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Revista Capital | El deber de Rosario Navarro

Revista Capital | El deber de Rosario Navarro
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En 2013 su papá, Andrés Navarro, le pidió que ocupara su lugar en el directorio de Sonda. Hace dos años entró como consejera a la Sofofa y desde hace uno es parte del directorio de la ACTI. Sin buscarlo, la licenciada en Estética, Rosario Navarro, entró de lleno en el mundo de la empresa. Aquí cuenta cómo ha sido su experiencia y por qué está convencida de que con más mujeres y mayor diversidad en los negocios, Chile puede ser más competitivo.

Por: Antonieta de la Fuente

Fotos: Verónica Ortiz

Este es el año de los viajes para Rosario Navarro (44 años). En dos semanas más parte a Yakarta y después en julio, a China. Todos viajes largos en los que, en su rol de miembro titular de ABAC, el consejo consultivo empresarial del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), se reunirá con líderes empresariales de todo el mundo. Se trata de un cargo titular que incluye a tres empresarios por país –en Chile también está Alfonso Swett y Richard von Appen– y que elabora un reporte anual con recomendaciones y prácticas de hacia dónde debería avanzar el mundo de la empresa en los países de la alianza. Este año, el documento tendrá la firma de Rosario.

Fue en 2013 que Andrés Navarro le pidió a su primogénita que tomara su lugar en el directorio de Sonda y así fue como Rosario debutó en el mundo empresarial –previamente trabajaba en el área de educación de Fundación Chile y antes en la Universidad Andrés Bello–. Así, de a poco, la licenciada en Estética empezó a conocer e interesarse en los negocios. Y hace dos años entró como consejera de la Sofofa, donde forma parte del comité ejecutivo. 

Sentada en una oficina de la Torre Santa María II, donde tiene su centro de operaciones, confiesa que no para. Acelerada y entusiasta, es de esas personas que se embalan cuando un tema le apasiona y termina hablando de varias cosas a la vez. Esa es su habilidad, dicen quienes la conocen: logra conectar diferentes puntos y mirar las cosas desde perspectivas diferentes con una mirada sistémica. Puede estar hablando de diversidad y lo conecta con tecnología, educación y competitividad.

Hoy, la actividad gremial se lleva casi la mayor parte de su tiempo. En la Sofofa, además del comité ejecutivo, también forma parte del comité Evolución Empresarial, una iniciativa en la que participan 14 miembros del gremio y que elabora una vez al año un documento que recoge los principios y las mejores prácticas que debiera tener una empresa del siglo XXI. “Se revisa una vez al año y se hacen ciertas recomendaciones respecto al tema inclusión y dentro está la diversidad de género”, explica.

Hace un año entró al directorio de la ACTI, donde es primera vicepresidenta; participa en cuatro fundaciones educacionales –Corporación Aprender, la Fundación Loyola, la Corporación Educacional de la Sofofa y los colegios Dunalastair–, todo eso sumado a su participación en ABAC y los viajes que implica, y a su rol como vicepresidenta en Sonda. Además, es mamá. De Aurora (22 años), que estudia Periodismo y está actualmente de intercambio en Australia, León (18), Beltrán (12) e Ismael (4).   

“A veces me tirita el ojo”, dice medio en broma, medio en serio. Y agrega: “Me pasa que a las mujeres nos coincide el peak de la productividad con la crianza de los niños. Y yo tuve que hacer un cambio de switch porque te enseñan que te tienes que hacer cargo de todo y que si delegas, estás siendo mala mamá. Y ahora Sergio (Coddou, su marido) hace los turnos y las mamás del turno ahora lo llaman a él. Al principio me daba culpa, sí, pero me acuerdo de que una vez le pregunté a la Patricia Matte ‘¿cómo lo hacías tú, Paty, que siempre trabajaste harto fuera de la casa?’. Y me contestó: ‘La culpa pues mi amor. Si no hubiera sido por la culpa, la verdad es que no hubiera vuelto nunca a la casa porque es muy entretenido trabajar’. Y me dio mucha risa porque me pasa lo mismo, este es un momento súper creativo, yo soy metida y me encanta, soy entusiasta y me entretiene mucho lo que hago. Y siempre estoy a mil por hora, pensando en lo que viene para adelante y conectando cosas, personas, ideas”.

