De más está decir que la pandemia golpeó a las líneas aéreas de todo el planeta, las cuales han tenido que tomar medidas drásticas para no morir. Lo mismo sucedió con Latam: los dos meses que lleva operando al 5% de su capacidad, por causa del coronavirus, habían complicado su caja y en cualquier momento sus acreedores podían demandarlos o bien ejercer acciones de cobro forzado frente a los incumplimientos que ya empezaba a acumular la aerolínea.
Por eso durante durante 45 días el directorio analizó decenas de alternativas para sacar a Latam de la crisis, incluida la renegociación convencional con acreedores, pero día que pasaba, sin actividad, más se complicaba el panorama. Y en un escenario de incertidumbre, de cuándo se podría volver a volar, cómo y en qué condiciones, la cosa se puso incluso más negra.
Hubo sesiones de directorio semanales en el último mes y medio, hasta que el lunes recién pasado, en forma unánime y por teleconferencia, la mesa decidió acogerse al Capítulo 11 de la Ley de Quiebra de Estados Unidos, que es un proceso voluntario y reglado para compañías solventes, pero en problemas, a las que se les paraliza las obligaciones con sus proveedores por 180 días, de modo de darle espacio para una profunda reorganización que asegure su sobrevivencia en el futuro, algo que primero debe ser aprobado por un juez de algún estado de Estados Unidos, en el caso de Latam, del tribunal de Nueva York, algo que podría suceder en los próximos días.
Aun cuando expertos en el tema, recalcan que Latam debe traer la resolución de la corte americana y validarla ante un tribunal en Chile, procedimiento que está regulado en la nueva ley de insolvencia y reemprendimiento (20.720). Por ello, cualquier acreedor chileno podría, en el intertanto, demandar a Latam en nuestro país y el juicio sería válido y vinculante. De ahí que haya tanto interés por que esto se tramite cuanto antes.
Hubo, en todo caso, aprehensiones para optar por reestructurarse bajo la ley norteamericana: en Latinoamérica, dicen fuentes de la compañía, existe el estigma de que el capítulo 11 es sinónimo de quiebra, algo muy lejano a la realidad, porque quienes están con problemas reales de solvencia deben acogerse a otro capítulo: el 7, que es la bancarrota propiamente tal. Y porque, obviamente, proyectaban que el solo hecho de acogerse al 11, iba a generar un castigo del mercado y por ende, se impactaría la valoración de la compañía, algo que, de hecho fue justamente lo que sucedió ayer: horas después de conocer la noticia, la Bolsa de Comercio de Santiago tuvo que suspender la transacción de la acción de la aerolínea hasta las 12 del día. De vuelta en operaciones cayó hasta 51%, siendo por lejos la mayor baja en la historia de la compañía. Por su parte, el adr de LATAM en la bolsa de Nueva York también retrocedió un 34,8%, aun cuando, según analistas es lejos el mejor camino que tomó la empresa, si bien existe incertidumbre de cuándo la actividad podría retomarse y por ende, recuperar la senda de crecimiento.
Con todo, quienes proyectan que después de todo esto Latam seguirá siendo la misma, están equivocados. La empresa debe presentar un robusto plan de cómo paliar la crisis, lo que le exigirá además de reestructuración de pasivos, ser más eficiente y reducir su tamaño, lo que incluirá obviamente un recorte en el personal, una disminución de la flota, eliminación de rutas e incluso de destinos, dicen fuentes de Latam, las mismas que aseguran que el capítulo 11 es el primer respiro, si bien reconocen que la ayuda estatal es demasiado urgente para la operación en Chile.