“De más está decir que el cambio cultural llegó para quedarse, y que el comercio, especialmente, ya nunca más podrá entenderse como lo que fue. Tendremos que reinventarnos, no por un periodo, sino que para siempre”, dice Manuel Melero, líder de la Cámara del Comercio, cuyo sector está paralizado hace un mes. Decidieron cerrarlo, para frenar la propagación del coronavirus, pero dice “ya no dan más”. Quieren reabrir, pero saben que tienen que hacerlo de una manera gradual y tomando todas las precauciones posibles, con normas claras. Por ello, ya tienen el borrador de un protocolo que darán a conocer este viernes y que esperan se la guía que les permita recuperar su normal actividad.
El documento -conversado entre Melero y los distintos socios del comercio- contempla reglas estrictas. Por ejemplo, ya no se permitirá el tránsito infinito de personas en un centro comercial, sino que habrá un chequeo a la entrada y salida, de modo que se respete un número acorde con la norma sanitaria: 1 metro cuadrado por persona.
“Hay que olvidarse de ver a 100 mil personas en un centro comercial un día domingo. Eso ya no va más, y probablemente el tope va a ser de 10 mil personas”, sentencia Melero. Esto implica mayores medidas de seguridad, como limitar la presencia de un número determinado de personas por tienda, y la exigencia de que cada local disponga de mascarillas y alcholgel, además de desinfectar los pisos todos los días.
El gobierno tiene los ojos enfocados en este sector porque por esencia genera aglomeraciones. Por lo mismo, los empresarios del sector están conscientes que deben evitar, a como dé lugar, los grupos masivos. Además, buscan todos los elementos para hacer más atractivo el comercio online, cosa que varias compañías, incluida Falabella, se habían resistido. “Esto obviamente implica que el comercio se va a encarecer”, recalca Melero, quien asegura que el servicio de atender a menos personas lo hace más exclusivo, pero por lo mismo más oneroso.
Entre los restaurantes también se preparan. Ya varios saben que tendrán que disponer de menos mesas por local, de modo que las personas no estén tan cerca, lo que obviamente generará “que salir a comer sea un gustito caro”, dice uno de sus dueños, quien asegura que están viendo de qué forma reabrirán. Apuestan a que parte de sus empleados puedan tener algún turno de trabajo que les genere alguna remuneración, aunque saben que abrir de noche dependerá necesariamente de un eventual retiro del toque de queda.
La decisión de abrir las puertas del comercio, en todo caso, no es tan sencilla. Está sobre la mesa la idea de que las personas no están saliendo a comprar productos no esenciales, por lo que varios locatarios no saben si les es rentable reabrir en los próximos días. “Porque puede ser que no llegue nadie”, dicen.
Una realidad mundial
El protocolo que implementará el comercio en Chile responde a una realidad mundial, aplicable a distintos rubros empresariales, y que es visto con atención desde el sector privado nacional. En Estados Unidos, por ejemplo, son varias las compañías que en sus edificios corporativos piensan en traer de vuelta a los ascensoristas, para que las distintas personas que entran y salgan no tengan que tocar varias veces el botón para subir y bajar. También están pensando en hacer más puertas automáticas, de modo que el contacto de manos sea el menor y evitar no sólo el brote actual, sino que los que ya se proyectan, vendrán de ahora en adelante.
Las oficinas ya no tendrán el mismo look. Hay que olvidarse de los espacios abiertos y los coworks. Y sobre todo de intentar maximizar el uso del m2, cuyo precio está por las nubes en las principales ciudades del mundo. Ahora, ya todos saben que tendrán que tener a menos gente trabajando en el mismo lugar de antes, y eso va a implicar dos cosas, proyectan analistas: una posible reducción del empleo, apostando para que más procesos sean automatizados, y una probable baja en la demanda de arriendos y ventas de oficinas, al mismo tiempo que se impulsará con más fuerza que nunca el teletrabajo.
De hecho, la Universidad de Chicago acaba de realizar un estudio en el que concluyeron que el 37% de los trabajadores en Estados Unidos podría hacer teletrabajo. Y el MIT, a comienzos de abril determinó que el 34% de la fuerza laboral de ese país, desde la primera semana de ese mes, estaba teletrabajando, lo que significa un número muy significativo, considerando que antes de la pandemia, sólo un 4% lo hacía. Conclusión: se estima que entre un 25% y un 30% va a realizar teletrabajo finalizada la crisis, no todos los días, pero sí dos o tres días a la semana.
Es un cambio radical que se ha generado, además, porque como explica VOX, los dueños de empresas han podido constatar que el trabajo a distancia funciona, cuestión que antes de la crisis generaba mucho escepticismo. En Chile, por ejemplo, el BCI ya había implementado este sistema, obligando incluso a sus ejecutivos a teletrabajar algunos días a la semana, cuestión que ahora, dicen desde la banca, se va a potenciar en todo el sector.
Las iniciativas que eviten el contacto se ha extendido a las distintas áreas. En Italia, por ejemplo, ya se estableció que las playas tendrán paneles divisores, de modo de evitar cualquier tipo de aglomeración.
Reglas en construcción
Invertir en la industria del aire acondicionado y ventilación también es una tendencia que llegó para quedarse: porque se van a exigir estándares de limpieza mucho mayor. En Estados Unidos, por ejemplo, muchos están pensando en invertir mobiliarios a base de cobre, porque saben que es un material que retiene menos gérmenes.
En la industria de la construcción, a medida que se están levantando las cuarentenas, saben que será esencial establecer túneles de sanitización a la entrada de las obras. “El coronavirus va a cambiar el modo de construir y los estándares con los que estábamos trabajando”, explica Patricio Donoso, el líder de la Cámara Chilena de la Construcción.
Hace un mes establecieron un protocolo para la industria, después de mirar lo que estaban haciendo afuera. La recomendación después de hablar con expertos ha sido exigir un mayor distanciamiento entre los trabajadores, no sólo en las obras, sino que en los comedores y espacios comunes, donde incluso han marcado donde debe sentarse cada trabajador, y ya no es permitido que entren todos juntos, por ejemplo a almorzar. Debe haber turnos, y el uso de mascarillas y guantes es obligatorio.
“Ejemplos del cambio de hábito hay varios. Ya no puede haber cinco trabajadores en un departamento mientras hacemos las últimas terminaciones, sino que recomendamos no más de dos. Y la mayor parte de las constructoras sabe que tienen que ampliar baños y espacios porque lo esencial es que no hayan muchas personas en un mismo espacio”, agrega Donoso.
La planificación de las obras cambió dramáticamente con el virus. Apuestan que habrá una tecnologización de faenas, sobre todo considerando que el tema humano se va a complejizar. Además la tendencia de la prefabricación de baños, por ejemplo, se va a profundizar, en el sentido que los artefactos ya no se instalarán en la obra, sino que vendrá como módulo, armado en fábricas, de modo de poner un cortafuego a la posibilidad de contagios.
La crisis del coronavirus cambió al mundo, y con ello a las distintas industrias que lo conforman. Las empresas que lograrán sobrevivir son las que logren adaptarse a los nuevos hábitos, que llegaron para quedarse.