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"Al abordaje muchachos": La historia de la frase que marcó la inmolación de Arturo Prat en Iquique

"Al abordaje muchachos": La historia de la frase que marcó la inmolación de Arturo Prat en Iquique
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"La audacia y arrojo de Prat y sus camaradas unió a todo Chile en torno a un ideal común", destaca el comandante en jefe de la Armada, Julio Leiva, a 140 años de este hito histórico.

“Muchachos: la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo”

La frase corresponde a Arturo Prat y fue emitida momentos antes de que el comandante de la Esmeralda, de 30 años, se lanzara al abordaje del blindado peruano Huáscar, pese a las prácticamente nulas posibilidades de éxito. Una inmolación por la que pasó a la historia, y que cada 21 de mayo es recordada por la Armada como el inicio de una voluntad patriótica que culminó con la victoria chilena en la Guerra del Pacífico.

"El día 21 de mayo de 1879 cambió el destino del país. La audacia y arrojo de Prat, Condell y sus camaradas unió a todo Chile en torno a un ideal común", destaca a T13.cl el comandante en jefe de la Armada, almirante Julio Leiva, a 140 años de este hito. 

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¿Quién fue Arturo Prat y cómo se transformó en un héroe nacional?

Prat nació un 4 de abril de 1948, y a los 8 años de edad ingresó a la Escuela Superior de Educación Primaria, en Santiago. Fue ahí donde conoció a dos personas que se convirtieron en sus grandes amigos, y cuya historia estuvo vinculada hasta el día mismo de su muerte: Carlos Condell y Luis Uribe. Con ellos ingresó más tarde a la Escuela Naval, de la cual egresaron en 1864.

Destacado por su responsabilidad y disciplina por documentos de la época, Prat se tituló de bachiller en el Instituto Nacional en 1871, con una distinción especial en filosofía y literatura. Posteriormente, se tituló de Bachiller en Leyes en la Universidad de Chile, para luego obtener el título de Abogado. Adicionalmente, en la Escuela Naval, se desempeñó como oficial y profesor, misma labor que realizó en en la escuela nocturna Benjamín Franklin de Valparaíso.

Aunque es ampliamente recordado por su sacrificio durante el Combate Naval de Iquique, hubo otra gran proeza a su haber: la captura de la Covadonga, en 1865, cuando tenía apenas 17 años. La misma nave que sería protagonista, junto a la Esmeralda, del enfrentamiento contra los marinos peruanos. 

Pero el nombre de Prat quedará de forma incuestionable en la historia de Chile 14 años después, cuando se inicia la Guerra del Pacífico, conflicto que enfrentó a nuestro país con Bolivia y Perú por el control de la actual zona norte. 

Tras la declaración de la guerra, la escuadra chilena inició un bloqueo del entonces puerto peruano de Iquique, buscando disputar el control de la zona. Sin embargo, ante la ausencia de navíos peruanos, el comandante Juan Williams Rebollledo decide iniciar una expedición rumbo hacia El Callao, principal puerto limeño. Lo hace junto a todas las naves chilenas, salvo la Esmeralda y la Covadonga, y un transporte llamado Lamar. En la zona queda a cargo Arturo Prat. 

El bloqueo chileno es interpretado como un agravio por la población peruana en Iquique, quienes exigen pasar a la ofensiva. Es así que el Presidente peruano, Mariano Ignacio Prado, envía a la zona a la fragata blindada Independencia -a cargo del capitán Miguel Grau- y la fragata blindada Independencia, comandanda por el capitán Juan Guillermo Moore. 

El enfrentamiento comenzó a primera hora del miércoles 21 de mayo. “¡Humos al norte!” fue el grito que realizó el vigía de la Covadonga, que patrullaba el exterior de la bahía. Con un cañonazo, se advirtió a La Esmeralda que el ataque era inminente. 

