“Yo no maté a Narumi”: La declaración de Nicolás Zepeda ante la justicia francesa
El chileno Nicolás Zepeda, juzgado en apelación en Francia por el asesinato de su ex novia Narumi Kurosaki, negó este lunes haberla matado, al inicio del nuevo proceso en Vesoul.
Zepeda, de 32 años, fue condenado a 28 años de prisión en abril de 2022 por el asesinato con premeditación de Kurosaki, pero recurrió esta sentencia de primera instancia. Ahora se expone de nuevo a cadena perpetua.
"Rebato con todas mis fuerzas los hechos de los que se me acusa (...) Yo no maté a Narumi", aseguró el acusado, vestido con camisa blanca a cuadros grises, después que el presidente del tribunal leyera el acta de acusación.
Tras asegurar que su ex novia sigue en su mente, el acusado, que mantuvo la mirada perdida por momentos, esperó que este juicio les "acerque a lo que realmente pasó, a una verdad quizás necesaria para encontrar" a Kurosaki.
El nuevo proceso, que se prolongará hasta el 22 de diciembre, coincide con el séptimo aniversario, el próximo martes, de la desaparición de la joven japonesa de 21 años en Besanzón.
"Se trata de una prueba muy dolorosa para la familia" de Narumi Kurosaki, que asisten el juicio "sin esperanza de ninguna revelación, confesión o verdad por parte de Nicolás Zepeda", dijo a la prensa su letrada, Sylvie Galley.
En la noche del 4 al 5 de diciembre, los estudiantes de la residencia universitaria Rousseau de esta ciudad del macizo del Jura escucharon "gritos de terror" en la habitación 106, la que ocupaba Narumi Kurosaki. "Parece que estén asesinando a alguien. Tengo miedo", escribió una estudiante a una amiga.
Para la fiscalía, Zepeda, quien viajó por sorpresa a Besanzón y pasó la noche con Kurosaki, la asfixió o estranguló antes de arrojar su cuerpo al río Doubs, al no superar su ruptura con ella unos dos meses antes.
Posteriormente, habría pirateado sus cuentas en redes sociales para hacer creer que seguía viva, mientras él ganaba tiempo para regresar a Chile, de donde fue extraditado a Francia en julio de 2020.
Pese a no haber cadáver, para la acusación, existe una "densidad" de pruebas corroborando que fue un crimen premeditado: testimonios, datos de telefonía, geolocalización del vehículo que alquiló, etc.