Los cupos de la Sofofa

Fue hace un poco más de dos años. Rosario recibió un llamado de Bernardo Larraín para invitarla a sumarse como consejera de Sofofa. “Me tomó un poco por sorpresa, no era algo que estaba en mi horizonte cercano, no se me había ocurrido nunca. Pero cuando me convidó y me dijo de qué se trataba y qué era, dije, bueno aquí hay un desafío grande de hacer política no partidista, de construir. Y me di cuenta de que desde ahí podía ser más efectiva mi participación, tener una voz, ser escuchada. Y lo sentí como un deber”, cuenta. (Ver recuadro)

-¿Se ha ido notando este poder más femenino dentro del consejo?

-Somos cerca del 12% del total de consejeros, pero de alguna forma nos notamos mucho. Piensa que en el comité ejecutivo de Bernardo (Larraín), de los nueve miembros somos tres mujeres. Y creo que nuestra participación se ha empezado a notar en dos cosas. Uno, en la diversidad de la conversa, de miradas y opiniones. Y dos, en que las mujeres somos súper mateas, cuando entramos a un tema lo estudiamos a fondo, nos gusta estar involucradas, no vamos a ir de consejeras solo de adorno. De hecho, muchas de las comisiones están integradas por las pocas mujeres que hay. Y también pasa que las mujeres entramos en una especie de cofradía o hermandad. Cuando recién llegué, la Carmen Román y la Janet Awad fueron súper generosas y me invitaron a participar de varias cosas juntas.

-¿Qué ha sido lo más difícil?

-En las instancias de comité, nunca he sentido ninguna diferencia. Creo que hay harto espacio, nunca he sentido una discriminación especial o que tengamos poco espacio para referirnos a los temas que nos parecen más desafiantes o interesantes, porque cada uno va desde su expertise y más desde el camino que ha recorrido. Pero a nivel consejo, donde son mayoritariamente hombres, las dinámicas que se generan están más preestablecidas. El otro día leía una historia que contaba Obama. Él se dio cuenta en la Casa Blanca de que los hombres tienen una necesidad de hablar por hablar, y que las mujeres son más reservadas y guardan su opinión para cuando de verdad piensan que van a generar un cambio profundo. Y creo que eso sigue siendo una realidad.

-¿Ves voluntad real de los consejeros de la Sofofa de ceder espacios para que entren más mujeres?

-Creo que ahí tenemos un tema. Porque antiguamente no sé si tanta gente tenía interés de postularse como consejero de la Sofofa. En el pasado no me acuerdo de que haya tenido esta relevancia. No sé si será el cambio de estilo de Bernardo, pero ahora es como más visible. Le dio vuelta al quehacer del gremio. En el imaginario de las personas comunes y corrientes, la Sofofa era un lugar donde iban unos señores a fumarse unos puros y a tomar café. Y la verdad es que está lejos de ser eso. Es un lugar donde se debaten un montón de ideas y donde estamos también en un proceso de aprendizaje. Bernardo es muy mateo, tenemos un lujo de presidente gremial, es una persona que tiene harto coraje. Cuando tiene una opinión es súper claro, y creo que eso es súper atractivo hoy para mucha gente querer entrar a la Sofofa.

Endogamia y género

-Estudiaste Licenciatura en Estética. ¿Te has sentido alguna vez discriminada por no haber estudiado una carrera tradicional para un trabajo más empresarial?

