Región Metropolitana perdió agua subterránea equivalente a 68 lagunas de Aculeo
Desde hace algunos años ha causado extrema preocupación la “mega sequía” que afecta a gran parte del territorio nacional, evidenciada por el alto déficit de precipitaciones durante los últimos 11 años.
El fenómeno ha generado efectos visibles y dramáticos, tales como la reducción o desaparición de los caudales de ríos y grandes lagunas o la reducción del volumen de agua almacenada en el embalse El Yeso, que abastece a gran parte de Santiago.
Si bien se cree que si cayera la cantidad de agua que solía llover en un año normal, el problema de la sequía disminuiría considerablemente, la situación es más grave de lo que parece.
El déficit de precipitaciones ocurrido durante más de 10 años ha causado un descenso significativo en las aguas que no podemos ver a simple vista: las almacenadas en la napa subterránea de la cuenca de Santiago.
Según los resultados preliminares de un estudio en desarrollo por el Centro de Investigación y Desarrollo de Ecosistemas Hídricos (CIDEH) de la Universidad Bernardo O’Higgins, las napas subterráneas del Valle de Santiago (aproximadamente unos 1.900 kilómetros cuadrados) han perdido entre 2010 y 2020 aproximadamente 3.800 millones de metros cúbicos de agua.
Descensos, por otra parte, que son extrapolables a otras cuencas de la Región de Valparaíso, y probablemente a la Región de O’Higgins. Esto equivale al volumen de agua de 67,8 lagunas de Aculeo (56 millones de metros cúbicos de agua antes del 2010), o a 17 embalses del Yeso (220 millones de metros cúbicos de agua) a plena capacidad.
Es decir que la última gran reserva hídrica que va quedando también se está agotando. Desde el año 2010 a la fecha, los niveles de agua en distintos pozos de la Región Metropolitana registran importantes descensos, de acuerdo con los datos de los pozos de monitoreo de la Dirección General de Agua (2021).
La reducción de agua alcanzó, en promedio, 15 y 20 metros en la Región Metropolitana entre los años 2010 y 2020; un número significativamente superior a los descensos registrados en la década anterior (entre los años 2000 al 2010), durante la cual promediaron sólo 2 metros.
A partir de estos datos, el Dr. Christian Herrera Lameli, Hidrogeólogo, director del Centro de Investigación y Desarrollo de Ecosistemas Hídricos de la Universidad Bernardo O’Higgins, logró determinar con precisión cuánta agua ha perdido la napa de Santiago.
“Si considerásemos que los sedimentos que rellenan el valle de Santiago tienen una porosidad efectiva promedio de 10% (un valor referencial), tendríamos un descenso equivalente de una lámina de agua entre 1,5 y 2 metros de profundidad. Por otro lado, si consideramos la superficie total de la cuenca de Santiago, corresponde al secado completo de un lago de 2 metros de profundidad que ocupa aproximadamente toda la superficie del Valle de Santiago (aproximadamente unos 1.900 kilómetros cuadrados). En volumen de agua, esto equivale aproximadamente a 3.800 millones de metros cúbicos”, indicó el Dr. Herrera.
Principales causas
Los resultados preliminares de la investigación que se está realizando en el acuífero de Santiago apuntan a que la reducción de las precipitaciones producto de la mega sequía sería la causa principal de los importantes descensos que se están produciendo en los niveles del agua subterránea.
No obstante, también existen otros factores que producirían este descenso excesivo de los niveles de agua subterránea, como es la sobreexplotación del acuífero de Santiago. Según el estudio, la falta de agua en los principales ríos y embalses habría llevado a una utilización excesiva de agua subterránea, agravando la actual situación, ya que las aguas subterráneas operan en tiempos muy diferentes a las aguas superficiales.
Antes y después: Las tristes imágenes de la actual Laguna de Aculeo sin agua
“Es muy probable que muchos de los derechos de agua que fueron entregados a usuarios fueron otorgados considerando un balance hídrico muy distinto al actual. La desertificación que está afectando a toda zona central implica que tendrían que actualizarse los balances hídricos de todas las cuencas, para evaluar cual es la actual cantidad de agua que está disponible para ser explotada racionalmente”, apuntó el Dr. Herrera.