En Zaatari, un campo de refugiados en Jordania, sus ocupantes han echado a andar más de 3.000 negocios.
A miles de kilómetros de distancia, en la Prisión Estatal de Luisiana, en Estados Unidos, también conocida como "Angola" o "Alcatraz del Sur", los reos han "inventado" una nueva moneda para comerciar: la lata de pescado.
¿Cómo estos dos escenarios tan hostiles y extremos se convirtieron en tierra fértil para el comercio?
Es lo que responde el economista Richard Davies en su libro "Economía extrema", donde descubrió algunos temas muy interesantes acerca del comportamiento económico.
Muchos de los estudios sobre el dinero se basan en lo que hace la gente promedio en una situación típica. Pero Davies analizó cómo las personas actúan y se adaptan cuando están fuera de su zona de confort.
En contextos extremos la economía se convierte en un tema central, es la conclusión de Davies.
Refugiados que se convierten en emprendedores
Zaatari es un campo de refugiados en el norte de Jordania que acoge a más de 80.000 personas que huyen de la guerra en Siria.
Dentro del campamento, la vida sigue, pese a los grandes problemas y retos.
Los niños van a escuelas que no dan abasto. Las familias, cuyas casas fueron bombardeadas en la guerra, se amontonan en pequeñas viviendas en Zaatari.
La ONU y el Programa Mundial de Alimentos tienen un sistema para otorgar créditos de alimentos. Y esta fue la semilla del comercio.
Inicialmente fueron unos tickets de papel que luego se transformaron en tarjetas electrónicas que se utilizan solo dentro del campamento.
Pero muchos de los productos que les ofrecían, como las latas de carne por ejemplo, no eran de la preferencia de los sirios. Así que los acumulaban y luego los intercambiaban por otros productos de más valor o interés, como la leche en polvo.
Y... ¡se hizo el negocio!
Davies explica en su libro que la leche en polvo se convirtió en el activo comercial de los sirios. Es decir, en su manera de obtener dinero.
Sabían que la leche en polvo tenía demanda en Jordania y la empezaron a contrabandear fuera del campo de refugiados para venderlas a los interesados que pasaban fuera del campamento.
Fue así como las familias sirias refugiadas en Zaatari comenzaron a obtener dinares, la moneda jordana. Comenzaron a comprar y vender. Empezó un intercambio de productos y dinero no solo dentro sino fuera del campamento.
Poco a poco fueron instalándose negocios en las calles del campamento Zaatari. Desde reparación de calzado hasta supermercados, peluquerías, pizzas a domicilio, puestos de comida o cafeterías.
Hoy existen más de 3.000 comercios: uno de los negocios más exitosos es una panadería que se ha convertido en una cadena que se ha expandido hasta fuera del campamento por el éxito que tienen las recetas de sus pasteles.
"Mis 10 hermanos y yo instalamos esta tienda, en este estratégico cruce de calles dentro del campamento donde atraemos a muchos clientes del área. Es una excelente ubicación", manifestó a la BBC Mahmud, un sirio que también huyó de la guerra y que tiene una tienda en Zaatari donde vende desde detergente hasta vegetales y carne.
"Estoy feliz de la decisión que tomamos de venir e iniciar un negocio aquí", añadió.
No obstante, no todo es color de rosa en el comercio en Zaatari.
Para Davies, el mayor problema que ha traído a Zaatari este comercio dinámico es el trabajo infantil por la alta demanda de fuerza laboral para satisfacer tantos negocios. Además ha florecido la inequidad.
"Algunas personas en el campamento son emprendedores y comerciantes increíbles, esto ha provocado que hagan más dinero con lo que han ampliado sus casas, y comienza a generar desigualdad", cuenta Davies en su libro.
Latas de pescado, la moneda de "Angola"
El economista Richard Davies analizó también lo que sucede con la "moneda" que circula en la prisión estatal de Luisiana.
Con las características de este centro penitenciario, de alta seguridad, el dinero no circula. Pero los prisioneros tienen dos cosas con las que pueden comerciar: su tiempo y sus habilidades.
Tras las rejas ofrecen servicios planchando camisas, cortando el cabello de un compañero, haciendo tatuajes, cocinando. Todas estas tareas crean productos y servicios que alguien puede querer comprar.
Pero ¿qué pasa cuando no tienes moneda para comerciar? Pues dependes de que tu necesidad coincida con la de otro. Que ambas partes encuentren ese acuerdo para intercambiar. Esto puede estancar la economía pues no siempre se encuentra ese punto de coincidencia entre lo que se puede ofrecer y lo que se puede recibir a cambio.
Lo que sucedió en esta cárcel, como en muchas prisiones de Estados Unidos, es que se comenzó a comerciar con el tabaco. Pero este producto fue prohibido y empezó a ocurrir un fenómeno muy interesante cuando tuvieron que "inventar" una nueva moneda.
"Una moneda tiene que ser confiable, divisible y verificable para que las personas puedan intercambiarla y puedan creer en su valor", dice Davies.
Lo que los prisioneros tenían a mano y que cumplía con estas características eran latas de pescado.
Se cuentan fácilmente, es difícil que se puedan falsificar y además tienen un valor en sí mismo porque pueden servir de alimento.
"Yo pienso que es de hecho beneficioso porque le da una especie de valor fundamental, como el que tienen las monedas de oro que siempre puede ser utilizado en la joyería. Este pescado siempre puede servir para consumo personal", comenta Davies.
A la moneda le han puesto hasta nombre: M Mark. Es la abreviación de Monetary Markle. Monetary, por su significado ("monetario" en español), y Markle por el tipo de pescado que viene dentro.
"Cada pescado costará US$1 y 88 centavos, entonces, como el cigarrillo cuesta alrededor de US$5, en lugar de darme efectivo, tienes que ir a la cantina y traerme tres de estos productos que sumen US$5 dólares, y es así como la gente paga cigarrillos, marihuana, pastillas, etc.", le cuenta a la BBC Lestie Young, quien pasó 22 años en una prisión en Carolina del Sur condenado por homicidio.
El comercio con latas de pescado en las prisiones de Estados Unidos ha crecido tanto que hay analistas que dicen que incluso ha provocado un aumento de su precio en el mercado tradicional.
Hay otros productos más costosos como celulares que en cambio se pagan en efectivo. Como dentro el dinero no funciona, este se acredita a través de un código a tarjetas electrónicas para consumo en supermercados que pueden utilizar los familiares de los prisioneros fuera de la cárcel.
Este "negocio" ha crecido y con él la violencia dentro de las prisiones. Hay bandas que se disputan dentro el control de este sistema, que les permite participar en negocios como los de la droga, dentro y fuera de la prisión.
Una de las conclusiones del economista Davies es que los responsables políticos, cuando toman decisiones económicas respecto al comercio, están dejando a un lado la gran fuente de valor que trae consigo la economía informal, capaz de florecer en las más duras circunstancias.
Otra de las conclusiones de Davies es que si no hay un control de este comercio, afloran también otros males como la desigualdad.