-Nunca lo he sentido. La única discriminación ha sido mía. A veces digo “esto lo debería haber estudiado antes porque me es más difícil hoy”. No me arrepiento de haber estudiado Estética, pero cuando entré al directorio de Sonda, tuve que hacer un diplomado de contabilidad y finanzas, para entender mejor los balances. Sí me marcó mucho el colegio. Fui a un colegio de puras mujeres y desde chica te hacían sentir que las matemáticas no eran para ti. Y quizás habría sido regia para las matemáticas. Y creo que hoy esos sesgos o modelos se van acabando. Me pasa también que mi vida laboral ha sido súper rica, entonces muchas cosas las tuve que aprender haciendo. Y eso de learning by doing, a lo mejor no tengo ningún título que me dé un pedigree, pero hay ciertos conocimientos que fui adquiriendo en el camino que me han dado el apoyo para lo que hago hoy.

-Dijiste hace algún tiempo que Chile es muy endogámico y eso nos quita competitividad. ¿Cómo se ve esto en el mundo empresarial?

-Creo que cuando todos pensamos igual es muy poco probable que encontremos soluciones distintas, que a alguien se le ocurra una idea novedosa. Creo que en eso estamos perdiendo competitividad, no solo por la falta de inclusión de mujeres. Yo trabajé nueve años en una universidad, veía la diversidad entre el departamento de matemáticas, los físicos, los químicos; la manera en que miran el mundo es distinta. Y esa manera genera mucho más innovación. Cuando tienes equipos diversos, es increíble cómo se resuelven las cosas de otra manera. Y por eso lo conecto yo siempre con la educación. Nuestro sistema educativo es muy individualista, yo aprendo y mi conocimiento es mío, y el currículum me mide solo conocimiento. Cuando tú abres la educación a otras metodologías de aprendizaje, por ejemplo, al aprendizaje por proyecto, no dependes solo de ti, hay más personas involucradas. Un proyecto requiere ponerse de acuerdo, pensamiento crítico y creo que de verdad eso es lo que falta en las empresas. Sabemos hacer las cosas bien, hemos sido competitivos, el país ha crecido, se han generado nuevos empleos. Yo no tengo un crítica per se a la manera como funcionan las empresas hoy, solo creo que estamos perdiendo competitividad.

-¿Hay conciencia de eso en las empresas?

-Creo que cada vez hay más conciencia, pero estamos a años luz de otros países. Yo no me conformo con lo que llevamos, soy una persona optimista y trato de ver el vaso medio lleno, pero en cifras duras todavía estamos muy lejos de un país competitivo. Cuando dices Future of the Work, ¿hacia dónde vamos? ¿Queremos ser de los países donde se pierden trabajos? ¿Donde la automatización de verdad tenga a más gente en la calle porque no tiene pega? ¿O queremos mirar de verdad cómo ser un país competitivo? Y ahí está nuestro principal talento, que son las personas, hombres y mujeres, da lo mismo de qué lugar. Al no incluir mujeres tienes a la mitad del universo fuera; al no incluir migrantes, tienes un talento que viene con otra mirada que también queda fuera. Al no tener otras profesiones, tampoco tienes otras miradas. Esto no es una cosa hippie. Acá hay datos duros, de que mayor inclusión genera mayor competitividad y mejores negocios.

 

Construir confianzas

-Cuando entraste a la Sofofa dijiste que una de las cosas que te motivaba era cambiar la percepción que la sociedad tiene de los empresarios. ¿Sientes que ha habido algún cambio? ¿Y cómo se ha ido dando esta preocupación desde la Sofofa?

