El apellido Odebrecht ha quedado irremediablemente atado a uno de los escándalos de corrupción más grandes en la historia de América Latina.
Y en medio de todo el huracán, está la figura de Marcelo Odebrecht, un ejecutivo de 47 años, que pasó de ser el gerente de una de las firmas de construcción más grandes del mundo, a tener temblando a gobernantes y mercados de la región con sus confesiones de corrupción a las autoridades judiciales brasileñas.
En el giro más reciente, un juez de República Dominicana aprobó este miércoles una multa de US$184 millones a la compañía, la cual buscaba llegar a un arreglo judicial después de haber admitido el pago de sobornos a funcionarios para ganar contratos en el país caribeño.
Y, un día después, se supo también que el Consejo Nacional Electoral de Colombia -que investiga la presunta financiación ilegal de Odebrecht a las campañas electorales del presidente Juan Manuel Santos- había citado al mismo mandatario a prestar declaración.
Pero hasta 2015, antes de que se desatara la tormenta, Odebrecht tuvo una vida cómoda y exitosa al frente de la que era una de las multinacionales emblemáticas de Brasil.
Desde entonces, su existencia ha tenido un giro dramático que lo tiene en la prisión.
Hoy busca reducir su pena con declaraciones a los tribunales que implican en sobornos a grandes figuras económicas y políticas de la región.
El príncipe
Marcelo Odebrecht creció como un heredero.
Su abuelo Norberto, descendiente de alemanes, fundó la empresa de construcción en 1944, basándola en la ciudad de Bahía, en el norte del país.
Bajo la generación de sus padres, la firma se extendió más allá de cualquier expectativa. Durante el gobierno militar que tomó el poder en ese país en 1964, la empresa Odebrecht empezó a construir carreteras, hidroeléctricas y centrales nucleares como la de Angra dos Reis.
Con el tiempo, la empresa llegó a ser considerada como uno de los mayores grupos industriales de Brasil, con negocios en los sectores de energía, biocombustibles, defensa y petroquímica, entre otros.
En 1979, la compañía Odebrecht comenzó a operar en el extranjero, construyendo proyectos hidroeléctricos en Perú y Chile.
Desde entonces, y frecuentemente con apoyo de préstamos del gobierno brasileño, amplió sus operaciones en casi toda América Latina, en varios países de África y en Estados Unidos. Se convirtió en la mayor constructora de la región y una de las mayores del mundo.
Entre tanto, el nieto del fundador, Marcelo, estudiaba ingeniería civil en la Universidad Federal de Bahia, en su natal Salvador. Después se especializó en la escuela de negocios IMD de Lausana, en Suiza.
Para 1992 se había vinculado al negocio familiar. Y en 2008, sin haber cumplido los 40 años, asumía las riendas de esa multinacional brasileña.
Milagro económico
En los siguientes siete años, la empresa floreció a la par que se daba un nuevo "milagro económico brasileño" bajo el gobierno de Luis Inacio "Lula" da Silva, y después de 2010, con su sucesora, Dilma Rousseff.
Brasil era la estrella de las naciones emergentes. Una bonanza en el precio de commodities de exportación había llenado las arcas del Estado, que a su vez emprendía un extenso programa de asistencia social que sacaba a millones de personas de la pobreza.
Al tiempo, los gobiernos brasileños emprendían enormes obras de infraestructura, desde estadios para el Campeonato Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos, hasta aeropuertos, ferrocarriles y autopistas. Y como si esto no ofreciera suficientes oportunidades de negocios para Odebrecht, se abrían frentes de trabajo de la multinacional en más de 20 países.
Para 2015, sin embargo, el milagro empezó a desbaratarse rápidamente. La "Operación Lava Jato", una investigación sobre corrupción en contratos públicos, puso a la firma Odebrecht en la mira.
Marcelo fue arrestado en junio de 2015. En diciembre de ese año dejó su puesto ejecutivo en la empresa. Y en marzo de 2016 fue condenado por el Tribunal Federal de Curitiba a 19 años y cuatro meses de prisión por haber pagado más de US$30 millones en sobornos a funcionarios de la estatal petrolera Petrobras para obtener contratos.
Desde prisión, el ex ejecutivo tuvo que ver como su firma sufría las devastadoras consecuencias de haber sido señalada por la investigación de Lava Jato, justo al tiempo que la economía brasileña se derrumbaba y el gobierno, ahora en graves dificultades financieras, recortaba los planes de obras que antes habían nutrido el crecimiento de Odebrecht.
Las delaciones
Marcelo Odebrecht aguantó apenas algunos meses en la cárcel antes de decidirse a colaborar con la justicia en busca de una reducción de penas.
A comienzos de este año se conoció que estaba en curso una negociación durante la cual el ex gerente empezó a ofrecer a los jueces declaraciones sobre sobornos de la empresa que enlodan a altos dirigentes políticos en Brasil y muchos otros países.
En una entrevista concedida a BBC Brasil en el momento de la detención del ejecutivo, el periodista y escritor uruguayo Raúl Zibechi, autor de un libro sobre el ascenso de las multinacionales brasileñas, aseguraba que la compañía "revolucionó la industria de la construcción" en el país con un método de funcionamiento "muy agresivo y eficiente", gestado por el fundador, Norberto, y transmitido a sucesivas generaciones de la familia.
Marcelo Odebrecht parece haber llevado a esa agresividad a un extremo que puso a su empresa en el centro mismo del peor escándalo de corrupción en Brasil y uno de los más graves que se hayan conocido en América Latina.
Está por verse cuál será el resultado de la negociación que el antiguo ejecutivo logre con los jueces brasileños.
Pero, puede que lo recuerde la historia de Marcelo Odebrecht, más que los resultados empresariales que alguna vez consiguió para su firma, sea el impacto político de sus escandalosas confesiones sobre los sobornos que repartió por el continente entero.