El ruido. Cerca de las 11 de la noche del 10 de septiembre, Paula sintió un golpe fuerte, como algo que se quebraba. “Pensé que alguien se había tirado de los últimos pisos para matarse. Me acuerdo y me da un escalofrío”, relata. Ella es propietaria de uno de los 57 departamentos del edificio Miramar Reñaca, que se divide en dos torres, una de 10 pisos y otra de 25. El ruido que escuchó fue el socavón justo al lado de la piscina, que tiene a toda la comunidad convulsionada, y que también afectó al edificio Santorini. Este movimiento de tierras se suma al del edificio Kandinsky, que está a un costado, ocurrido el 22 de agosto.
Santorini y Kandinsky son edificios más de lujo, en cambio el Miramar tiene departamentos básicos de 1 habitación a algunos que valen 400 millones de pesos. El martes en la mañana los vecinos están irritados, nerviosos. Han abierto la reja del estacionamiento para sacar cosas de sus apartamentos. Es ilegal, porque el edificio está clausurado. Hay carabineros cerca y no hacen nada. El edificio mayor tiene 25 pisos y no funciona el ascensor.
En este escenario bastante desolador, las empresas de mudanzas sacan cuentas alegres. Un chico que trabaja en una de ellas dice que ha subido y bajado diez veces hasta el piso 25 trayendo muebles y cosas pesadas. Le resopla la voz. Pero hay arrendatarios que han debido subir por su cuenta hasta sus departamentos y se quejan de la falta de luz. Incluso adultos mayores.
Una señora que lleva cuatro años en el edificio, que prefiere no identificarse, cuenta que es lo peor que le ha pasado en la vida, que la gente está muy nerviosa, muy enojada, porque según los vecinos nadie los ha ayudado. “Me voy a otra parte y nunca más voy a volver. No quiero saber nada de este lugar. Queremos querellarnos. La culpa no es de la inmobiliaria. Es del MOP porque hizo mal el trabajo en el colector”.
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Dice que había un cuidador que estuvo a punto de morir, que logró escapar justo cuando el agua empezó a llevarse todo. “Esto no tiene nada que ver con las dunas, que son un basural. En otros países se construye sobre dunas y no pasa nada”.
Peleas. El ambiente es tenso y pesimista, hay discusiones fuertes, casi al borde de la puños. También hay molestia con la televisión, que según varios ha hecho un espectáculo de este drama. “Con el primer socavón había camarógrafos esperando que se cayera el edificio”, dice Mario, que es parte del comité de administración de Miramar Reñaca.
Mientras Mario habla, aparece un joven iracundo y lo insulta, lo critica por haber recibido a la alcaldesa Macarena Ripamonti (RD). “Esto ha sido una cosa terrible. Estoy indignado. La culpa la tiene la alcaldesa. Y ustedes la recibieron y la trataron como reina. Yo no aguanto más. Me voy de acá”, se aleja gritando.
Mario, que recibe los gritos sin inmutarse, tuvo una vida de sacrificio, pero logró convertirse en piloto y trabajar durante 47 años en Latam. Antes era bombero. “Me da mucha rabia que digan que aquí viven los ricos, porque no es cierto”. Es dueño de un departamento y reconoce que probablemente hoy no vale nada.
“Hay mucha gente que está muy asustada y que no quieren volver nunca a esta cuestión”, acepta. “Esto se podría solucionar fácilmente, pero el problema ambiental es complicado. Porque tienen que poner la misma arena de las dunas que estaba ahí en el socavón, la que se hundió y se fue al mar. Pero no la pueden sacar de las dunas. Si vas a las dunas están convertidas en un lugar para tener sexo, lleno de basura. Han bajado 14 metros producto de toda la gente que camina por ahí y se tira por las pendientes”.
De hecho, el asunto ambiental se puede graficar rápidamente. Al lado del Miramar Reñaca hay una obra gruesa de tres pisos. Lleva dos años paralizada, lo mismo un edificio de lujo, completamente terminado y abandonado, que está frente al mar, abajo del Kandinsky, por no cumplir la normas ambientales.
Densidad habitacional. El arquitecto Marco Beovic, que vivió en la zona y estudió en la UCV, hoy académico de la U. Mayor, dice que “se mezclan varias cosas, ya que hay componentes obviamente legales de por medio en términos de planes reguladores. Por otra parte, hay temas estéticos y también respecto a cómo nos relacionamos con el medio ambiente. La duna es un ecosistema muy particular, no es simplemente un montón de arena”
El otro problema es la alta cantidad de edificios de 20 o más pisos y la densidad habitacional que trae consigo. “Nunca se pensaron los impactos no solamente ambientales, sino los impactos que iba a tener esa cantidad de gente viviendo en ese lugar y lo que implica en términos de redes de agua, redes de electricidad. Al final los sistemas de evacuación de agua colapsaron por no haber previsto una mayor presión de las lluvias”.
La seguridad. Paula, que también es parte del consejo de administración de Miramar Reñaca, recuerda que recibió a la alcaldesa el 24 de agosto. “Fue muy amable, muy preocupada, pero después nunca más me contestó las llamadas”. De hecho, le mandó un mensaje a la alcaldesa para que pusieran seguridad, porque la gente se está mudando y ha habido robos. Están siendo asesorados con abogados, porque hay una idea de querellarse contra el MOP.
Consultada por el tema, la alcaldesa dijo: “Esta situación es verdaderamente dramática. Son circunstancias que, insisto, nosotros como municipio, primero estamos recolectando todos los antecedentes. En primer lugar, hemos instado a que desde el Ministerio de Obras Públicas se nos informe de manera permanente las intervenciones que se están haciendo, y también de Esval”
Sobre la seguridad, afirmó: “Tenemos dos vehículos de seguridad en conjunto con dos vehículos de Carabineros de Chile de manera permanente, custodiando el sector, además de comunicación efectiva con los liderazgos vecinales, del sector aledaño al edificio Kandinsky, Miramar. Se están haciendo los catastros, para una ayuda temprana para las personas que están allí evacuando y sacando sus cosas de los edificios”.
“Compartimos las inquietudes de los vecinos y vecinas en el sentido de que ellos necesitan de algún modo tener la capacidad de sacar sus cosas de la casa y en este momento no han tenido las autorizaciones. Nosotros estamos en conversaciones”, agregó la alcaldesa.
La realidad que relatan los vecinos es distinta. Dicen que no han recibido ninguna ayuda. Una señora de unos 70 años lleva sus cosas en un carro de supermercado. Se ve cansada. Ha subido y bajado 5 pisos para recuperar algunas pertenencias. Un amplificador de guitarra de su nieta. Dos televisores. Hay varias cajas amontonadas.
A las dos de la tarde cierran la rejas. Y empiezan algunas discusiones. Algunos quieren entrar con sus autos y no los dejan. Dos vecinas que eran amigas se enojan por una nimiedad.
Esta crisis no sólo ha afectado a estos tres edificios (hay otros 14 que podrían estar en riesgo). Una parte de la costanera de Reñaca y Concón ha sido clausurada. Hay varios restaurantes cerrados. Y algunos abiertos, como el clásico Aquí Jaime, han reducido su clientela en un 50 %.