-A ver... Los esfuerzos se están haciendo. El hecho de que estemos midiendo cómo es la percepción de confianza de la ciudadanía con respecto a la empresa y los empresarios es algo que está en el corazón de la política de la Sofofa. Es difícil construir confianzas, más todavía después de casos de colusión, de malas prácticas. Yo creo que el empresario también ha sido muy tímido de mostrar las cosas buenas que tiene su negocio, de decir cuál es el beneficio de dar empleo y generar valor. Y está también esa caricatura del millonario. Todos partieron de emprender. Por eso creo que ese límite tan forzado entre el que es empresario y el que es emprendedor le ha hecho mucho daño al sector. Un caballero que tiene un quiosco es un emprendedor y también un empresario: genera empleo, lucra… O sea, a nadie le gusta trabajar gratis. Pero también esa caricatura como que “el empresario se lleva la plata para la casa, y es malo”, está lamentablemente vinculada a las malas prácticas que ha habido en el pasado. Poder mejorar la cara que tienen los empresarios hoy tiene que ver con hacer las cosas bien. Ya no basta con: “Yo pago las imposiciones”. Hay que sentarse a pensar qué queremos de una empresa del siglo XXI.

-Tiene que ver con qué espera la sociedad también de las empresas...

-¿Qué espera la sociedad?  En el fondo, tiene que ver con la sostenibilidad, con cuidar la relación con los proveedores, con cómo me vinculo con las comunidades, cómo cuido el medioambiente. Creo que Chile tiene un tema. Además de ser muy endogámico, es muy leguleyo. Todo tiene que estar dictaminado por una ley. A mí me encanta lo que dice Bernardo: siempre tengo que estar por sobre la ley, un estándar mucho más elevado, ser y parecer. Cuando hablo de una relación con mis colaboradores, no solo estar pensando en que pago bien, sino que cómo los recapacito, cómo lo reconvierto, cómo anticipo para dónde va el negocio, para que así, cuando tenga que dar el salto, esa gente no la tenga que despedir. La formación y educación son cosas que han estado súper lejos de la empresa. Y que siempre se vinculó desde la filantropía: donar plata a un liceo. Pero hoy el desafío es cómo las compañías se meten en el diseño de los currículums para crear las capacidades técnicas que necesitan. Y eso no significa mercantilizar la educación.

-Hasta hace algunos años se hablaba de que las empresas debían maximizar el valor de sus accionistas y dar empleo y ya está. ¿Ha cambiado esa mirada de que los modelos de negocios deben estar vinculados a un impacto positivo en la sociedad?

-Yo diría que depende de las generaciones. Los más jóvenes lo tienen súper incorporado. Y los inversionistas extranjeros, cuando invierten en una empresa, se fijan en todos esos factores que antes no estaban dentro de las discusiones. Y son cosas que no son moda. Creo que por eso el concepto de Responsabilidad Social Empresarial le hizo harto daño a la incorporación de estas prácticas, porque no salía del core business, era como el lado bueno de la empresa y en el resto se seguía haciendo lo típico. Pero es importante preguntarse ¿cuál es el rol de estas compañías? Generar valor. Y creo que hay muchas que lo están haciendo, principalmente las más grandes, que además vienen mandatadas cuando tienen sus head quarters en otro país. El tema del compliance entró fuerte.

-¿Pero esto permea hacia los ejecutivos de las empresas? Porque un empresario puede estar muy convencido de seguir principios éticos, pero si los incentivos están mal puestos...

-Muchos ejecutivos ya lo tienen súper acoplado. No nos podríamos mandar el mismo condoro que se mandó el banco Wells Fargo, que en el fondo los incentivos estaban mal puestos, donde tienes un gobierno corporativo perfecto, un código de ética impecable, pero le pides al ejecutivo que debe tener cinco productos por cada cliente y no hay cómo llegar a eso. Sí hay que alinear mucho más los incentivos con los principios éticos que tú decides tener.

-¿Hay avances en eso en Chile?

-Lento, pero se avanza. Hace cuatro o seis años, eran temas que ni se tocaban.

-¿Cómo ves a los empresarios chilenos hoy?

-Creo que hay harto temor. Por eso digo que se han legalizado mucho los temas. Los directorios están siempre preocupados de si están cumpliendo. Hay mucho miedo de cometer errores y eso ha impedido la acción. Es bueno que pase, pero, por otra parte, nos estamos desenfocando de la mirada más estratégica, de dónde están los cambios que se requieren.

