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Revista Capital | Fernando Felicevich: el agente

Revista Capital | Fernando Felicevich: el agente
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En estos últimos días, Fernando Felicevich ha sido foco de acusaciones de parte de futbolistas y comentaristas deportivos. Dicen que a través de su empresa Twenty Two (que representa a 261 jugadores, entre ellos, Alexis Sánchez, Gary Medel y Arturo Vidal) los influencia negativamente. Tras ello, el argentino salió a defenderse. Aquí, pasajes desconocidos de su historia y los detalles de su negocio, en el que también tiene como clientes a Isidora Jiménez, Chrsitian Garín y Nicolás Jarry.

Por: María José López e Isabel Ovalle
Ilustración: Ignacio Schiefelbein

Cuando aterrizó en Split apagó el celular. Era la primera vez que lo hacía por varios días seguidos. En septiembre del año pasado, el argentino Fernando Felicevich (49) viajó durante un mes junto a su mujer, Karina Lange, y sus dos hijos, Ciro y Sol, para conocer la tierra de donde vienen sus antepasados, y apenas puso un pie en Croacia, tomó la decisión de desconectarse de todo. Solo dio un número de teléfono de emergencias a un selecto grupo de personas. Entre ellos, Alexis Sánchez, Arturo Vidal y Gary Medel.

Quienes conocen al representante argentino dicen que está pensando seriamente eliminar el Whatsapp. “Si Guardiola puede, yo también”, ha comentado en su círculo. “Cada vez que mira el móvil, tiene cerca de 100 mensajes nuevos. Eso le molesta”, indica alguien de su entorno. Estos días, la situación se ha multiplicado.

Felicevich fue acusado de malas prácticas y de influenciar negativamente con su empresa Twenty Two. Se dijo que controla la industria del fútbol en Chile. Cuenta un cercano que tras las acusaciones no quería ni mirar el teléfono, salvo cuando vio que “Alexis, Arturo o Gary” le mandaban sus señales de apoyo.

Con sus representados tiene una relación pseudopaternal. “Lo admiran, lo ven como un pilar, como una autoridad, como un modelo a imitar”, indica una persona del medio futbolístico.

Es precisamente esa confianza la que hoy lo tiene en entredicho. Dicen que él no solo los orienta en lo deportivo y que maneja la relación con sus sponsors, sino que además toma decisiones personales por ellos. Y que la carrera de quienes no están con él se trunca. En la industria, varios desmienten las acusaciones.

Esta es la historia del agente más poderoso de Chile.

Somisa y el manicomio

Sobre el techo de una gran empresa en San Nicolás de los Arroyos, en el extremo norte de la Provincia de Buenos Aires, colgaba un cartel que decía: Somisa (Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina). Corrían los años 70 y Felicevich, un adolescente oriundo de esa zona, le parecía que la palabra sonaba bien: cuando le preguntaban su nombre, respondía “Fernando Somisa”. Un amigo hacía lo mismo, pero con Renault. “Era un juego de niños, pero ejemplifica el anhelo que tenía de ser parte de algo que parecía importante”, cuenta un cercano.

Nicolás Felicevich, el abuelo de “Fer”, como le dicen sus amigos, llegó de Europa a Argentina buscando nuevas oportunidades. Jorge Felicevich, su padre, se desarrolló como camionero. “Le prestaban uno con el que trasladaba ladrillos, arena y todo tipo de materiales de construcción”, relatan desde su entorno. Y su madre, Delia Carrillo, trabajaba limpiando un banco.

Era una familia sencilla. El piso de la casa era de tierra, el techo de cartón. Llevaban una típica vida de barrio: en las mañanas él y su hermana, Marisa, iban a Don Bosco, un colegio de curas, y en las tardes jugaban en la calle con los vecinos.

Nada de fútbol por esos años: lo que a él le apasionaba era el rugby. Su primer “hito” futbolero lo vivió en 1978, para el Mundial. Tenía 8 años, y quienes lo conocen, agregan que hasta hoy no sabe si lo que le causaba más entusiasmo era el torneo, o la televisión (la primera que conoció de cerca) que compró su padre para el evento.

