Hermana de Rodrigo Anfruns: "Tengo la convicción de que fue uno más de los asesinados en dictadura"
Chaitén. Esa fue la ciudad que Loreto Anfruns eligió para vivir junto a su madre, Paola Papi. Aunque siempre le gustó el sur como lugar para criar a sus hijos, reconoce que hay algo más.
"Una de las cosas es por decisión familiar de tener a mis hijos en un lugar más de naturaleza, en pueblo chico, donde todos se conocen. Por un tema de no sentirse agobiado por la ciudad, y parte de ese agobio o temor que le tengo a la ciudad lo más probable es que venga del caso de Rodrigo", señala a T13.
Loreto Anfruns tenía cuatro años cuando se perdió todo rastro de su hermano aquella tarde de domingo en la casa de sus abuelos. Tras esto, se inició una intensa búsqueda que movilizó al país y que terminó 11 días después, el 14 de junio de 1979, con el hallazgo de su cuerpo en un sitio eriazo, a solo metros de la vivienda, ubicada en la calle Juan Agustín Barriga, en la comuna de Ñuñoa (revisa la cronología del caso ingresando a este enlace)
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A solo horas del hallazgo, Investigaciones aseguró que un menor de edad, de iniciales P.P.V. había reconocido su autoría en el crimen. Sobre el hecho que el cuerpo apareciera a solo metros de la casa de sus abuelos, en un sitio que había sido revisado decenas de veces, se aseguró que las matas de palqui, un arbusto de fuerte olor, habría ahuyentado a los perros que habían participado de la búsqueda.
Quizás como mecanismo de defensa, Loreto bloqueó buena parte de esos recuerdos. ¿Cómo era Rodrigo? Es algo que fue construyendo a partir de lo que le contaron sus padres. Que era un hermano protector, que le advertía que no hablara con extraños hasta los días en que jugaban y ella le rompía los bloques de Lego.
"Yo tengo algunas imágenes, pero imágenes empiezo a tener después, más grande, en situaciones que vivíamos con mi papá, que íbamos al cementerio, o ver triste a mi mamá. Ellos me explicaron que Rodrigo no estaba, que se había ido al cielo, pero de a poco fui descubriendo lo de lo que se trataba todo. Para mí era un hermano que no estaba, después un hermano que había muerto en ciertas circunstancias. Después, más grande, que lo habían matado", cuenta.
Fue más tarde, cuando tenía 18 años, que decidió ir más allá. Loreto no quería revivir el recuerdo de sus padres, por lo que decidió ir a la Biblioteca Nacional y revisar los diarios de la época, los mismos con que se armaron la cronología del caso que acompaña esta nota. "Yo sabía que para ellos era súper difícil el tema", señala.
Luego, llegó a sus manos el libro "Una verdad pendiente", de la periodista Soledad Pino, el que plantea que Rodrigo habría sido secuestrado por agentes de la dictadura, en medio de una presunta disputa entre altas autoridades del régimen con un tío político de Rodrigo, Luis Iracabal.
Esto, sumado al testimonio del carabinero Jorge Rodríguez, quien en 2003 provocó la reapertura del caso tras asegurar que había visto a agentes de la CNI depositar el cuerpo del menor en el sitio eriazo. El mismo que ellos habían revisado hasta el cansancio.
Loreto dice tener la "convicción de que Rodrigo fue uno más de los asesinados y torturados en la dictadura, pero entendiendo que no era algo particular ni contra mi mamá o mi papá; el año del golpe ellos ni siquiera estaban en Chile. Quizás hubo una equivocación frente a Rodrigo, pero que esa equivocación la manejaron como manejaban todo en esa época. Igual lo raptaron, lo torturaron y lo devolvieron muerto. Y hasta el día de hoy no se sabe nada".
Sobre la investigación -que ha tenido varias reaperturas y que actualmente se encuentra sobreseida temporalmente- Loreto Anfruns señala que "yo personalmente estoy muy decepcionada del Poder Judicial, al nivel de que no creo que ellos me vayan a dar una respuesta, y principalmente porque no tiene ninguna intención de esclarecerlo. La verdad es que no tengo ninguna esperanza puesta en el Poder Judicial".
-Cuando surge testimonio de Rodríguez muchos pensaron que esto podría abrir una caja de pandora, con nuevos testimonios
"Lo que pasa es que sí los hubieron, pero ninguno estuvo dispuesto a atestiguar, por la implicancias que pudiera generar eso. Eso corrobora aún más de que existen muchas personas involucradas que taparon las evidencias o las ocultaron, y lo van a seguir haciendo", dice.
-¿Te imaginas cómo sería resolver este caso?
"No creo que vaya a suceder a estas alturas. Cuando creí que podía pasar, con el libro de Soledad. Ahí estaban pasando varias cosas y dije: ya, puede ser. Pero me doy cuenta que va a ser muy difícil que asuman la muerte de un niño; que no fue el único. Atribuirse eso lo veo muy difícil. En este minuto no me lo imagino.
Si llega a suceder, más que buscar exactamente quién fue el que mató a Rodrigo, tampoco a estas alturas me interesa saber, porque por todo lo que se ha sabido uno sabe cómo funciona el sistema -habrá sido más bruto, menos bruto; lo torturaron, lo hicieron pasar hambre- lo encuentro tan terrible que saber detalles de eso ya no me interesa y creo que a esta altura no me aporta nada.
Pero lo que me interesaría sí es que se reconociera principalmente que si fue manipulado, que le echaron la culpa a otro joven, que le dañaron de por vida a otro joven, y que se reconozca que fue una violación de un derecho humano en una época de dictadura, más allá de que fue xx el que hizo el acto final. Eso, de verdad, no me entregaría nada hoy día. Que existiera justicia para mi pasaría por un tema de que se reconozca que el Poder Judicial manejó el tema, que en el Instituto Legal habían personajes involucrados, que se reconociera cómo funcionaba el cuento, más allá de un nombre.
No es buscar un nombre, es buscar justicia en nombre de Rodrigo, pero no por Rodrigo, sino porque hoy día siguen existiendo esos abusos con los niños del Sename, los niños Mapuche, existe todavía un abuso frente a la infancia que creo que tiene que ser representada de una u otra forma. Y tener a Rodrigo como representante de eso, para mi simboliza que no pueden seguir ocurriendo estas cosas hasta el día de hoy".