“Tripulantes del Huáscar: Ha llegado la hora de castigar al enemigo de la Patria”, fue parte de la arenga que realizó Grau momentos antes de iniciar la ofensiva. 

Prat, consciente de la desventaja con que se encontraban, tomó medidas: ordenó arrojar la correspondencia al mar, para evitar que fuera tomada por los enemigos, y reforzar las cargas. 

“La contienda es desigual, pero, ánimo y valor. Nunca se ha arriado nuestra bandera ante el enemigo y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo. Por mi parte, os aseguro, que mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar y si yo muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber" fue parte de su mensaje a la tripulación.

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Prat no había terminado su arenga cuando se inició el ataque. El comandante ordenó el retiro del transporte Lamar, para luego hacer un llamado a “romper el fuego”. Sin embargo, los proyectiles rebotaban en la coraza del Huáscar. Los movimientos, sin embargo, provocaron graves daños en el viejo navío, que reventó sus calderas, limitando su movimiento. En paralelo, la Independencia y la Covadonga se enfrentaban en el mar. 

El combate alcanzaba las cuatro horas, sin mayores novedades. Mientras que los proyectiles del Huáscar caían en el mar, los ataques de la Esmeralda no provocan daño en el acorazado peruano. Fue ahí que los limeños cambiaron la ofensiva, instalando cañones en la bahía, los que sí lograron su objetivo, desatando varias muertes en la tripulación chilena. 

El ejemplo moral de Prat y su tripulación, donde prácticamente dos tercios perdieron la vida, encendió el entusiasmo por participar en la guerra
Carlos Tromben, historiador naval

Frente al daño en los navíos, el comandante de la Esmeralda decide dejar su posición inicial, avanzando hacia el norte. Sin embargo, esto la dejó vulnerable para el ataque 

Grau aprovecha este movimiento para concretar una nueva ofensiva: atacar con el espolón, como se denomina a la prolongación de la proa con que contaba el acorazado para embestir a sus adversarios. Esto provoca graves daños en la Esmeralda, cuyo casco era de madera. 

Sin embargo, al momento de realizar la embestida, el castillo del Huáscar queda a la altura de la toldilla, la parte más alta de La Esmeralda. Prat, al ver a sus pies esta parte del acorazado peruano lanza una de sus frases más recordadas: “Al abordaje muchachos”. Esta última, según los relatos de los sobrevivientes y crónicas históricas, solo fue escuchada por unos pocos miembros de la tripulación, quienes saltan arriesgándolo todo. 

Uno de los que saltó junto a Prat fue el sargento Juan de Dios Aldea (el sargento Aldea; de ahí el nombre de muchas calles), quien rapidamente muere acribillado. Prat, por su parte, recibe un disparo que lo hace caer de rodillas, para luego recibir un impacto en su frente que le provoca la muerte de manera instantánea. 

Ante la muerte del comandante chileno, Grau apuesta  a la rendición de los chilenos. Sin embargo, la inmolación de su líder enciende aún más a sus tropas. Es así que el almirante peruano decide ir por un segundo ataque de espolón, el que termina destruyendo el casco de la Esmeralda. En medio del encuentro, el teniente Ignacio Serrano sigue los pasos de Prat, saltando al abordaje, logrando el mismo destino: una lluvia de balas. 

Tras recibir cañonazos y una tercera embestida, la Esmeralda se hunde. En un último esfuerzo, el guardiamarina Ernesto Riquelme lanza el último cañonazo. 

Fue a las 12 con 10 minutos que la nave chilena ingresó al mar. "La bandera nacional izada en el pico de este palo desapareció la última de la superficie por haberse hundido el buque de proa”, fue el relato del teniente Francisco Sánchez, uno de los sobrevivientes.

En total fueron 141 hombres los que fallecieron ese día.

El episodio, produjo una unidad entre los chilenos. Una mística marcada por la premisa de “vencer o morir” y que resultó clave para el posterior triunfo de las tropas chilenas en la Guerra del Pacífico.