Todo comenzó con una broma absurda, una sátira sobre el bitcoin que nació de "doge", uno de los memes más populares de internet.
Al principio, nadie le prestó atención. ¿Quién iba a tomarse en serio a una criptomoneda que tenía como logo el meme de un perro japonés?
Y fue motivo de risas.... hasta que terminó alcanzando cifras multimillonarias.
La idea fue de Billy Markus, un programador estadounidense que trabajó como ingeniero en IBM, y Jackson Palmer, un australiano que estaba al frente del departamento de marketing de Adobe Systems.
Juntos, lanzaron una nueva moneda en 2013 a la que llamaron "dogecoin", con la intención de burlarse de la "criptofiebre".
Pronto, su divisa comenzó a expandirse a través de los foros de internet. A los 15 días del lanzamiento, su valor se había multiplicado por 300. "El precio ni siquiera es importante", decía entonces Markus.
Pero con el paso de los años -y, especialmente, en diciembre de 2017- su valor comenzó a inflarse, hasta rozar los US$2.000 millones -US$1.928, para ser exactos- durante el primer fin de semana de enero de este año.
¿Trascendió la broma al mundo de los negocios?
"Preocupante"
A lo largo de los últimos días, el precio del dogecoin no ha dejado de fluctuar. En estos momentos, su valor supera los US$1.200 millones, según Coinmarketcap.com.
Pero el repunte de diciembre ha despertado las alarmas de los más "criptoescépticos".
El dogecoin (todavía) está muy lejos de alcanzar al bitcoin, la reina de las divisas virtuales, que hoy día supera los US$14.000 dólares por unidad y tiene un valor total de US$240.000 millones.
Aunque, teniendo en cuenta que comenzó siendo una parodia del auge del bitcoin, es interesante saber qué opinan sus creadores.
Palmer no se mostró muy contento. "El hecho de que la mayoría de las conversaciones en los medios y entre individuos se centren en el potencial inversor es preocupante", dijo a principios de este mes.
Hasta su reciente boom, el dogecoin era poco más que una broma en foros de internet.
Pero la reputación de la criptomoneda creció a medida que su comunidad comenzó a demostrar algunos de sus esfuerzos caritativos relacionados con el mundo del deporte.
En 2014, sus inversores donaron dogecoins por valor de US$55.000 al piloto retirado de NASCAR Josh Wise.
Ese mismo año, reunieron US$25.000 para apoyar a un equipo olímpico jamaicano, y la comunidad también ha financiado proyectos de agua en Kenia.
Pero ¿merece la pena invertir en dogecoins?
"Una cosa a tener en cuenta, es que hay muchos más dogecoins que bitcoins", explica Robert Plummer, corresponsal de economía de la BBC.
"Las normas que sustentan el bitcoin estipulan que solamente se pueden crear 21 millones de bitcoins, y esa cifra cada vez está más cerca de ser alcanzada. No está claro qué ocurrirá con el valor del bitcoin cuando se alcance ese límite".
Los dogecoins se "minan" (o se fabrican) de la misma manera que los bitcoins, es decir, se crean a través de procesos informáticos.
"Sin embargo, a diferencia del bitcoin, no hay límite en el número de dogecoins que se pueden producir, y hoy día alcanzan la asombrosa cifra de 100.000 millones", dice Plummer.
"Eso ayuda a explicar por qué cada dogecoin vale hoy menos de US$0,02, mientras los bitcoins ha llegado a valer hasta cerca de US$20.000".
"Poca confianza"
El sentido común nos dice que los bienes escasos son más propensos a mantener su valor que los más abundantes.
"Pero en el mundo de las criptomonedas, el sentido común es, quizás, una guía pobre para el comportamiento futuro", dice Plummer.
Y en el mundo de los expertos en economía, sigue habiendo bastante escepticismo sobre cada una de las nueva criptomonedas que salen al mercado.
Ethan Ilzetzki, de la London School of Economics, en Reino Unido, le dice a la BBC que "una unidad digital no tiene valor intrínseco, a menos que pueda ser usada en transacciones".
"No puedo nombrarte una sola criptomoneda que sea más útil en transacciones que una tarjeta de crédito denominada en dólares, libras o yenes", añade el especialista.
"No hay nada intrínsecamente erróneo con las monedas digitales proporcionadas de forma privada, pero necesitan estar bien diseñadas y bien pensadas".
"Valen mucho porque la gente dice que lo valen. Yo tengo poca confianza en que lleguen a valer mucho a largo plazo".