Donde había trabajo, estaba Sergey Ilyushin.
El mayor de una familia pobre y de 11 hermanos, nacido en 1894 en un pequeño pueblo cerca de Vologda, hizo de todo. Fue obrero, estuvo en la construcción, limpió canales, fue jardinero y también cochero.
Era inquieto y aprendía rápido. Aunque sus padres eran prácticamente iletrados, contaban con una pequeña biblioteca, que él devoró. A los ocho años, viajaba 2,5 kilómetros de ida y vuelta para asistir al colegio. Pero a los 11 debió abandonarlo, para ayudar a su familia.
Una esponja para el conocimiento que, en una feria de globos aerostáticos, se enamoró de la incipiente industria aeronáutica e intentó aprender la mayor cantidad posible de sus secretos, lo que finalmente cambiaría su vida y lo convertiría en uno de los principales diseñadores soviéticos de aviones, entre ellos el Ilyushin Il-76, que por estos días ayuda a combatir los incendios forestales de la zona centro sur del país y que los chilenos han comenzado a nominar coloquialmente como "Luchín".
Antes de eso, vino su labor como soldado en la Primera Guerra Mundial y el cumplimiento de funciones administrativas para el ejército en Vólogda. Hasta que se abrió la sección de aviación e ingresó a un mundo que lo estaba esperando.
Partió de abajo. Fue mecánico y parte del personal de tierra. En 1917 se convirtió en piloto. Ese mismo año se produjo la Revolución Rusa y Sergey Ilyushin se volvió bolchevique.
Los aviones deben hablar sobre su creador, no al revés.
Nunca abandonó el gusto por el aprendizaje. Entró al Instituto de Ingenieros de la Flota Aérea Roja y comenzó a diseñar planeadores y, con el tiempo, pasó a desarrollar naves de mayor envergadura. Crea una empresa con amigos; luego de independiza, aunque con el apoyo del Estado, uno de sus mejores clientes. Ahí nace la Oficina de Diseño Ilyushin.
De ahí salen una serie de aviones de combate que serán utilizados en la Segunda Guerra Mundial. El Il-2 y el Il-4, incluso, serán los más ocupados por el ejército ruso.
Finalizado el conflicto bélico, se pasa a la aviación comercial, aunque sin abandonar el transporte de carga para el ejército. Su principal área de negocios se concentraba detrás de la "Cortina de Hierro".
Sus servicios fueron apreciados, condecorados y le aseguraron un sitio en el Soviet Supremo. Recibió siete veces el Premio Stalin del Estado, más que cualquier otro. También le otorgaron el galardón "Héroe del Socialismo", una de las principales condecoraciones de la extinta URSS.
De estas labores nace Ilyushin II-76, que volará por primera vez en 1971, un avión hecho para las condiciones extremas, para viajar a zonas alejadas y no ser demasiado exigentes con las pistas de aterrizaje.
Este modelo fue el último que alcanzó a supervisar Sergey Ilyushin antes de retirarse en 1970, ya enfermo. Moriría siete años después, sin dejar un libro de memorias porque creyó que a nadie le interesaría leerlo.
"Los aviones deben hablar sobre su creador, no al revés", era su consigna. El Ilyushin II-76, una prueba de ella.