Pocos años después, cuando tenía 11, un cáncer al pulmón terminó con la vida del patriarca. “Fumaba dos cajetillas diarias, por lo que hoy el agente le tiene ‘bronca’ al cigarro”, relata una persona que lo conoce. Entonces, asegura la misma fuente, él se hizo agnóstico. “Si alguien le relataba algún pasaje bíblico, él le respondía: ‘Y bueno, explícame por qué mi papá está muerto’”, cuenta.

Al terminar el colegio, entró a Arquitectura en la Universidad de Rosario, a 80 kilómetros de su ciudad. El dibujo y la construcción no eran lo suyo, así es que en 1990 optó por Ciencias Empresariales, una carrera de negocios que recién comenzaba a dictar la Universidad Austral, ligada al Opus Dei. Según cuenta un amigo, él era de los ordenados y mateos del curso y que ahora, mirando atrás, dice que le hubiera gustado ser más “pinganilla”.

Su madre no podía costear los estudios sola, así es que él “pituteaba” donde podía: lo hizo en un restaurante, en una fábrica de pinturas y en un manicomio, donde trabajaba como recepcionista y asistente del administrador. “A Felicevich le encantaba. Comía con los 25 internos y tenía buena onda con ellos. Era un loco más”, relata una persona que lo conoce de esos años.

Precio a la marca

A mediados de los 90, Christian Zaracco, quien fue su profesor del ramo de Economía en la facultad, lo invitó a trabajar con él al banco francés BNP Paribas, en Buenos Aires. Y Felicevich partió. Estuvo ahí tres años como gestor de fondos de inversión. Quería hacer carrera de negocios, así es que en paralelo se matriculó en el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEM), donde hizo un MBA.

En 1996 lo trasladaron a París, ciudad en la que vivió 12 meses. Volvió a Argentina y se cambió de trabajo. Lo contrataron de la agencia de publicidad McCann Erikson y lo dejaron a cargo de las finanzas. Él se encargaba del brand evaluation. Es decir, ponerle precio a las marcas. Sin sospecharlo, Felicevich iniciaba su carrera como agente. “Es lo que hoy hace con los futbolistas: les da el valor”, indica un colaborador de su empresa.

En la firma había un proyecto de cinco años, en el que un grupo de ejecutivos con potencial para estar en primera línea eran trasladados a alguna de las sucursales que la agencia tiene en el mundo. Su primera parada: Madrid.

Corría el año 2000, y aunque lo de él eran los números, a veces participaba en el área creativa de la agencia. Un caso concreto fue Telefónica. La compañía había comprado un portal de internet, y el mandato era darle un nombre. Debía tener una “T” inicial y un significado en latín. “Estuvieron días pensando. Hasta que llegaron a ‘Terra’”, recuerda un ex ejecutivo de McCann, quien agrega que en el proceso participaron varios compañeros, pero que Felicevich tuvo un rol destacado. Y comenzaron a invitarlo a estos brainstormings. Hasta que de frentón pasó a integrar esa área de la compañía.

Después el agente emigró a Londres, a Nueva York, Buenos Aires y al final, en 2004, llegó a Santiago. Y de aquí no se fue más.

Nace el “repre”

Cuando cumplió un año en Chile, McCann le dio la opción de elegir dónde seguir. Felicevich escogió Hong Kong, al igual que otro compañero de la empresa. El cupo era para uno y la agencia le dio el puesto a este último. El argentino se molestó y renunció. En paralelo conoció a Karina Lange, su mujer, quien esos años trabajaba como modelo en Chile y con quien tiene dos hijos.

En 2005 se encontró con un viejo amigo de San Nicolás, Pablo Lenci, entonces jugador de la Católica. Él tenía un representante que lo había dejado y le pidió que lo asesorara. En esos años, el asunto del agente no estaba del todo desarrollado, así es que Felicevich lo ayudó en el papeleo. “Lenci quería ganar 2 y Fer le hizo ganar 5. Más del doble”, ejemplifica alguien que trabaja en Twenty Two.

El argentino armó su propia agencia, Marka, que se especializaba en branding de empresas. Sus clientes eran Mall Plaza, Paseo Ahumada, entre otros. También asesoraba a unos pocos deportistas: Lenci trajo a Arturo Norambuena y Milovan Mirosevic. Todos de la UC. En un principio, lo hacía como un hobby, pero el argentino veía un potencial negocio.

