Por qué Thomas Piketty, la estrella de la economía mundial, sugiere crear una moneda latinoamericana
Thomas Piketty es el economista del momento, con su aguda crítica a la desigualdad.
El profesor francés fue una de las más grandes atracciones del Hay Festival de Cartagena, Colombia, donde llenó la plaza y cada una de las salas por las que pasó. En esa ciudad de la Costa Caribe conversó con BBC Mundo la semana pasada acerca de los desafíos latinoamericanos para combatir la inequidad.
Habló del riesgo de una paz sin igualdad en Colombia, de los errores de Venezuela, del manejo que Argentina ha hecho de su deuda pública y compartió una idea, una propuesta, aventurada: la creación de una moneda común en América Latina.
En América Latina la inequidad es un problema grave, ¿hay voluntad de revertirla?
En América Latina las élites económico-financieras todavía deben enfrentar las reformas fiscales y sociales necesarias para que la mitad de abajo de la población, los dos tercios de abajo, tengan acceso a la clase de servicios educativos, de salud, a los que no siempre acceden.
Es importante recordar que en Occidente, en Europa Occidental, en Norte América, hizo falta que se dieran grandes cimbronazos políticos –la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique– para que las élites occidentales aceptaran las reformas sociales y fiscales, en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que finalmente redujeron la inequidad y llevaron por un tiempo a un patrón de desarrollo más equitativo y sostenible.
Espero que las élites latinoamericanas, de India, de China, aprendan de esas lecciones y no esperen a que haya un malestar social extremo antes de realizar las reformas necesarias para un crecimiento sostenible.
¿Cuán diferentes son los desafíos ante la inequidad en los países desarrollados y en los países en desarrollo?
Hay elementos en común: más transparencia sobre los activos financieros trasfronterizos, más coordinación sobre cómo se tasan las ganancias de las grandes corporaciones multinacionales.
Pero algunos desafíos son específicos. En Europa, hacer que funcione la eurozona; en América Latina es necesario construir una capacidad más eficaz del Estado, una política social y combatir la corrupción.
En un país como Brasil, pero es algo que se ve en toda América Latina, incluida Colombia, hay una estructura fiscal que se depende mucho de los impuestos directos, tasas al consumo, muy altos impuestos a la electricidad.
Y luego si se hereda una fortuna se paga 0% o 2% en impuestos.
Tiene que ser más equilibrado. No puede pagarse 20% o 30% de impuestos en la cuenta de electricidad y 0% si se recibe una gran fortuna de la familia.
Usted dijo recientemente que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, ¿qué puede hacer el gobierno colombiano para modificar eso?
No hay suficiente transparencia acerca del ingreso, la riqueza y la inequidad en Colombia, así que lo primero que habría que hacer es mejorar el acceso a la información fiscal, sobre ingreso y riqueza, para que lo sepa el público colombiano y para que una discusión democrática pueda basarse en evidencia seria, con la que se pueda comparar a Colombia con Brasil, a América Latina con Norteamérica y Europa y otras partes del mundo.
El gobierno de Colombia avanza en un proceso de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el que ya se ha acordado un punto acerca de la reforma rural. ¿Es, en el siglo XXI, la reforma del campo un paso firme hacia la reducción de la inequidad?
Creo que todavía es importante tener un desarrollo equilibrado entre los diferentes territorios de un país.
De hecho, la inequidad territorial extrema puede alimentar el malestar social, puede alimentar la violencia; y ciertamente ha sido una de las razones de la violencia en este país.
Así que definitivamente el llevar más inversión a las áreas rurales es uno de los desafíos para tener una paz y un desarrollo sostenibles en este país.
Quiero también decir que soy escéptico acerca de algunas estimaciones que sugieren que el impacto bruto de la paz no será lo espectacular que uno espera.
Creo que no sabemos realmente cómo medir el impacto positivo de la paz, pero mi intuición es que será mayor de lo que algunos estiman.
En los últimos diez años en algunos países de América Latina se ha cerrado en cierta medida la brecha de la inequidad. ¿Fue por resultado de políticas públicas o por los altos precios de los commodities, especialmente el petróleo?
Está claro que los precios de los commodities han jugado un gran papel en los altibajos de muchas de los países de América Latina en los últimos 15 años. Lo que es realmente importante es usar los períodos de alto precio decommodities para invertir en otros sectores; y eso es algo que no se ha hecho tanto como se debería.
Ahora bien, en algunos países latinoamericanos los precios de los commodities no son la única razón para un buen desempeño a nivel social. Pienso en algunas reformas educativas, como la introducción Bolsa Familia (programa de subsidios condicionados) y el salario mínimo en Brasil.
Un caso extremo de los vaivenes de atar la economía al petróleo es Venezuela. ¿Si alguien en el gobierno venezolano viniera a preguntarle qué hacer para resolver la situación del país, qué le diría?
El de Venezuela es un caso muy triste.
Hay acuerdo en que el dinero que provino del petróleo probablemente se usó de una forma más equitativa para financiar inversión social bajo (el gobierno de Hugo) Chávez que en gobiernos anteriores.
