El desolador cambio que experimentó la vista aérea del embalse El Yeso en cuatro años por la sequía
Las sequías intensas que duran uno o dos años son bastante comunes en Chile y también en otros países con climas mediterráneos. Sin embargo, la que actualmente afecta al centro de nuestro país, y que se ha prolongado durante más de una década, es algo muy diferente.
Desde 2010, las precipitaciones en el centro de Chile han estado por debajo de lo normal cada año en un promedio de 20 a 45%. En Santiago, hogar de más de 7 millones de personas, la falta de agua ha sido particularmente extrema.
Según la información publicada por la NASA, junto con un par de impactantes fotografías satelitales, la falta de lluvia ha sido particularmente extrema, con solo 10 a 20% de la lluvia normal que cayó durante los últimos años.
La disminución de las lluvias ha tenido consecuencias de gran alcance, especialmente para los agricultores. De hecho, en agosto de 2019, el Ministerio de Agricultura declaró emergencias agrícolas en más de 50 municipios.
Todo este escenario se ve reflejado en unas imágenes de la NASA que muestran la reserva de agua artificial El Yeso, uno de los principales embalses que abastece a Santiago, extremadamente seco.
La imagen de la izquierda muestra el depósito el 19 de marzo de 2016, cuando contenía unos 219 millones de metros cúbicos de agua. Para marzo de 2020, el volumen había caído a 99 millones de metros cúbicos, alrededor del 40% de la capacidad. Ambas imágenes fueron adquiridas por Operational Land Imager (OLI) en Landsat 8.
(Debes desplazar las flechas para ver el antes y el después)
La mayor parte del agua que llega al embalse cae como nieve en las montañas cercanas. Durante la primavera y el verano, la nieve y el hielo se derriten, reponiendo las corrientes que fluyen hacia el embalse. Pero la falta de nieve en los últimos años ha significado que algunos lugares clave hacia el Sur y el Este, que normalmente estarían cubiertos de nieve, ahora estén vacíos.
Los científicos que han estudiado la megameda (que es una sequía prolongada que dura dos décadas o más) atribuyen aproximadamente el 25% de su intensidad y severidad al calentamiento global. Mientras que el resto se debería a los ciclos naturales en la circulación atmosférica, las temperaturas del océano y los patrones de lluvia, como los asociados con la Oscilación Decenal del Pacífico.