Washington y Caracas: Un acercamiento con pies de plomo
Quienes celebraron el acercamiento de Estados Unidos y Cuba en 2015 anticipando cambios políticos significativos a corto plazo en la isla, hoy miran con escepticismo el esfuerzo del país norteamericano por restaurar sus vínculos con Venezuela y mediar en su conflicto interno. Las relaciones entre Washington y Caracas han sido tan tensas que ambos se han abstenido de intercambiar embajadores desde 2010.
Los críticos de la política cubana de Estados Unidos ahora acusan a sus artífices de querer replicar sus efectos en Venezuela. Su argumento: Así como le dio oxígeno al estamento castrista cuando éste estaba debilitado, la aproximación de Washington a Caracas le dará tiempo al Gobierno chavista de encontrar una manera de aferrarse al poder en lugar de apoyar el clamor popular por un referendo que interrumpa su gestión.
De poco sirvió que el secretario de Estado, John Kerry, le pidiera al Ejecutivo venezolano que permitiera la realización de ese plebiscito. Desde que se pronunció contra la activación de los mecanismos punitivos de la Organización de Estados Americanos (OEA) –previendo que éstos harían colapsar al Estado sudamericano antes que su crisis política– a Kerry se le echa en cara el haber dado un espaldarazo al mandatario Nicolás Maduro.
“Por ahora, la prioridad de Estados Unidos es volver a tener una misión diplomática completa y permanente en Venezuela. No contar con un embajador en Caracas equivale a estar fuera del juego político venezolano y eso restringe la influencia de Washington en el continente”, observa Víctor Mijares, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, desestimando los reproches a Kerry.
Cuba y Venezuela, muy diferentes
Thomas Fischer, director del Instituto Central de Estudios Latinoamericanos (ZILAS), adscrito a la Universidad Católica de Eichstätt, concede que Maduro ha ganado tiempo, pero atribuye la aparente parsimonia del diálogo Washington-Caracas a las deficiencias de la élite política venezolana. “Al contrario de lo que ocurre en Cuba, los que tienen el poder formalmente en Venezuela no ejercen el control por completo”, señala Fischer.
“La negociación con el chavismo es dificultada por las contradicciones en su seno. ¿Con quién se puede dialogar? ¿Con Maduro, que es rehén de las distintas corrientes del chavismo? Dentro y fuera del partido de Gobierno hay fuerzas presionando para que la ‘revolución socialista' se profundice y hasta para suspender los elementos democráticos de la misma, como lo son las elecciones”, apunta Mijares, secundando a Fischer.
“La cuestión venezolana pone a la comunidad interamericana frente a varios dilemas: A Washington le interesa que Maduro deje de ser Presidente, pero no quiere que eso ocurra de golpe, porque eso desequilibraría a Venezuela y a casi todas las economías del Caribe”, explica Mijares. Y ni Estados Unidos ni sus vecinos quieren verse obligados a financiar intervenciones humanitarias o a acoger a refugiados en el futuro cercano.
“Por otro lado, a Washington también le conviene que Maduro deje de ser presidente este mismo año porque su salida sería una válvula de escape para el malestar de la población venezolana. Creo que Kerry le teme más a la inminencia de una explosión social –como el ‘Caracazo' de 1989– que a la pugna entre Gobierno y oposición. A esos intereses contradictorios se debe la cautela de la Casa Blanca”, agrega el politólogo de Caracas.
El palo y la zanahoria
Aunque algunos analistas están convencidos de que Estados Unidos recurrirá a la táctica del palo y la zanahoria para conseguir que el Gobierno de Maduro llegue a un arreglo con el antichavismo para estabilizar al país, no está claro qué incentivos puede emplear. “Con Estados débiles como el venezolano es difícil negociar. La Casa Blanca debe estar sopesando qué recursos persuasivos tiene a la mano”, acota Fischer.
Mijares le arroga al Departamento de Estado estadounidense un exceso de optimismo en relación con los pactos que éste cree poder auspiciar entre Maduro y sus adversarios. “Ni el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ni la alianza de partidos antichavistas están en condiciones de acordar una transición política o una alternancia en el poder”, asegura el investigador de la Universidad Simón Bolívar.
“Kerry va a seguir presionando; pero no apelando a la activación de la Carta Democrática Interamericana. Los miembros de la OEA desean la estabilización de Venezuela, pero no quieren sentar un precedente que les permita a las oposiciones de la región iniciar mociones contra los Gobiernos”, aclara Mijares. ¿Es la oferta de respaldo económico para una Venezuela empobrecida lo único que Washington puede usar como aliciente?
“No lo creo. Estados Unidos también puede convencer al estamento chavista de colaborar, prometiendo perdonar o seguir persiguiendo individualmente a los civiles y militares en sus filas que estén involucrados en el tráfico de drogas”, comenta Mijares.