hace unos días que el cambio de gabinete es una definición que va a hacer el presidente: “Y hemos dicho desde el día uno que lo apoyamos”.

5) Pocas sorpresas

Fue un cambio de gabinete profundo –tocó a todo el comité político y a las dos piezas fundamentales del equipo económico, Hacienda y Economía–, pero no sacó a todos los ministros, como en el momento álgido de la crisis se valoró en el Gobierno. Mantuvo a la ministra Marcela Cubillos en Educación, porque se le valora la fuerza política que demostró luego de la acusación constitucional, aunque su permanencia representa sin duda un posible nuevo foco de conflicto con la oposición, los estudiantes y los gremios de profesores. Pero una de las marcas de este cambio de gabinete fueron sus pocas sorpresas, lo que no es extraño del todo: no era momento de arriesgar.

El rostro que causó mayor impacto fue el del abogado Julio Isamit, de 30 años, exlíder estudiantil de los movimientos de protesta de 2006, que encabezará Bienes Nacionales en reemplazo de Felipe Ward. Se le eligió entre otras razones, porque dada su biografía –creció en San Bernardo y estudió en el Instituto Nacional– entrega nuevos aires a un gabinete que en ocasiones se observa monocolor. El ministro Isamit –como Sebastián Sichel, titular de Desarrollo Social– es hijo de la meritocracia.

6) Ward regresa al Congreso

El actual ministro de la SEGPRES, que tendrá la enorme misión de sacar adelante la agenda social anunciada por el presidente que requieran de discusión parlamentaria, no es un desconocido en el Congreso, todo lo contrario. El militante UDI, Felipe Ward, de 47 años, ejerció 12 años como diputado por Calama. A diferencia de Blumel cuando debutó en como ministro de la SEGPRES, por lo tanto, Ward llega a una cancha conocida que conoce perfectamente. Con probabilidad, dado el ambiente polarizado de la política local, es de los ministros que deberá enfrentar un mayor reto en las próximas semanas.

7) ¿Qué jugó a favor de Hutt?

La ministra del Transporte, Gloria Hutt –también Evópoli, como Blumel y Briones– es una de las grandes sobrevivientes de este cambio de gabinete, donde el presidente también optó por mantener a Jaime Mañalich en Salud, pese a su fama de implacable. En el caso de Hutt, llamó especialmente la atención su sobrevivencia, dado que fue por el alza del precio del metro que explotaron las protestas sociales el pasado viernes 18. Sus declaraciones en las primeras horas del conflicto –cuando indicó que los estudiantes no tenían razones para protestar porque a ellos no se les subía el boleto o que no se echaría pie atrás en el alza– hacían improbable que se quedara. Pero primó su gestión anterior, marcada por los intentos de cambiarle el rostro al ex Transantiago, la incorporación de buses eléctricos, entre otras iniciativas.

Aunque ha tenido un desplome importante en las encuestas, el presidente también habría valorado un tema de fondo: que el malestar social responde a problemas más profundos que los 30 pesos de aumento del metro de Santiago.

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