“Felicevich pensaba: ‘El retail anda bien, Chile tiene empresas espectaculares, la economía funciona, en algún momento el fútbol tiene que transformarse en una industria rentable, con inversión’. Y pasó. Se crearon las sociedades anónimas, los clubes se transformaron, empezaron a poner dinero”, explica un empleado de Twenty Two.

En 2006 conoció a Alexis Sánchez. Norambuena se dedicaba a asesorar a jóvenes deportistas y le pidió ayuda con algunos. Viajaron a Calama y fue ahí donde se topó con el tocopillano, quien a sus 16 años, demostraba gran talento como delantero en Cobreloa. “Notó que el muchacho era superior”, relata alguien de Twenty Two.

Felicevich viajó a conocer a la familia de Sánchez en Tocopilla. Le dejaron la pieza más importante de la casa para que él durmiera. “Era la única que tenía techo”, relata un cercano a Alexis. Otro agrega: “La de Fernando solía ser más modesta. Por eso, cuando partió esta pega y recorría los barrios de los jugadores,  no se sorprendía. Él les contaba que su padre era camionero, les mostraba fotos de su casa y al ver que sus historias congeniaban, los jóvenes futbolistas se sentían cómodos”.

Se hizo cercano a la madre de Alexis, quien le firmó un permiso notarial para que su hijo pudiera salir de Chile, y encadenó todos los pasos hasta que, meses después, Sánchez firmó en 2008 por Udinese, en Italia. En ese minuto, Alexis ganaba 90 mil pesos al mes. El trasandino logró que ese monto subiera a 1 millón. El pase dejó heridos en el camino: Cobreloa se molestó con Felicevich por recibir, a su parecer, una comisión baja.

Después el “chico maravilla” llegó a Colo Colo y Felicevich conoció al Chupete Suazo. Arturo Vidal y Gary Medel también se sumaron a la lista. Hoy, ya son 261 sus representados.

Consejos

Fernando Felicevich no tiene planes de volver a Argentina. Aquí está instalado, desde el 2012 tiene su casa en Chicureo, sus amigos (todos argentinos) y permiso para votar (es residente y está en trámites para tener nacionalidad chilena). Solo cruza la cordillera durante las vacaciones o feriados para visitar a la familia de su mujer en Córdoba.

Aquí se levanta todos los días a las 6 de la mañana. Lleva a sus dos hijos, de 10 y 6 años, al colegio cerca de su casa, va al gimnasio y alrededor de las 8:30 AM se instala en Twenty Two, su centro de operaciones emplazado en el quinto piso de un edificio de Vitacura, donde hay varias oficinas que dan a un gran salón central en el que hay sillones y una pantalla gigante que siempre exhibe un partido. Su “privado” es minimalista: hay un par de sillones grises, una pequeña mesa redonda con cuatro sillas, grandes ventanales con vista a la cordillera, un escritorio y, al lado de su computador, un termo amarillo para tomar mate. 

Eso cuando está en Chile: en enero y agosto está siempre fuera del país, pues son las fechas de transferencia de jugadores. Por lo mismo, está en permanente contacto con clubes extranjeros y tiene relación fluida con Pep Guardiola (Manchester), José Mourinho (ex Manchester), Zinedine Zidane (Real Madrid), Ernesto Valverde (Barcelona), entre otros.

Su primer empleado en Twenty Two fue Claudio Lagos. Hoy, en total hay 50 personas más, entre ellas, siete agentes repartidos en oficinas que tiene aquí, en Buenos Aires y en Lima. En Santiago están Dani Behar, Sebastián Rozental, Andrés Lagos y Claudio Lagos. En Buenos Aires está Gustavo Goñi y Matías Aldao, y en Perú, Pablo Torti. Además, tiene colaboradores en Brasil, México, Estados Unidos y subcontrata a agentes por pases.

Pero hay jugadores, como Alexis, de los que se encarga exclusivamente él. Con Vidal pasa lo mismo. Por ejemplo, cuando “el rey Arturo” chocó en su Ferrari, en plena Copa América en Chile, al primero que llamó fue a él. Felicevich partió y logró que lo dejaran pasar la noche con él. “Se le puede criticar de muchas cosas, pero a los jugadores los acompaña siempre. Ellos lo valoran y confían. Por eso lo buscan”, cuenta una persona de esta industria.

