A sus 98 años, Rozalia Choba lleva dentro de sí misma una parte de la historia de Ucrania: resistencia antinazi, gulag soviético y exilio. A todo esto se suma ahora la invasión rusa, a la que espera sobrevivir.
"Amo a mi tierra, mi pueblo (...) necesita paz, libertad. Los ucranianos queremos tener nuestro propio Estado", afirma esta abuela que vive en Solonka, un pueblo de la región de Leópolis (Lviv), en el oeste de Ucrania.
Trabajos forzados en Alemania y Siberia
Desde octubre de 2021, Choba sigue por televisión el recrudecimiento de las tensiones con Moscú y la concentración de tropas y material bélico de Rusia en la frontera con Ucrania que precedió la invasión y la guerra que ella había vaticinado.
"Alemania hizo lo mismo con Polonia", cuenta la mujer, aludiendo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-45).
En 1941, cuando tenía 18 años, Choba fue enviada a realizar trabajos forzados en Alemania, de donde no volvería hasta el final del conflicto.
A su regreso, apoyó la resistencia contra la Unión Soviética, de la cual Ucrania formaba parte, lo que le supuso una condena en 1947 a diez años en una colonia penitenciaria en Siberia, los 'gulags' del régimen comunista. "Nada de lo que presumir, hice lo que pude para ayudar", afirma con modestia.
En su habitación con decoración tradicional, cortinas de encaje y un icono en la pared, la nonagenaria muestra una acusación soviética y unas fotos de la infancia: aquí la vemos con un vestido en medio del campo; allí, en Navidad, en el gulag con sus compañeros.
"En una palabra, sobreviví, viví hasta ahora y, si Dios me lo permite, sobreviviré también a esta guerra", subraya la anciana, casi centenaria.
drovekaspisloviphudestifrejechubrucicenanitrufribeprolovibrefrithiswivuspujajarishephuswopricreclinuprunelotehaprostipripethutrihesociwrorobreprubofrubawraproswouodriwradesluboprebibusweristewr
"¡Deja a la gente vivir en paz!"
La tenue voz de Choba es suave. Pero cuando habla del presidente ruso Vladimir Putin, esta "babushka", cuya cabeza está cubierta con un chal, se pone de pie y se apoya en su andador como si fuera una tribuna.
"¡Piensa en lo que está haciendo, deja a la gente vivir en paz, a toda Europa, no solo a Ucrania, porque todo el mundo tendrá problemas!", exclama agitando las manos. "¡Escúchame, soy vieja, tengo 98 años!", prosigue.
"Ella es nuestra heroína, defendió a Ucrania; sin ella no estaríamos hoy aquí", dice su hijo Myroslav, entrando en el salón con un ramo de rosas, que le entrega como regalo por el 8 de marzo.
Como en muchas exrepúblicas soviéticas, es costumbre obsequiar a las mujeres en este día internacional que celebra sus derechos. En este conflicto, como en el de Donbás, en el este de Ucrania, estas últimas juegan un papel clave, tanto en el combate como en la retaguardia.
Fieles a la historia familiar de resistencia, las nietas de Choba tejen redes de camuflaje para el ejército y su hijo organiza la ayuda humanitaria en el pueblo.
Esta abuela no desea hacerle daño a nadie, "excepto a Putin". "¡Si los tanques llegan a Solonka, les diré que regresen por donde vinieron e incluso les daré pan para el camino!", asevera.