Es un plan de infraestructura colosal y costoso con el que China quiere ampliar -y profundizar- su influencia mundial.
"Esperamos desencadenar nuevas fuerzas económicas para el crecimiento global, construir nuevas plataformas para el desarrollo mundial y reequilibrar la globalización para que la humanidad se acerque más a una comunidad de destino común", dijo esta semana el presidente chino, Xi Jinping.
Así describió la dimensión y el propósito del proyecto de expansión de obras públicas conocido como Nueva Ruta de la Seda, con el que su país intenta mejorar las conexiones entre Asia y otras regiones del mundo.
Fue durante el primer Foro de Cooperación de la Nueva Ruta de la Seda que concluyó el lunes en Pekín, en el que participaron una treintena de líderes mundiales, entre ellos los presidentes de Rusia, Vladimir Putin; de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y representantes de América Latina como los mandatarios de Argentina, Mauricio Macri, y de Chile, Michelle Bachelet.
"Es un esfuerzo ambicioso y sin precedentes", dijo por su parte el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, sobre el plan con el que China pretende "sacudir" el orden económico mundial. La iniciativa cuenta ya con una financiación de casi US$210.000 millones, según cifras oficiales.
Presentada por el propio Xi en septiembre de 2013, la Nueva Ruta de la Seda incluye ferrocarriles de alta velocidad, puertos y centros logísticos con los que China pretende emular el antiguo recorrido que unió comercial y culturalmente a Oriente y Occidente hace 2.000 años.
Aunque, en teoría, el objetivo del proyecto intercontinental de inversiones en infraestructura es aumentar la integración económica entre Europa, Asia, África y otras regiones, algunos países occidentales creen que lo que busca el gobierno chino es expandir su influencia más allá del ámbito económico.
Según la analista en asuntos chinos de la BBC, Carrie Gracie, tanto los oleoductos y gasoductos que atraviesan Asia Central como los puertos de Pakistán y Sri Lanka en el Océano Índico podrían servirle en el futuro al gigante asiático para fines militares.
En BBC Mundo te presentamos 5 grandes obras que ha encarado el gobierno de Pekín para revivir la Ruta de la Seda.
1. Transporte de mercancías China-Europa
Actualmente, China ya opera cerca de 20 líneas de trenes de carga que comunican directamente el país con ciudades europeas como Londres, Madrid, Rotterdam o Varsovia.
La ruta China-Madrid lleva funcionando más de un año y es el servicio ferroviario más largo del mundo.
Ahora, el objetivo del gobierno de Xi Jinping es optimizar esta red y conseguir que sea una alternativa más rápida -aunque más costosa- al tradicional transporte marítimo de productos chinos.
Está previsto que las obras del nuevo tren de alta velocidad, que unirá los 7.000 kilómetros que separan a Pekín de Moscú en 30 horas -frente a los 5 días que dura actualmente el viaje-, terminen en 2025, según la compañía estatal rusa OAO Russian Railways.
Detrás de esta gran iniciativa está la intención de China de consolidarse como una potencia comercial global, comenta Carrie Gracie, la analista de la BBC.
Costo: US$242.000 millones
2. Red de trenes en Asia
En este apartado hay dos grandes proyectos futuros:
- La Red Panasiática
China planea conectar la ciudad de Kunmíng, situada en el sur del país, con Vientiane, la capital de la vecina Laos, y con la red de ferrocarriles de Birmania.
Si consigue ejecutar la obra y pone en marcha otras planeadas en Tailandia, Camboya o Vietnam, podría llegar a constituir una red panasiática que vinculara el país con el resto del sudeste asiático.
Costo: US$7.000 millones (sólo el tren de alta velocidad entre Kunmíng y Vientiane)
- Alta velocidad en Indonesia
El ferrocarril Yakarta-Bandung será el primer tren de alta velocidad de Indonesia y ayudará a mejorar las conexiones entre la capital del archipiélago y uno de los principales centros económicos de Java.
Aunque varias empresas japonesas también aspiraban a hacerse con el proyecto, el gobierno indonesio acabó decantándose por compañías chinas.
Costo: US$5.900 millones
3. Corredor China-Pakistán
Aprovechando que Pakistán es uno de sus aliados históricos, China invertirá en el país y ayudará en el desarrollo del puerto de Gwadar, en el Mar Arábigo.
La idea de ambos países es que se convierta en la versión paquistaní del sureño puerto de Shenzen, conocido como el "Silicon Valley chino".
La ejecución de este proyecto le otorgará a China una salida al mar sin la necesidad de que sus productos pasen por el siempre conflictivo estrecho de Malaca, donde operan piratas y el clima es desfavorables.
El proyecto, que contempla la ampliación de la Carretera del Kakarorum, una de las más altas del mundo, que conecta a China con Pakistán.
Costo total: US$55.000 millones
4. Puerto de Colombo
Para China, el transporte en la Nueva Ruta de la Seda no sólo será terrestre. El presidente Xi Jinping también considera clave el desarrollo de puertos marítimos.
El de Colombo, la capital de Sri Lanka, es una prioridad para Pekín.
Aunque quedó paralizado con el cambio de gobierno en la isla -más cercano políticamente a India-, recientes negociaciones han permitido continuar con el proyecto y ya se han reanudado las obras.
Costo: US$1.400 millones
5. Proyectos en África
China ya está construyendo el ferrocarril que unirá las dos principales ciudades de Kenia: la capital, Nairobi, y Mombasa, en la costa del país.
Este proyecto forma parte de la futura red de transportes de África Oriental, que conectará las ciudades de Kenia con las capitales de Uganda (Kampala), Sudán del Sur (Juba), Ruanda (Kigali) y Burundi (Bujumbura).
Una red que conectará el país con otras capitales africanas como la de Etiopía, Adís Abeba.
De hecho, China ya inauguró el tren que une la capital etíope con la ciudad costera de Yibuti, la capital del país de mismo nombre, situada en el Mar Rojo, donde compañías chinas están construyendo un centro logístico marítimo.
"Es un desarrollo estratégico enorme", le dijo al diario The New York Times Peter Dutton, profesor de estudios estratégicos de la Escuela Naval de Guerra en Rhode Island, EE.UU.
"Se trata de una expansión del poder naval para proteger el comercio y los intereses regionales de China en el Cuerno de África. Eso es lo que las potencias en expansión suelen hacer. Y China aprendió las lecciones del imperio británico hace 200 años", concluye.
Costo total: US$13.800 millones