En cierto modo, esto es positivo.
Pero al mismo tiempo, de cara al futuro, no han invertido apropiadamente en sectores ajenos al petrolero.
Y, más importante aún, han tenido muy poca democracia, muy poca transparencia, hubo ataques a la neutralidad del instituto de estadísticas y a los medios.
Eso nunca puede funcionar.
Algunos países latinoamericanos enfrentados al pago de grandes deudas decidieron entrar en cesación de pagos o no priorizar los compromisos externos. ¿En el largo plazo, es esa una buena estrategia para combatir la inequidad?
La experiencia latinoamericana de décadas recientes, pero también la de los últimos dos siglos, muestra que hay que ser cauteloso con un exceso de capital extranjero, una excesiva inversión extranjera.
Creo que la solución correcta no es prohibir toda inversión extranjera o ingreso de capital foráneo, sino tener mucho cuidado de cuán lejos llega.
La inequidad es difícil de regular pacíficamente dentro de cualquier comunidad política, pero lo es más aún cuando la inequidad es externa a la comunidad, cuando hay acreedores extranjeros a los que hay que pagar haciendo sacrificios dentro del presupuesto doméstico.
Entiendo la tentación de entrar en cesación de pagos. Mire, esto no debería ser un tabú. En la historia ha habido muchas deudas que nunca se pagaron. Después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa la deuda pública de Alemania se redujo a cero, porque se eligió invertir en crecimiento, invertir en las nuevas generaciones, invertir en el futuro.
Así que creo que a veces tiene que haber una reestructuración. Pero luego, en el futuro, no debemos dejar que este tipo de grandes flujos de capital extranjero jueguen un rol tan grande y pongan en riesgo a los países.
Entonces, ¿la cesación de pagos en la que incurrió Argentina, por ejemplo, ha sido buena idea?
Ha habido mucha especulación y muchos actores financieros que hicieron mucho dinero con la deuda argentina, y creo que debe haber una restructuración de la deuda argentina y que se deben respetar los acuerdos que se alcanzaron con la mayoría de los acreedores en los últimos diez a 15 años.
Dicho esto, son necesarios acuerdos de reestructuración colectiva, y yo apoyo las propuestas que se han hecho en este sentido; pero también necesitamos no volver a hacerlo en el futuro.
Un país no debería tomar prestado demasiado del exterior y no debería aceptar demasiada inversión de capital extranjero, porque eso pone en riego la soberanía nacional y la habilidad de desarrollar un consenso nacional sobre la desigualdad, sobre la distribución de los gravámenes, de los esfuerzos impositivos, del gasto público.
Esa debe ser la lección para el futuro.
También creo que una más profunda integración regional política y monetaria puede ser útil.
Realmente espero que algún día la eurozona de un ejemplo convincente al resto del mundo de que una unión monetaria que funciona.
Es mucho más fácil controlar los flujos de capital a gran escala que al nivel, relativamente pequeño, de un estado nación.
Así que en América Latina, en el largo plazo, ciertamente es un asunto que será debatido.
Pero una moneda común en América Latina sería mucho más difícil de implementar que en Europa...
No estoy diciendo que toda América Latina debería ir hacia una moneda común el año próximo. Hay que tomarse tiempo para pensar en esto.
En primer lugar, la eurozona debe intentar demostrar a América Latina y al resto del mundo que esto puede funcionar.
Lo que no funcionó en el caso de la eurozona es que no se puede tener una moneda única con 19 deudas públicas diferentes, 19 tasas de interés diferentes sobre los que los mercados financieros pueden especular, 19 diferentes impuestos sobre sociedades, todos compitiendo unos con otros.
Hay que pensar no sólo acerca de una moneda común sino también acerca de un Parlamento de la eurozona que pueda votar en un nivel común de déficit, un interés de deuda común, un impuesto sobre sociedades común.
No hace falta unificar todo, pero hace falta unificar al menos los instrumentos presupuestarios, como la deuda pública, el impuesto sobre sociedades, que ya no pueden seguir siendo decididos a nivel nacional.
Esto no fue hecho de forma apropiada cuando se creó el euro, espero que ahora los países de la eurozona se muevan en esa dirección.
América Latina debería esperar y ver qué pasa con este experimento y luego hacerlo a su manera.
Pero esto debería suceder en el largo plazo.
¿Hecho de forma apropiada, el establecimiento de una moneda común podría realmente beneficiar a la región?
No sé si para toda América Latina o para subgrupos de países latinoamericanos, pero sí, si se hace en conjunto con una regulación democrática de una moneda común.
El riesgo es que se haga sin democracia, de forma puramente tecnocrática, con funcionarios no electos decidiendo no sólo sobre la política monetaria, sino también sobre la política presupuestaria.
Si todo esto es tenido en cuenta, creo que una más estrecha unión política, presupuestaria y monetaria en América Latina o en un subgrupo de países de América Latina puede ocurrir.