Familia Kunstmann compra el 25% de Kombuchacha
Fue la maña alimenticia de una hija, lo que originó el emprendimiento.
En 2010 María Prieto y Antonio Sánchez vivían en Zurich, ciudad donde él estudiaba un doctorado en sistemas complejos de energía. Entonces, una amiga española le enseñó a Prieto a preparar kombucha, una bebida probiótica, fermentada y gaseosa, que se realiza a partir del té negro o té verde con azúcar.
Su hija tenía un año y medio y no comía nada, “era muy frustrante” recuerda la agricultora biodinámica con estudios en Londres. Hasta que la menor probó la bebida.
“Algo había que le gustó, no sé qué, porque era cualquier cosa menos rica en ese momento”, agrega. Siguió perfeccionando el producto, hasta el punto que, según cuenta, su marido prefería tomar aquel líquido en lugar de una cerveza después de hacer deporte. Tras un año probando, logró una receta con la que produjo la burbuja perfecta.
Llegado el momento de volver a Chile, y ya con dos hijas, el matrimonio tomó la decisión de vivir fuera de la capital. El objetivo era generar empleos en alguna región y tener un negocio no estacional. En 2016 llegaron a vivir a Caburgua, en la Araucanía, “cuyo paisaje es similar al de Zurich de 200 años atrás”, comenta Prieto.
El salto a La Araucanía
“Los dos teníamos la suerte de tener títulos europeos y una historia de vida con muchos privilegios de educación sobre todo. Esta visión de mundo nos hizo reflexionar en entregar algo de vuelta. Y así elegimos La Araucanía, una zona agrícola con potenciales en temas de sustentabilidad”. En esa época la kombucha era solamente una receta casera de consumo habitual, recuerda.
En 2017, mientras almorzaban en su casa con sus dos hijas y una amiga, una de ellas probó la bebida. Estaba helada y burbujeante, recién salida del refrigerador, recuerda Prieto.
“Después de probarla me dijo ‘esto no es kombucha, es kombuchacha’. Mis hijas estallaron de la risa y comenzaron a bailar chachachá”. El emprendimiento ya tenía nombre: Kombuchacha.
Los amigos y vecinos empezaron a pedirles el producto de regalo y una cafetería de Pucón quiso comprarles. “Ahí pensamos ‘tenemos que pasar a ser algo profesional’”, rememora la fundadora. En ese mismo momento ella estaba conversando con Fork -firma de comida preparada y delivery ligada a la familia Ibáñez- por temas laborales y anecdóticamente llegaron a hablar de su producción de kombucha. La degustaron y la encontraron mejor que todas las que habían probado en el extranjero.
Así, ese mismo año la agricultora le dijo a su marido que tenían que lanzarse. “Ok, pero hay que ver los números”, respondió él. Solicitaron un estudio de mercado en Estados Unidos y se dieron cuenta de que esta industria no solo existía, sino que además varias marcas habían sido adquiridas por Pepsi o Coca-Cola y estaba creciendo un 25% anual.
Colores, sabores y etiquetas
En ese momento decidieron definir los pilares de la empresa: 100% natural, 100% viva y 100% justa, que incluyera la consideración de las personas desde el proveedor, pasando por el campo hasta el consumidor final. Además, todo debía ser aprobado por sus hijas: colores, sabores y etiquetas. La primera inversión fue precisamente para esto último: contrataron a la artista Elisita Balbontín, amiga de la infancia de la fundadora, y decidieron crear una botella atractiva y reutilizable.
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La primera venta a Fork ocurrió en 2018 y su fundadora nunca la va a olvidar. “Queríamos que saliera todo perfecto, estábamos partiendo, entonces en la noche cargamos la camioneta con todas las botellas que nos cabían, las aseguramos para que mantuvieran la cadena de frío y subimos con saco de dormir a nuestras hijas al auto”. Viajaron de noche a Santiago y a primera hora hicieron la entrega a la cadena minorista. Una persona clave en esta operación fue el CEO de Fork de ese tiempo, el holandés Victor Eijkman.
Desde ese momento Kombuchacha no ha dejado de crecer. Construyeron una fábrica en Freire, Temuco, cerca de la carretera, hoy tienen más de mil puntos de venta en todo el país, incluido Isla de Pascua y están presentes en los Jumbo. Tienen capacidad para producir 5 millones de litros y hoy buscan llegar a un millón. No fueron los primeros del mercado nacional en crear esta bebida, pero hoy aseguran tener el 75% de la participación.
Primeros vínculos con los Kunstmann
En 2019 conocieron a Armin Kunstmann, el fundador de la cervecería que lleva su nombre. El vínculo se los hizo un amigo emprendedor y “desde el primer minuto hubo mucha sinergia, éramos los dos del sur, las dos empresas eran familiares y habíamos partido en la cocina y ambas vendían bebidas”, destaca Prieto. Así, Kunstman se convirtió en un mentor, sumándose al apoyo que realizaban el hermano de María, Leo Prieto (fundador de Lemu), y el hermano de Antonio, un magíster en aguas de una universidad alemana.
La kombucha es una bebida milenaria, que se hace desde los mismos tiempos que el pan, dice Prieto, el proceso es el siguiente: “haces un té dulce, azúcar de caña y dejas que se transforme a través de un compendio de levaduras y bacterias (se forma un hongo) que son benéficas para el organismo”. Eso le gustó a los Kunstmann, y cuando además conocieron sus valores, “nos dijeron ‘ustedes están en la vereda favorable, donde hay que estar, que es la vereda donde se incluyen a las personas y al medio ambiente en las decisiones de negocio’”, comenta Prieto.
Siguieron las conversaciones y la familia Kunstmann decidió comprar el 25% de la compañía, pasando a ser su primera inversión en bebidas no alcohólicas. Esta familia comenta a DF MAS que además de los valores de la startup y el equipo humano que la conforman los motivó entrar al mundo de la kombucha, “por tratarse de una categoría emergente, que continúa en desarrollo en Estados Unidos y en la cual vemos un gran potencial”.
Asimismo, indicaron que esperan “aportar al crecimiento del emprendimiento con el cual compartimos los valores, el carácter familiar y pasión por la calidad y la sustentabilidad”.