Un abogado recuerda otro episodio con Vidal. “Para el bautizazo, la gran embarrada ocurrió en la conferencia de prensa. Y el único que no estaba ahí era Arturo. Apenas pasó todo, Fernando lo subió en un avión de vuelta a Europa”, cuenta el jurista.

A los futbolistas además los aconseja dónde invertir, qué propiedades comprar (o no), a qué medios hablar (o, mejor, no hacerlo). También les corrige la ortografía de los tuits (los críticos dicen que él los pautea). Para muchos, su opinión vale demasiado y lo ven como un modelo. Por ejemplo, cuando Sánchez se construyó su primera casa, le dijo a la arquitecta que quería “que fuera igual a la de ‘Fer’”.

¿Cuánto gana?

Varios sacan cuentas sobre cuánto gana Felicevich: tiene a los jugadores con los contratos más caros del país.

El negocio de Twenty Two consiste en cobrarles a los clubes por la transferencia de jugadores. Aunque en esta industria dicen que el porcentaje asciende a un 10%, desde la firma de Felicevich aeguran que es entre 3% y 5%. “Antes se cobraba más, ahora el mercado está muy desarrollado, hay más representantes a los que se puede acudir”, señalan.

Enfatizan en que ningún jugador paga mensualidad y que todo lo relacionado con contratos comerciales, publicidad y sponsors lo gestiona Vibra, otra firma que creó el argentino en 2014. “Fernando tenía todos los derechos de imagen de los jugadores. Era demasiado trabajo, entonces trajo a Enrique González, quien ve esta línea del negocio”, dice un ejecutivo de su círculo.

Y añade: “Felicevich ya está pensando qué hacer cuando no quiera viajar más, y le dijo a Kike ‘por qué no armamos una empresa que se dedique a esto y a pensar otros eventos”. Vibra tiene 60 empleados y organiza, por ejemplo, la Comicón (feria de cómics que ellos trajeron de Argentina). Entre sus representados están el animador de televisión Julián Elfenbein, los Power Peralta, la atleta Isidora Jiménez y los tenistas Nicolás Jarry y Christian Garín.

Quienes conocen estas dos empresas –una está en el piso 5 y la otra en el 10 del mismo edificio– dicen que cada una factura cerca de 6 millones de dólares al año. Es decir, entre las dos juntan alrededor de 12 millones de dólares anualmente. La explicación no convence a todos. “Solo Alexis aporta más de 2 millones de dólares a cada una de las compañías”, dice un abogado cercano al tocopillano.

Los ingresos de Twenty Two varían. Por ejemplo, en 2014, cuando el Arsenal pagó 38 millones de euros por el traspaso de Sánchez, fue un buen año. Lo mismo en 2015, cuando el Bayern desembolsó 35 millones de euros por Vidal. “Se dice que Fernando se ha enriquecido en este negocio. ¿Y qué hay de malo? Es efectivo que le va muy bien. Pero al igual como a varios de su generación: él tiene un MBA y está bordeando los 50”, ejemplifica un asesor.

Hay quienes creen que una parte de las ganancias se queda en Europa. Sin embargo, desde su oficina aclaran que toda la plata entra a Chile. “Después de cada transacción, hay que descontar pasajes, hoteles, impuestos, comisiones a agentes del extranjero. Hay mucho de mito en todo esto”, insisten de Twenty Two.

El “padrino”

Felicevich está consciente de que él ha colaborado en alimentar el misterio que gira a su alrededor: no habla con la prensa y cuando lo critican, no se defiende. Pero hace dos semanas rompió su autoimpuesta tradición. En una columna lo compararon con Karadima: quienes estuvieron con él aseguran que el trasandino se enfureció. Y esa noche, luego de tener una pesadilla en la que a sus hijos los expulsaban del colegio, decidió hablar.

Días antes, el periodista Juan Cristóbal Guarello escribió una columna sobre Felicevich titulada “El Padrino”, por la similitud que a su parecer existe entre el argentino y el protagonista de la película que habla sobre la mafia italiana.

Una persona que lo conoce dice que el único parecido con el personaje interpretado por Marlon Brando es el nombre del filme: el argentino hoy es padrino de varios de los hijos de sus representados.

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