Su rol en Sonda

Siempre se sintió responsable. Como la mayor de siete hermanos, Rosario Navarro cargaba con la idea de que tenía que hacerse cargo de su familia. Sobre todo después de que su mamá se enfermó de cáncer. De hecho, cuenta que tenía un sueño recurrente en el que tenía que proteger a sus hermanos más chicos y esconderlos debajo de la cama de sus papás.

Quizás por lo mismo, el hecho de haber sido mamá joven, antes de terminar la universidad, no fue el fin del mundo. De alguna manera sabía cómo criar. Y aunque reconoce que fue intenso y en algunos minutos estresante, la hizo centrarse. “La Aurora me convirtió en lo que soy hoy, porque creo que me hizo ponerme metas mucho más concretas, ya no podía perder tiempo, tenía una hija. Me enfocó”, dice.

-¿Te tocó con la enfermedad de tu mamá y por el hecho de ser hermana mayor tomar un rol más protector dentro de tu familia?

-No sé si lo impusieron o si yo me lo autoimpuse, pero yo lo sentía heavy. Sentía que tenía que estar a cargo de todo. Soy súper regalona con mis hermanas y con mis hermanos. Soy bien maternal, como que los adoro, son mis guaguas, yo siempre digo que ahora soy la abuela de sus niños. Y para cualquier familia, una enfermedad es súper duro. Te cambia las dinámicas de todo. Te cambia perspectivas, como que el tiempo se te vuelve súper relativo. Me pasó algo súper loco con la enfermedad de la mamá. Como que esos diez años, toda mi atención estaba puesta en ella, quería aprovecharla, no sabíamos cuánto tiempo iba a tener. Fue cansador, para todos, para ella, pero nunca se quejó, nunca la vi quejarse. También, al mismo tiempo, fue un ejemplo de fortaleza y superación increíble. Me acuerdo de que diez días antes de que se muriera, tuvo un período súper bueno. Manejó hasta cuatro días antes. Pero nuestro miedo más grande con mis hermanos era qué iba a pasar con mi papá cuando mi mamá ya no estuviera. Ella siempre fue su conexión con nosotros, su conexión con la familia, la que estaba siempre achoclonando. Tenía súper buen ojo, entonces yo creo que era muy buena consejera de él.

-¿Cómo es hoy la relación con tu papá? En algún minuto dejaste de ser la hija y te transformaste en partner.

-Somos bien compinches, pero también bien independientes. Somos una familia grande, siete hermanos, mi papá viudo. No somos de esas familias que almuerza todos los domingos. Las mamás son las que aglutinan, pero con mi papá somos muy cercanos. Él no es de las personas que te va a dar consejos de vida. Yo al revés, le pido muchos consejos. Conversamos harto, a veces de libros, de música, mi papá es súper lector. Yo creo que eso de poto loco lo saqué más de él. Siempre tiene inquietudes nuevas, le encanta la física también.

-Cuando entraste en el directorio de Sonda en 2013 dijiste que tu rol era ser un poco tensionadora, para poder poner en la mesa los temas más de largo plazo, miradas de futuro. ¿Cómo ha sido ese tránsito en los nueve años que llevas en la compañía?

-Sonda es una empresa que tiene 40 años, no es tan vieja, pero tampoco es tan joven. Y creo que en el ADN de Sonda siempre estuvo ser como un startup, un emprendimiento de amigos ingenieros. Hoy es una empresa gigante que opera en 10 países, con un modelo de negocios súper inspirado en la transformación y la innovación, o sea, parte del ADN es hacerse esas preguntas. Creo que en los últimos años hemos logrado ir metiendo muchos temas de punta, de vanguardia. Pero Sonda siempre ha sido una organización muy austera, muy vinculada a darles solución a los clientes, pero calladitos. Y hoy recién está mirando como “oye, esta oportunidad no se nos puede ir”. Nosotros de verdad somos expertos en un montón de cosas y muy poca gente lo sabe. Sonda para mucha gente es como chino mandarín, porque los sistemas son complejos. Pero creo que hoy hay una apertura mucho más grande de mirar el negocio de una manera más compleja, donde nuestros clientes están pasando a ser como nuestros mejores voceros.

