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Deutsche Welle: El cierre del "Chernobyl chileno" aviva el debate entre salud y economía

Deutsche Welle: El cierre del "Chernobyl chileno" aviva el debate entre salud y economía
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El anuncio de cierre de una fundición estatal de cobre en Chile es un primer paso para enfrentar las llamadas "zonas de sacrificio". ¿Es posible mantener industria y empleo con estándares medioambientales más exigentes?

La decisión del gobierno chileno de cerrar progresivamente la fundición de cobre de Ventanas, a unos 30 kilómetros de Valparaíso, despierta tanto aplausos como críticas. Esperanza para los habitantes de la zona costera de Quintero y Puchuncaví, pero molestia entre los trabajadores de la cuprífera estatal Codelco, quienes fueron a paro hasta llegar a un acuerdo con la empresa para asegurar una transición justa.

La fundición y refinería de Ventanas, que también procesa cobre de privados, es parte de un centro industrial que además tiene cuatro centrales termoeléctricas a carbón, una planta de gas licuado, una refinería de petróleo y una empresa de productos químicos. Todo en un antiguo balneario y zona agrícola, contiguo a un humedal.

Zonas de sacrificio: productividad con consecuencias

Desde hace más de diez años, se registran serios episodios de contaminación e intoxicación con gases y partículas en el aire y los suelos, además de derrames de hidrocarburos en la bahía. El sitio es conocido como el "Chernobyl chileno”, una de las llamadas "zonas de sacrificio", donde las comunidades sufren las consecuencias de la actividad productiva.

"Se han visto problemas cardiológicos, neurológicos y respiratorios. Pero hay muy pocos estudios y, por lo mismo, no se generan medidas que vayan a la raíz del problema. El cierre de Ventanas va a ayudar, pero el problema es mucho más generalizado, debido a los numerosos y distintos compuestos volátiles que hay dentro del parque industrial”, dice a DW la politóloga Pamela Poo, directora de políticas públicas e incidencia de Fundación Ecosur.

Razones ambientales, técnicas y económicas

El cierre de la fundición, anunciado por el presidente Gabriel Boric tras un nuevo episodio de intoxicación de los vecinos, se justifica plenamente, según Gustavo Lagos, académico de Ingeniería de Minería de la Universidad Católica. "Desde hace más de 20 años tengo la convicción de que hay que cerrar, pero ningún gobierno se había atrevido”, señala a DW.

"Cuando hay que tomar decisiones en torno a industrias contaminantes, hay que tener la voluntad y pensar en el bien superior de largo plazo. Además, Ventanas generaba pérdidas a Codelco”, apunta, por su parte, Pamela Poo. Lagos explica que esta planta "funde menos del diez por ciento del total de Chile al año” e invertir para prolongar su vida útil sería un parche temporal para una fundición que no tiene la posibilidad de expandirse. "Se requiere construir en otro lugar una mucho más grande, económicamente viable y con una tecnología que capture alrededor del 99,8 por ciento del anhídrido sulfuroso”, agrega.

Este gas altamente tóxico se genera al fundir el concentrado de cobre, el cual contiene azufre. "Las fundiciones más avanzadas del mundo capturan prácticamente todo el azufre. Emiten solo el 0,1 ó 0,2 por ciento. La fundición Aurubis, en plena ciudad de Hamburgo, tiene varias campanas que capturan todos los gases, un edificio alrededor que atrapa cualquier gas que se hubiera escapado y filtros en el techo. En cambio, Ventanas emite entre el 3 y 5 por ciento”, indica Lagos.

En Chile, normas menos exigentes que en países desarrollados permiten que esta y otras fundiciones sigan operando. "Aquí los requisitos son muy laxos. Falta elevar las normas ambientales por lo menos a los valores que tiene la OMS y también mayor fiscalización”, sostiene Poo.

Transición para trabajadores y vecinos

El cierre definitivo podría tomar hasta cinco años. El Gobierno ha anunciado planes de recolocación y jubilación anticipada para más de mil trabajadores. Los sindicatos temen que la estatal Codelco se vaya desmantelando, continúen los despidos y se pierda un activo del Estado, que es un bien común de toda la ciudadanía. "Se requiere un proceso de transición justa, en diálogo con los trabajadores y sectores afectados de la comunidad. Si no tiene validación social, se genera resistencia”, indica Pamela Poo.

Este necesario proceso tiene un costo menor que "la pérdida de calidad de vida y salud de 50 mil personas, y una percepción de zona de sacrificio. Los estándares se han elevado. El desarrollo no debe ser solamente económico”, subraya Lagos.

Sin beneficios para los vecinos

Entre los lugareños que han vivido aquí gran parte o toda su vida "hay una desesperanza aprendida. Nunca se dieron cuenta de que existía contaminación o asumieron que las cosas eran así. La conciencia recién empezó con la resonancia mediática de episodios a partir de 2010 y con la acción de las generaciones más jóvenes”, afirma a DW Sergio Toro, investigador asociado del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos(IMFD) y académico de la Universidad de Concepción.

Un estudio del IMFD muestra que los vecinos tampoco se han beneficiado económicamente, explica Toro: "Una vez instaladas las empresas, los niveles de empleo del entorno no tuvieron mucho cambio, porque quienes viven allí no tienen las capacidades que se requieren dentro de ese tipo de industria y la gente contratada vive en lugares más alejados”.

La contaminación afectó la agricultura y la pesca. "Los productos del mar tenían altas concentraciones de materias contaminantes. La autoridad, preocupada por la salud de las personas, no se ocupó de las industrias, sino que prohibió el cultivo de productos del mar a los pescadores”, dice Toro. Hoy las opiniones están divididas entre quienes exigen mayores estándares, regulación y producción limpia, y quienes quieren que las industrias se vayan para poder recuperar suelos y aguas para la agricultura, la pesca y el turismo, como ocurre en balnearios vecinos.

Metas a largo plazo

¿Oportunidad para cerrar zonas de sacrificio? "La principal cuprífera nacional debiera tener un plan de fundiciones modernas para poder ir cerrando las que están obsoletas”, afirma Pamela Poo. Según Lagos, es importante poner metas a largo plazo y no requisitos que cambian cada pocos años: "Dar los plazos para que toda la industria apunte al estándar final, no a uno intermedio que después de un tiempo ya no es suficiente y la inversión temporal no valió la pena”.

Cerrar Ventanas es un primer paso, pero no soluciona el problema. "El sector de las termoeléctricas a carbón es uno de los principales contaminantes de las zonas de sacrificio. Allí se debiera generar una estrategia de transición justa”, señala Poo. Y también acciones como la revisión de las resoluciones de calificación ambiental para prevenir nuevos episodios de contaminación y avanzar en el terreno legislativo en mejores normas y regulaciones.

El éxito de este proceso podría marcar el camino para otras zonas de sacrificio. En opinión de Toro, "aquí se verá la capacidad del Gobierno para tomar el cierre de la fundición de Ventanas como oportunidad para empezar a regular de mejor manera a las demás industrias”.

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