Terapia de vampiro: por qué es bueno tomar tu propia sangre
Pero a pesar de décadas de investigación, apenas estamos empezando a explotar todo su potencial.
Un potencial del que se habla desde hace siglos.
En 1897 se publicó Drácula, del autor irlandés Bram Stoker, y la novela no hizo más que aumentar el interés por los vampiros humanos bebedores de sangre. Una curiosidad que, por otro lado, nunca se ha saciado.
La obra cuenta que el conde Drácula se alimenta de sangre humana. Al hacerlo deja atrás su aspecto de anciano de pelo blanco y se convierte en un súper atleta de cabello oscuro.
La novela y otras que la precedieron (como la que trataba de una vampiro lesbiana, Carmilla) fueron a su vez inspiradas por siglos de mitología sobre la sangre, centrada en sus supuestos poderes para sanar y restaurar.
De beber: sangre de gladiadores y vírgenes
En tiempos romanos se animaba a los enfermos, especialmente a los epilépticos, a que acudieran a peleas de gladiadores.
Se esperaba que se curaran tras beber la sangre de un combatiente recién muerto.
Sin embargo, en siglos posteriores la práctica médica se centró más en la sangría, un tratamiento basado en la extracción de sangre, que en el consumo de la misma.
No obstante, la fe en el poder curador y regenerador de la sustancia persistió.
Por ejemplo, se dice que en el siglo XVI la condesa húngara Elizabeth Bathory tomaba baños de sangre de 650 vírgenes sacrificadas, con la esperanza de que esto le ayudara a conservar su propia juventud.
Una locura... ¿o quizás no?
Las transfusiones de sangre han salvado vidas durantes décadas.
Además, es indudable que el fluido es en sí mismo extremadamente nutritivo.
De comer: embutido de sangre humana
Para demostrarlo, decidí hacer un embutido con mi propia sangre y comérmelo.
Aunque me lo pensé bien, porque además de su alto contenido de hierro, proteínas y vitamina C, la sangre es muy calórica.
De hecho, un mililitro de sangre tiene el doble de calorías que esa misma cantidad de cerveza.
Pero las leyendas cuentan que la sangre fresca puede hacer mucho más que simplemente nutrirnos y que tiene un poder transformador.
Y la ciencia moderna, al menos en lo que se refiere a las transfusiones, parece respaldar lo que dicen las fábulas.
Hace unos meses conocí al doctor Saúl Villeda, un biólogo de la Universidad de California, en Estados Unidos.
El científico ha estado investigando lo que ocurre cuando se inyecta sangre de ratones jóvenes en roedores viejos.
Y ha observado que después de una inyección de sangre joven, los viejos ratones se desempeñan mucho mejor en las pruebas de memoria y a la hora de encontrar el camino de regreso a su nido.
El efecto de la sangre nueva es particularmente sorprendente en las propias células del cerebro anciano.
Algo de sangre jóven en vena
Cuando los ratones envejecen las neuronas, cansadas, se empiezan a parecer al maní seco.
Sin embargo, cuando las células del cerebro de un roedor de edad avanzada reciben una infusión de sangre joven comienzan a crear nuevas conexiones, asemejándose cada vez más a las neuronas de los ratones jóvenes.
Villeda cree que hay algo en la sangre joven que provoca una mayor actividad en las celulas madre de los ratones viejos, las que hacen que nazcan nuevas neuronas.
Aunque hasta ahora la mayoría de los estudios se han realizado en roedores, en la Universidad de Stanford, en EE.UU., han empezado a hacer ensayos con pacientes con principio de Alzheimer.
Les están inyectando sangre de jóvenes voluntarios.
Ante esto, ¿se imagina Villeda un momento en el que personas mayores a los que se les estén desvaneciendo los recuerdos reciban sangre joven con regularidad?
"Mi esperanza", dice Villeda, "es que podamos identificar los factores rejuvenecedores de la sangre para potenciarlos y los del envejecimiento, para debilitarlos".
Comprensiblemente, no se me permitió participar en el ensayo. Además, mis hijos fueron extrañamente reacios a donar su sangre.
Así que intenté otra variante de la terapia de rejuvenecimiento a base de sangre: una infusión de plasma rico en plaquetas, un tratamiento también conocido como Vampire Facelift.
Y de postre: plasma rico en plaquetas
El procedimiento lo defienden famosos de la talla de Kim Kardashian y consiste en tomar tu propia sangre, centrifugarla, extraerle el plasma e inyectártelo en la cara.
Por extraño que parezca, en el ámbito de la investigación científica, el uso del plasma rico en plaquetas (PRP) para curar y reparar está muy en boga en la actualidad.
Janet Hadfield, directora de una empresa llamada Biotherapy Services dedicada a la investigación de ese tipo de plasma, dice que el PRP ha sido utilizado durante años para ayudar a la cicatrización de las heridas y para tratar lesiones deportivas.
Y dice que entre los aficionados a la terapia se encuentran el golfista Tiger Woods y el tenista Rafael Nadal.
También el Royal London Hospital de Reino Unido ha llevado a cabo ensayos con PRP para ver si la sustancia ayuda curar con más rapidez las heridas de los pacientes con DIABETES tipo 2, los más propensos a sufrir llagas que no cicatrizan.
Y los resultados sugieren que el tratamiento es efectivo.
De momento nadie está seguro de cómo es el proceso, pero un estudio publicado hace años en la Journal of Plastic and Reconstructive Surgery descubrió que extraer plasma por centrifugación libera un nivel significativo de factores de crecimiento que ayudarían a la cicatrización de las heridas y al aumento del colágeno.
Cuando pregunté a Hadfielf qué cambios debería esperar tras inyectarme el plasma, me contestó: "En un par de semanas deberías notar diferencias en el tono y la textura de tu piel. Debería parecerse más a la del trasero de un bebé".
Así que me sometí a la terapia y un par de semanas más tarde, justo como había prometido, percibí algunos cambios sutiles.
Aunque el procedimiento es caro y la mejora no es lo suficientemente impresionante para que me anime a repetir.
Sin embargo, tras someterme a una serie de experimentos fascinantes, aumentó mi respeto por la sangre, ese fluido fascinante.