La actriz y ex ministra de Cultura, Paulina Urrutia, se refirió a los últimos hechos de su vida durante la transmisión del capítulo de "De tú a tú", de Canal 13.
En primer lugar, Urrutia abordó aspectos de su infancia, como la profesión de sus padres, quienes eran administradores públicos y de clase media-baja.
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“Yo terminé siendo el non plus ultra de la administración pública, me convertí en ministra”, bromeó la actriz, y recordó que durante toda su infancia vivió la ausencia de sus padres, ya que ambos trabajaban mucho.
En esa misma línea, señaló que "fui hija de la primera generación de papás que trabajaban y mamás que desaparecían durante meses en el año. La primera vez que fui a un psicólogo cuando muy chica fue porque no sabía dónde estaba mi mamá en el globo terráqueo".
También reveló cómo vivió sus 15 años, tras la separación de sus padres, por lo que tuvo que irse de su casa con su mamá y su hermana menor, Loreto. Sin embargo, cuando a los tres años su madre se enfermó de cáncer y falleció, su padre se ofreció a hacerse cargo sólo de su hermana, no de ella.
“Mi papá era muy torpe afectivamente. Yo creo que me tenía miedo, porque yo era puntuda, y él tenía muy poco manejo (…) Yo le dije que él no nos podía separar, y no encontró nada mejor que castigarme, diciéndome que no me iba a poner ni un peso, yo le dije ‘qué me importa, no quiero tu plata, yo me voy a hacer cargo de mi hermana y no necesito nada de ti'", aseguró.
Su relación con su padre se recompuso sólo un poco antes de que muriera, también de cáncer: “Lo acompañaba a las quimio, y fue muy bello, un regalo, porque pude conocer a mi papá. No cambió para nada la percepción que tenía de él, pero él se dio cuenta de que yo no tenía ningún rencor. Nunca sentí la falta de él, y yo creo que logró ser un muy buen papá para mi hermana".
Del mismo modo, abordó su relación con el ex productor televisivo, Augusto Góngora, sobre quien señaló que "Augusto es muy gozador, un hombre lleno de vida, lleno de cuento, súper riguroso”.
En esa misma línea, destaca que es totalmente diferente a ella. A modo de ejemplo, recordó cuando una vez fueron a Europa juntos. “Yo como buena pobre tenía todo planeado, dónde ir, qué hacer, el museo, esa sensación de que nunca más voy a volver, así que tengo que aprovechar al máximo. Y en cambio al Augusto le encantaba sentarse a tomarse un café y mirar a la gente. Yo le decía ‘¡Termina tu café, que nos van a cerrar el museo!’".
También abordó el Alzheimer con el que fue diagnosticado a su pareja hace algunos años: “Muchas otras personas están viviendo lo mismo y saben que una se empieza a volver loca, por el nivel de exigencia, de dolor, el duelo permanente y larguísimo. Es una muerte en cámara lenta donde día a día, hora a hora y minuto a minuto vas perdiendo algo de esa persona, y eso es abrumador. Pero al mismo tiempo es lo más bello".
"Yo viví sus últimos momentos de conciencia diciéndole: ‘Augusto, estás en tu casa, estás en tu pieza, estás con la Pauli’. Y él decía ‘Qué bueno’. Y ahora que ni siquiera tengo eso, es solamente tomarle la mano y decirle ‘Aquí estoy", agregó.
También se le preguntó si todavía hay momentos en que Augusto es capaz de reconocerla, ante lo que indicó que "el Augusto nunca ha dejado de ser el Augusto. Lo miro a sus ojos, cómo se ríe, las cosas con las que goza, y nunca he dejado de reconocerlo. Y él, hasta el día de hoy en su máxima desesperación, cuando se para y mira, grita ‘¡Pauli!’, yo le digo ‘Augusto, aquí estoy’. Y yo creo que no me ve, pero sabe que estoy ahí"..
"Dicen que el amor de un padre a un hijo es incondicional, y eso a mí me da mucha lata porque significa que los que no tenemos hijos no tenemos la capacidad de amar incondicionalmente. Y yo te puedo decir que yo amo incondicionalmente a Augusto”, sostuvo.