“Yo sufría al ver que mis hijos estaban creciendo en un campamento. Lo más difícil es el invierno, el frío, las piezas heladas, el barro, cómo la casa se te moja y los niños se te enferman más rápido”, recuerda Pamela Ocares sentada en su comedor. Ella fue parte de la directiva de un campamento en Maipú hasta 2019 y, gracias a un esfuerzo de años, hoy vive en un departamento, formando parte de una comunidad en la que todos se conocen y que comparten plazas donde cada semana juega con sus nietos.
La última actualización del Ministerio de Vivienda y Urbanismo concluyó que hoy existen 1.472 campamentos en el país y, de acuerdo con el último Catastro Nacional de TECHO-Chile, se calcula que son 113.000 familias habitando en estos asentamientos, cifras que siguen en aumento y que están al alza desde el año 2011, con entre 2 mil y 3 mil familias llegando a vivir a ellos por año.
Pamela Ocares llegó al campamento La Isla en 1999, tenía cuarenta años y su hija menor dos. Cuenta que lo hizo con su marido y sus cinco hijos buscando que su familia dejara de vivir como allegada en la casa de su madre. Esta situación no es excepcional. De acuerdo a la medición de TECHO-Chile, respecto a los motivos por los que las familias llegan a vivir a campamentos, la mayoría de ellas lo hicieron porque se vieron afectadas por el alto costo de los arriendos (74,8%), la necesidad de independencia (73,6%) y los bajos ingresos (72,5%).
“Estar en un campamento con niños es lo que más duele”, asegura. “Mis hijos y luego mis nietos debían ir al colegio metiéndose al barro. No tenían estabilidad, tampoco un lugar donde pudieran invitar a sus compañeros”, agrega.
Con el apoyo de jóvenes de TECHO-Chile, que comenzaron a trabajar con la comunidad en 2005, Pamela junto a sus vecinos pudieron crear un comité de vivienda, uniéndose con el objetivo de reunir recursos y postular a un subsidio de vivienda. Relata que no fue fácil, ya que muchas familias no contaban con suficientes ahorros: “Nosotros como familia empezamos a vender papas fritas, hacer sopaipillas, hacer rifas y bingos para colaborar”, comenta. A pesar de los esfuerzos realizados por las familias postulantes, el proyecto sufrió varias dificultades. La más urgente fue el desfinanciamiento de este por el precio del terreno, por lo que se tuvo que postular al Programa de Mejoramiento de Barrios de la Subdere para finalizarlo.
En 2016 se adjudicaron el proyecto Flor del Valle y, en 2022, 104 familias pudieron entrar al proyecto social de departamentos con una llave propia, proceso en que TECHO-Chile pudo acompañarles como entidad patrocinante -institución que desarrolla el proyecto y/o reúne y dirige en conjunto a las familias a las demás instituciones, como la inmobiliaria-. Pamela valora el trabajo organizado entre los vecinos y explica que desde su perspectiva es más duro vivir en un campamento siendo niño: “Una ya está con edad, en cambio, los niños están recién creciendo. Vivir bajo un techo seguro era una oportunidad que no podíamos perder. Yo creo que ellos nos impulsaron: los hijos y los nietos”.
“Vas a tener un espacio sólido, estable, un lugar del que no te pueden echar”, fue lo que dijo el día en que entró a su departamento en 2019.
Flor del Valle es para Maipú y TECHO-Chile uno de los proyectos más bullados de los últimos años: la persistencia de los vecinos por lograr una solución habitacional digna y los diversos problemas que tuvieron que sortear, género que el debate sobre la instalación del proyecto trascendiera la opinión local contraria a la instalación de viviendas sociales y se sumara de forma propositiva al debate nacional sobre la obtención y acceso a éstas, generando repercusiones en diversos medios de comunicación e incluso en varias sesiones del entonces Concejo Municipal de Maipú. Durante más de 20 años el derecho de los vecinos a una solución habitacional había sido negado por parte de la municipalidad.
Flor del Valle es uno de los 99 barrios con hogares definitivos que TECHO-Chile ha hecho posible, acompañando a más de 8 mil familias en el proceso de postulación y construcción de proyectos sociales, con el objetivo de apoyar a las personas que viven en campamentos a lo largo del país.
La organización se encuentra invitando a ser parte de transformaciones como la de Pamela y su comunidad, que se impulsan junto a familias que viven en situación de exclusión habitacional. ¿Cómo? Sumándose a la causa y ser parte del proyecto como socio/a de TECHO-Chile en el siguiente link: techochile.org/haztesocio.
La principal meta de TECHO-Chile es encontrar soluciones habitacionales adecuadas que permitan a las familias salir de los campamentos. Esto lo hacen tanto a través de un acompañamiento y trabajo permanente dirigiendo a familias hacia herramientas y ofertas programáticas que ofrece el Estado, como a través de proyectos habitacionales colectivos, como entidad patrocinante y/o realizando programas de integración social, una vez levantado el proyecto que desarrolla su área de vivienda definitiva que iniciaron en 2007.
Dado que la espera promedio para la entrega de proyectos de vivienda definitiva fluctúa entre cinco y quince años, TECHO-Chile trabaja también con los y las vecinas de campamento con dos propósitos: promover el desarrollo comunitario potenciando liderazgos, bajo la convicción de que un camino exitoso a solucionar la problemática de fondo se logra de manera más expedita a través de la organización comunitaria. Y segundo, poner a disposición de las familias herramientas en educación para niños y realizar capacitaciones de oficio, entre otros programas, para apoyarles en la superación de los desafíos que les llevaron originalmente a vivir en estos terrenos.
Después de años de esfuerzo y de trabajo, Pamela asegura que está orgullosa de lo que ha logrado. “Me gustaría decirle a las familias en campamento que sigan trabajando. Que digan “basta, que no queremos seguir viviendo en un campamento por nuestros hijos””.
¿Cómo apoyar?
Hazte socio/a de TECHO-Chile en www.techochile.org/haztesocio