Los sacerdotes "sin permiso" amenazados por un acuerdo de Pekín y el Vaticano
Dong Guanhua es una espina tanto para el Vaticano como para China.
Sin el permiso del papa, o de Pekín, este hombre de 58 años que vive en un pueblo en el norte de China se hace llamar a sí mismo "obispo".
China y el Vaticano están cerca de un acuerdo histórico que regula la elección de los obispos en un país con 10 millones de católicos romanos.
Tal acuerdo sería la primera señal de acercamiento entre un Estado poderoso y una orgullosa Iglesia desde la Revolución Comunista de 1949.
Por eso, lo último que quiere uno y otro lado en este momento tan delicado es la agitación de un obispo como Dong Guanhua.
En China hay alrededor de 100 obispos católicos.
Es una imagen confusa y problemática: unos son aprobados por Pekín, otros por el Vaticano, y de manera informal, muchos ahora aprobados por ambas partes.
Proscrito
Después de siete décadas de conflicto, la Iglesia y el Estado tienen la intención de poner orden en este mosaico fracturado.
Pero los católicos de China no están al tanto de los detalles del acuerdo y Dong Guanhua teme que solo empeore las divisiones.
"Respeto al papa, pero no apoyo esto. La Iglesia se verá perjudicada porque este gobierno de línea dura no se dobla. En realidad, quiere crear el caos en la verdadera Iglesia. Más caos, mejor para el gobierno".
Dong Guanhua ha estado durante mucho tiempo fuera de la ley bajo los ojos de Pekín.
El católico de toda la vida originario de Zhengding, provincia de Hebei, se ha negado a registrarse en la estatal Asociación Católica Patriótica, ya que no reconoce la autoridad del papa y, a su vez, no es reconocida por el Vaticano.
En cambio se unió a la llamada "iglesia clandestina": la comunidad que solo reconoce la legitimidad espiritual de Roma.
Pero a medida que el Vaticano se acerca a Pekín, la Iglesia también ha denunciado la decisión de Dong Guanhua de llamarse a sí mismo obispo como un "delito grave".
En otras palabras, Dong Guanhua se ha convertido en proscrito dos veces.
Dice que va a responder a su conciencia y hace caso omiso de los críticos de ambas partes que dicen que su comportamiento es una locura.
"Hay gente que dice que Jesús estaba loco también. A veces, el gobierno da recompensas a las personas que ceden. No ambiciono esas recompensas. Yo no tengo miedo de nada porque mi conciencia está limpia".
Dong Guanhua no está en ninguna iglesia, pero predica en casa, con familias de agricultores en chaquetas acolchadas que se acurrucan en frente de su casa.
A cielo abierto canta los responsos de la misa, mientras un pálido sol se filtra a través de la neblina tóxica y las líneas eléctricas iluminan sus rostros.
A pesar de las temperaturas de congelación y el temor de acoso policial, hay muchos más fieles aquí que en la gran iglesia del gobierno local que está cruzando el camino. La congregación de Dong Guanhua no está dispuesta a dejar que el Estado se interponga entre ellos y su Dios.
"Si hay libertad religiosa, nos vamos a la iglesia del Estado. No queremos estar fuera en el frío", dice.
Fieles aprobados
A unos 320 kilómetros de distancia se celebra una misa de domingo muy diferente.
La magnífica Catedral del Sur de Pekín no es una iglesia fuera de la ley, sino que es parte de la fe católica en parte aprobada por el Estado.
Allí cada banco y cada pasillo están llenos de viejos y jóvenes que contemplan entre nubes de incienso una cruz de Cristo flanqueada por jarrones de bambú de tallos verdes.
Generación tras generación, estos "fieles aprobados" se han aferrado a su fe católica, aceptando al mismo tiempo la supervisión del Estado.
¿Cómo se sienten acerca de la posibilidad de un acuerdo entre su gobierno y el papa?
Muchos no están dispuestos a hacer comentarios.
Pero algunos son optimistas aunque cautos, y una mujer declara desafiante que si una Iglesia en China dirigida por el papa sin la participación del gobierno haría a la fe "más pura".
Está claro que el papa Francisco anhela la oportunidad de sanar esta Iglesia dividida y que sea reconocido como pastor espiritual del rebaño aprobado, así como del rebaño clandestino.
Un acuerdo con Pekín que permitiera tanto esto como la selección de obispos también sería un primer paso para volver a establecer relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China.
Para Pekín, el premio también es grande. El acuerdo con el Vaticano podría ayudar a poner orden en una comunidad problemática y conflictiva, dejando fuera de la ley a personajes como Dong Guanhua.
A nivel mundial, también aumentaría el prestigio de China.
Pisando con cuidado
Muchos, como el padre Jeroom Heindrickx, quien es un sacerdote belga que ha pasado 60 años tratando de ayudar a los católicos de China, tienen esperanza en ello.
Dice que a pesar del escepticismo y los obstáculos en ambos lados, esta es la mejor oportunidad de su vida.
"Desde hace 2000 años en China, el emperador era emperador y papa al mismo tiempo, y esto también se aplica ahora en la China comunista. Sin embargo, China ha cambiado y la Iglesia ha cambiado y esto es lo que constituye una nueva oportunidad para que este diálogo tenga éxito", dice.
"China sabe que la globalización ha llegado. Ahora se profesa abiertamente a sí mismo como un país listo para tener un diálogo con todos los diferentes tipos de ideología".
Francisco está haciendo todo lo posible para que el diálogo tenga éxito.
Ha tenido cuidado de evitar criticar a China sobre las libertades religiosas o los derechos humanos, y se ha reunido con grupos de la iglesia china apoyada por el Estado en sus visitas a Roma.
Como resultado, algunos católicos "clandestinos" se quejan de que corre el riesgo de traicionar la memoria de aquellos que sufrieron y murieron por lealtad a Roma, así como el abandono de los verdaderos creyentes de hoy al control de un estado comunista.
También advierten del endurecimiento del control en muchas áreas de la vida pública china y se preocupan de que un acuerdo entre Pekín y el Vaticano pueda dar lugar a menos libertad religiosa.
Sin compromiso
Uno de los escépticos es líder Joseph Zen, el cardenal emérito de Hong Kong.
En una entrevista reciente, dijo a la BBC: "Un mal acuerdo empeora la situación. Sin un acuerdo, tenemos que tolerar muchas cosas pero eso está bien. Nuestra fe nos dice que tenemos que sufrir la persecución. El régimen comunista nunca cambia sus políticas. Ellos no tienen que comprometerse. Ellos quieren una entrega absoluta".
Las autoridades religiosas de China declinaron todas las solicitudes de entrevista.
De vuelta en el patio del obispo clandestino, con su servicio al aire libre, Dong Guanhua pone una cortina roja alrededor de su altar para protegerlo de los elementos.
Se escuchan a las últimas hojas secas de las ramas de invierno vibrar y un par de pollos miran desde un techo de hierro corrugado.
Le pregunto qué mensaje tiene para Francisco en el umbral de un acuerdo histórico.
Y me responde: "Le diría que tuviera cuidado. Si el acuerdo va bien, Dios estará contento, pero si no, el papa será castigado. El arreglo es una cosa mala. Rompe la integridad de nuestra fe. El 90% de los creyentes aquí comparten mi opinión".
Los primeros copos de nieve del invierno caen y Dong Guanhua se va adentro a orar.
El patio está vacío y la noche está cayendo rápidamente.
El silencio parece tener un pensamiento: que los acuerdos entre una fe poderosa y un Estado poderoso son solo un tema recurrente en la historia cristiana, y que la conciencia individual es otro.