"Lo violaron y esclavizaron": el destino de los hombres víctimas de trata de personas
"Licenciada, me da mucha pena", le decía Carlos*.
"Me da pena platicarle sobre esto", insistía con la mirada fija en el piso.
Al principio sólo mencionó que había sido víctima de "un abuso".
Con el tiempo, pese a su profundo dolor, el joven decidió hablar de lo que le había sucedido.
El proceso fue lento, tomó meses, varios encuentros.
Hubo muchos silencios.
Iliana tuvo que ganarse su confianza.
Y lo consiguió poco a poco.
"Un sueño"
Tenía 20 años cuando salió de Sudamérica.
Se fue a perseguir "un sueño".
"Le gustaba mucho la actuación y venir a actuar a México fue para él una gran oportunidad", me cuenta Iliana Ruvalcaba, representante de El Pozo de Vida, una organización no gubernamental que lucha contra la trata de personas en ese país.
Unas personas que conoció a través de un anuncio en internet le habían prometido que lo ayudarían a entrar en el mundo del espectáculo en México, que por décadas ha sido una potencia regional en la producción de telenovelas y películas.
"Acá en México hay oportunidades para destacarse", le aseguraron.
Pero cuando llegó, se encontró con un infierno.
"Sufrió una violación tumultuaria. Varios hombres lo violaron", indica Ruvalcaba.
"Las personas que lo animaron a viajar y con las que había chateado le quitaron sus documentos".
Lo encerraron y "estuvo sometido totalmente. Lo obligaron a prostituirse".
"Eso le quebró el espíritu? Para mí fue muy duro ver cómo lo habían quebrado por dentro, cómo le habían quitado las ganas de luchar, incluso de vivir".
"Sus tratantes lo publicitaban en los periódicos. Era un anuncio más".
"En un principio le llevaban los clientes al lugar donde lo tenían. Allí le marcaban tiempos, cuotas", señala.
Después, lo empezaron a llevar a ciertos lugares donde era forzado a tener "relaciones con gente que requería los servicios de un hombre".
"Lo manipulaban psicológicamente y lo amenazaban: le decían que ni tratara de escaparse porque afuera había dos personas que lo estaban vigilando. Lo amedrentaban diciéndole que lo iban a denunciar ante (las autoridades de) inmigración y que informarían que había estado en la prostitución".
Carlos fue esclavo sexual por un año y medio.
La denuncia
Tras un proceso traumático, logró escapar de sus tratantes.
Estuvo en un centro de detención para inmigrantes indocumentados y allí recibió el apoyo de la fundación El Pozo de Vida.
"Hablamos con él y detectamos ciertas señales que nos hicieron ver que había sido una víctima de trata", cuenta Ruvalcaba.
Pasó por una etapa de depresión y, después, por una fase de querer vengarse.
Quería buscar a sus tratantes.
"Me dije: 'Esto va a terminar en tragedia' (?) Pero le dimos varias terapias psicológicas y asesoría legal. Lo empoderamos y nos dijo: 'Quiero denunciar, pero no quiero hacerlo solo. Necesito estar con alguien'. Fue así como lo acompañamos en ese proceso", relata la especialista.
Y al hacerlo, aprendió de él cómo operan algunas redes de trata de hombres.
"Él mismo nos decía cómo los captaban (con promesas falsas de modelaje y actuación por internet) y nos señaló algunos lugares, incluso algunas seudopasarelas y seudocasas de modelaje".
"De entrada ya traes una deuda porque (los tratantes) te dicen: 'Te estamos trayendo y por eso tienes que trabajar' y si te niegas a hacerlo, sufres abusos como los que padeció él", indica la representante de la organización.
Olvidar
Eso es lo que quiere Carlos: olvidar lo que le pasó hace cinco años.
Pero siente que debe ayudar a jóvenes y hombres que han pasado por situaciones similares.
"¿Situaciones similares?" le pregunto a Ruvalcaba.
"Sí, hemos detectado casos similares", me responde. "Pero no les hemos podido dar el acompañamiento necesario porque ellos mismos (los sobrevivientes) han decidido que no quieren saber nada de lo que les pasó. Simplemente quieren volver a su país de origen".
***
"Pasé un mes entero sin poder dormir pensando en lo que esos pescadores habían sufrido", me cuenta Águeda Marín, especialista de la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
"Recuerdo la ansiedad en sus rostros por no poder entender dónde estaban y por no saber cuál sería su futuro inmediato. Estaban desesperados por hablar con sus familias, aunque muchas no tenían acceso a un teléfono".
