A inicios de octubre, un 97% de las comunas de la región Metropolitana se encontraban en fases de desconfinamiento, un proceso que sin embargo la población comenzó antes de que la autoridad dispusiera el levantamiento oficial de las cuarentenas.
Así lo plantea un informe del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería, elaborado por investigadores de la U. de Chile, que detectó en agosto una movilidad incluso superior al período previo a las medidas de confinamiento.
Este fenómeno, sumado a la continuidad de los toques de queda, a las posibilidades de rebrotes y retrocesos en el Plan Paso a Paso, y a una eventual necesidad de volver a decretar cuarentenas, plantea la interrogante sobre cómo las personas adoptaron y percibieron las medidas de confinamiento en este tiempo.
Este fue el foco del tercer informe de Vida en Pandemia, estudio longitudinal e interdisciplinario de la Universidad de Chile que monitoreará el impacto de la pandemia en la sociedad. En esta oportunidad, el reporte indagó además en las percepciones de riesgo y condiciones personales de los individuos en el contexto del confinamiento, su adhesión a las restricciones de libertades, y su parecer sobre la motivación de la autoridad, entre otros aspectos, a cuatro meses del inicio de la pandemia.
Una de las conclusiones del estudio en esta oportunidad fue el contraste generacional y socioeconómico en el apoyo a la vigilancia policial y militar como dispositivo de control frente a la pandemia. En general, 70% de las personas expresa una opinión favorable al control policial y militar del confinamiento. El contraste generacional se refleja en que un 84% de los mayores de 60 años apoya la vigilancia policial y sólo un 7% está en contra; mientras en el grupo de 18 a 29 años un 49% tiene una opinión favorable y 24% la rechaza. También se observan diferencias socioeconómicas importantes, con un 82% de los sectores de mayores ingresos que apoya esta medida versus un 46% que está a favor en el grupo de menos recursos.
Frente a este fenómeno, Irma Palma, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile e investigadora principal de Vida en Pandemia, comenta que "mientras la autoridad y sectores de mayor edad y más altos ingresos interpretan la vigilancia policial y militar como un asunto de cuidado de la salud de la población, parte importante de las generaciones jóvenes y sectores populares hace una interpretación distinta, que se funda en una relación anterior a esta crisis, ya que en la historia, antigua y reciente, esos grupos han estado sometidos más a la represión que a la protección. Para muchos de ellos, pensar que la policía les protegerá es una idea muy extraña. Ello no obsta a que jóvenes y pobres tengan niveles similares en el cumplimiento de la medida de confinamiento".
La sanción al incumplimiento de normas sanitarias por diagnosticados con COVID-19, por otra parte, muestra una opinión favorable en el 64% de los encuestados. En el análisis por grupos, se aprecia que el apoyo a estas medidas abarcan al 77% de las personas entre 18 y 29 años y al 84% de los mayores de 60 años. Estas tendencias generacionales se replican también frente a la consulta sobre la prohibición de circular durante la noche, iniciada el 22 de marzo y que se mantiene hasta hoy. El respaldo al toque de queda es de 59% en el grupo de 18 a 29 años y de 87% entre los mayores de 60; mientras que el 23% de los primeros y sólo 8% de los segundos respondieron en contra.
¿Cómo adoptamos y percibimos el confinamiento?
Sobre el nivel de adopción de las cuarentenas, 69% de las personas que estaban o habían estado en confinamiento obligatorio declara haberse confinado completamente (“siempre”) y 21% responde que se confinó en gran medida (“la mayor parte del tiempo”), mientras sólo un 7% dice no haberlo hecho nunca. En este sentido, un 90% afirma una alta adopción del confinamiento cuando la autoridad lo impuso. No obstante, el confinamiento obligado asume la salida excepcional del lugar habitado bajo condiciones permitidas, por lo que alguien que sale en ese marco cumple con el encierro demandado, y puede definir su confinamiento como total. Por esta razón, es necesario considerar también que sólo un 43% dice que nunca salió las últimas dos semanas antes de la aplicación de la encuesta.
En segmentos específicos, las generaciones de hombres entre 30 y 59 años registran el nivel más bajo de adopción total del confinamiento obligatorio. También se observan diferencias de género por grupo socioeconómico. En el segmento de mayores ingresos, un 80% de las mujeres señala haber cumplido siempre con la medida de quedarse en casa, versus un 70% de los hombres; mientras en el de menores recursos esta tendencia se replica de igual forma, con un 76% de mujeres y un 63% de hombres que se mantuvieron siempre en confinamiento.
Riesgo personal
La encuesta también reveló que 67% percibe un riesgo de infección entre medio a muy alto, materia en la que se registra una percepción de riesgo menor en grupos de ingresos más altos y mayor entre los de menores recursos, particularmente entre hombres. En el segmento más acomodado, 42% señala un bajo o nulo riesgo y 27% alto o muy alto. En el segmento de ingresos más bajos, en tanto, 31% declara bajo o nulo riesgo y 36% señala un riesgo alto o muy alto.
Se identificaron además diferencias importantes en la percepción del riesgo, de acuerdo a la modalidad de trabajo presencial o a distancia. 45% de quienes trabajan presencialmente y 26% de quienes lo hacen a distancia definen su riesgo como alto-muy alto. Además, en el grupo de mayores ingresos se aprecia una definición de riesgo menor en ambas modalidades de trabajo, en comparación a los otros grupos socioeconómicos.
Salud versus economía
Ante la pregunta sobre una disyuntiva entre trabajo y confinamiento en el marco de la pandemia, 37% declara que optaría en el sentido de la economía (trabajo a costa de salir y exponerse a contagio) y 43% escogería su salud (cuidado en casa a costa de la economía familiar), mientras un 20% señala que no sabe cómo respondería. La encuesta identificó una diferencia socioeconómica y generacional ante esta disyuntiva. Mientras 48% de las personas de más altos ingresos optaría por quedarse en casa para proteger su salud, 40% lo haría entre las de más bajos ingresos. Los jóvenes, en tanto, priorizarían el trabajo y los mayores la salud tomando en consideración que 45% de los más jóvenes saldría a laborar fuera del lugar que habita y un 22% lo haría entre los mayores de 60 años. En sentido inverso, 35% de la generación menor y 59% de la mayor se quedaría en casa.
Este dilema también fue consultado en relación al actuar de la autoridad, donde sólo un 8% de los encuestados estima que el gobierno ha priorizado la salud en sus medidas frente a la pandemia, 60% cree que se ha orientado a la economía, y 32% reconoce en la autoridad la intención de producir un equilibrio entre salud y economía. Las respuestas a esta interrogante demuestran además una correlación con la desconfianza hacia el gobierno en el manejo de la pandemia, que alcanza un 66%, y las definiciones sobre riesgo personal.
Se observan además diferencias generacionales, de género y socioeconómicas en este punto, donde jóvenes y mujeres presentan un juicio más crítico hacia las orientaciones de la autoridad.
El 65% de las mujeres y el 58% de los hombres afirma que se orientó a proteger la economía. En los segmentos juveniles, en tanto, 79% de las mujeres y 74% de los hombres entre 18 y 29 años afirma que se orientó a proteger la economía, mientras que en los mayores de sesenta años 51% de las mujeres y 42% de los hombres cree que esta fue la prioridad.