-¿Eres optimista en cuanto al futuro? Algunos dicen que la tecnología se vendrá en nuestra contra. Yuval Noah Harari tiene una mirada bien oscura respecto al futuro. Dice que las brechas aumentarán. ¿Qué te pasa con eso cuando ves el mundo de la tecnología y los avances?

-Las tecnologías, en sí mismas, son neutras. Los humanos que estamos por detrás, y usamos esa tecnología y cómo la usamos y en qué la usamos, genera las brechas y la desigualdad. Entender estos cambios que vienen y hacerse el tonto, yo creo que es de una ingenuidad tremenda, porque las tecnologías sí están cambiando la manera en que trabajamos, aprendemos y nos vinculamos.

Huérfana de la Concertación

-En algún minuto te autodenominaste bacheletista extrema. ¿Sigues siendo fan de Michelle Bachelet?

-(Suspira) Sí, voté por Michelle Bachelet. Y en el gobierno uno, hasta salí a la calle. Me encanta la Bachelet, como figura, como mujer. Pero en su segundo gobierno fui más crítica.

-Te gusta la política?

-Me considero apolítica. O sea, política no partidista. Hay cosas que me gustan de Giorgio Jackson y cosas que me encanta que habla Hernán Larraín porque son de sentido común.

-¿No tienes un sector político definido?

-Hoy día soy más bien una mujer gremial y estoy aprendiendo de eso. Y la verdad es que no me siento cercana a ningún sector, soy más bien huérfana de una Concertación que me en ese minuto me representaba mucho más que lo que me representan hoy los sectores políticos.

-¿Qué te parece Sebastián Piñera? Es bien amigo de tu papá...

-Soy súper cercana a las hijas de Sebastián, veraneamos un montón de años juntas, las adoro y a la Cecilia también. Sebastián presidente creo que ha hecho una buena pega, en este segundo gobierno ha adquirido una mayor prestancia.

-¿Votaste por él?

-El voto es secreto. (Ríe).

Inclusión femenina: “La Sofofa no puede obligar, pero puede recomendar”

La misión es difícil, pero no imposible: seguir integrando más mujeres al consejo general de la Sofofa. Una tarea que se autoimpuso el presidente de la entidad, Bernardo Larraín, apenas asumió su cargo y que hoy está empujando a través de un convenio con el Ministerio de la Mujer, para establecer una alianza público-privada que incentive la inclusión laboral femenina entre las empresas socias de Sofofa. Pero no solo eso, la entidad gremial también está elaborando su primera medición para recoger información cuantitativa acerca de cómo avanza la brecha salarial en las diferentes compañías.

Rosario Navarro explica que parte importante de esta agenda la lleva el mismo Larraín, con el apoyo de Carmen Román y Janet Awad, ambas consejeras. “Las empresas socias tienen que hacer el esfuerzo real de acortar tres brechas: la participación laboral femenina, la participación de mujeres en altos cargos y la brecha salarial, que siguen siendo cosas en las que uno dice ‘¿estamos en pleno siglo XXI y son cosas que todavía no se ha resuelto?’. No, no se han resuelto”, dice. En esa línea, agrega que también se busca que cada vez más empresas socias adhieran a la Iniciativa de Paridad de Género de Comunidad Mujer, una plataforma público-privada para promover la participación económica y el progreso de las mujeres en el mercado laboral. “Hemos ido educando, porque la Sofofa no puede obligar, puede recomendar”, dice la empresaria.

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