Greta Thunberg dijo el pasado septiembre que el crecimiento económico es un "cuento de hadas” que mata el planeta. Su movimiento medioambientalista, "Fridays for Future”, llama a no comprar nada el Black Friday, este viernes. Sin embargo, para la mayoría de los economistas una solución de bajo o nulo crecimiento económico a favor del cambio climático no es seria e inaplicable a escala global.
"El grupo de Greta es un fenómeno económico muy avanzado", afirma Adam Tooze, profesor de historia de la economía en la Universidad de Columbia. "Está dentro del ámbito de la política razonable decir que las economías avanzadas no necesitan más crecimiento", añade.
Sin embargo, no es el caso de las economías pobres o en desarrollo, que enfrentan una "verdadera difícil elección" entre satisfacer "necesidades humanas existenciales", como agua limpia, saneamiento y atención médica, y buscar la rápida descarbonización necesaria para cumplir los objetivos del Acuerdo de París sobre el calentamiento global. Tooze explica que esto hace que la mayor parte del peso de la descarbonización recaiga en los países ricos. Él aboga por accionar las palancas existentes del capitalismo global para lograr el crecimiento sin huella de carbono.
Una de esas palancas son los bancos centrales, que, según Tooze, podrían diseñar políticas monetarias que favorezcan soluciones climáticas como energías renovables, tecnología de baterías y captura de carbono a gran escala y, a la vez, hacen que las inversiones sucias sean menos atractivas.
Tooze quiere que el Banco Central Europeo "se comprometa a comprar tantos bonos verdes como sea posible sin desplazar a los inversores privados", explica. "No existe ningún motivo para que los bancos centrales o los administradores de las reservas de divisas sigan avalando el Statu quo de los combustibles fósiles, que sabemos que no es sostenible", sentencia. El presidente del Bundesbank, por su parte, Jens Weidmann, afirma que "nuestro objetivo es la estabilidad de precios y la neutralidad del mercado es fundamental para nuestra política monetaria". En otras palabras, es tarea de los políticos, no de los bancos centrales, inclinar la balanza con billones de dólares para frenar el calentamiento global.
Capital verde
Otras instituciones financieras son menos asustadizas. A principios de este mes, el Banco Europeo de Inversiones (BEI) anunció que dejaría de apoyar proyectos de combustibles fósiles para fines de 2021. Eso sería alrededor de 2 mil millones de euros anuales que dejan de invertirse en hidrocarburos.
Los analistas de financiación climática acogieron con beneplácito la decisión del BEI, aunque señalaron que aún queda mucho por hacer. La financiación climática global alcanzó 612 mil millones de euros en 2017, todo un récord que descendió a 546 mil millones en 2018, según la Iniciativa de Política Climática, que aconseja la inversión verde. Este grupo de investigación estima que se necesitan anualmente unos 3,8 billones de euros para alcanzar el objetivo pactado en el Acuerdo de Paris.
No se puede esperar
El economista de Ashoka Mody, de la Universidad de Princeton, advierte que "no podemos darnos el lujo de esperar", haciendo referencia al aumento de la temperatura global.
Para Mody, la pregunta no es si la economía debe crecer, sino cómo, porque "tanta gente todavía es desesperadamente pobre". En su nivel más básico, el crecimiento económico es lo que permite a los niños hacerlo mejor que sus padres, dijo. Sin crecimiento, la gente puede "perder el incentivo para participar en la vida cívica".
Si bien existe un amplio consenso sobre que es necesario aplicar un impuesto importante sobre el carbono así como una regulación fuerte, Mody aboga principalmente por este último aspecto. "Las regulaciones funcionan. Las restricciones conducen a la innovación", dijo, citando la Ley de Agua Limpia de 1972 como ejemplo que obligó a la industria estadounidense a encontrar formas de limitar la contaminación del agua y seguir siendo rentables.