Las autoridades migratorias de Costa Rica se comunicaron con Marín para que atendiera el caso de un grupo de pescadores asiáticos que había aparecido en un puerto.
"Cuando uno de ellos entró al cuarto donde hicimos la entrevista, me llamó la atención la piel de su rostro. Tenía la piel como la de un bebé. Pero también me estremecieron las cicatrices, las quemaduras, en sus brazos. Es algo que no me puedo borrar".
Marín lo escuchó con detenimiento.
"¡Eres un estúpido, estúpido!", le gritaba el capitán mientras le clavaba el cigarrillo encendido, una y otra vez, en las manos y en los brazos.
La furia del hombre se debía a que el pescador había cocinado de más unos huevos de pescado, un tipo de caviar, que había ordenado para su cena.
Thian* tenía 22 años y fue quien asumió en la práctica el liderazgo del pequeño grupo.
Aceptó hablar con Marín a solas, únicamente con la presencia de un intérprete.
"No me miraba. Siempre tenía la mirada hacia abajo", recuerda la funcionaria de la OIM.
Como sus compañeros, vestía jeans desteñidos y camiseta de tirantes, "como las que usan los abuelos debajo de sus camisas".
"Recuerdo sus pies delgados. Todos usaban sandalias de goma, de esas que se meten entre el dedo gordo del pie y el resto. De esas que suenan al caminar".
Thian era vietnamita y junto a él venían otros cinco pescadores de zonas muy humildes de Camboya, Vietnam y Laos.
Todos se embarcaron en el sudeste asiático con un contrato laboral hecho por una empresa mercante. El documento estipulaba que les pagarían una suma directamente a ellos y el resto del salario se lo enviarían a sus familias en sus países de origen.
"Aquí (en el barco) no tendrán ningún gasto. Quizás gastarán un poco cuando bajen al puerto, en caso de que quieran comprarse algo", les prometieron.
Ellos aceptaron sin dudarlo. Se subieron llenos de esperanza.
"Yo quería entender lo que les había pasado", me cuenta Marín. "Y por eso, una de mis primeras preguntas fue:
-¿Cómo era un día laboral en el barco?
-Señora, usted no entiende? Nosotros no tenemos un día laboral.
Estuvieron dos años en el barco.
Al principio el capitán les dijo que la pesca no había sido buena y que el pago se haría de forma retroactiva.
Pero los meses pasaron y no recibieron pago alguno. Después se enteraron de que sus familias tampoco.
No querían perder la esperanza, creyeron que realmente la pesca había estado mal y que las cosas mejorarían, pero no fue así.
Estaban en alta mar, encerrados en un barco.
Thian continuó con su explicación:
-Señora: no hay un día laboral. Nosotros no dormimos, nos cubrimos entre nosotros para dormir una o dos horas en una esquina, en cualquier lado, aunque sea húmedo, porque no aguantamos. Los dueños del barco quieren que pesquemos 24 horas al día, no existe un día laboral. Para nosotros eso es así siempre. Comemos lo que podemos.
"Escuchar la respuesta de ese muchacho vietnamita fue impresionante porque me mostró su realidad de una forma muy sencilla", reflexiona la funcionaria.
"Me contó que dormían en plataformas de madera de esas que usan para estibar cajas y que estaban situadas en la cámara de las máquinas, donde había mucha humedad. Hablaban de poco acceso a arroz, de frío, de vientos fuertes, pero sobre todo de sueño, mucho sueño?"
"Sufrieron los peores abusos que te puedes imaginar".
Cuando se dieron cuenta de que la situación no cambiaría, vieron una oportunidad.
El barco había atracado en un puerto.
"Es ahora o nunca", se dijeron.
Y en un descuido de sus captores, se escaparon.
Los pobladores del puerto los ayudaron, les dieron comida, arroz y fríjoles, y contactaron a las autoridades migratorias.
Estaban en Costa Rica.
En medio de esa experiencia desgarradora, hubo dos momentos que Marín recuerda con especial emoción.
"La policía de migración tuvo un gesto muy bonito", me cuenta. "Consiguió dinero para comprarles trajes con corbata a cada uno para que pudieran regresar a sus países bien vestidos, para que se sintieran dignos".
"Uno de los funcionarios me narró la alegría de verlos subirse al avión, me contó lo que representaba para ellos volver (a sus comunidades) bien vestidos".
"También recolectamos dinero para que se llevaran y aunque nada podía restituir el daño que habían sufrido, la solidaridad de los pobladores me hizo ver la parte linda del ser humano", indica la funcionaria.
"Vos sabés", me dice al evocar el segundo momento, "pese a lo que le había ocurrido, Thian todavía sonreía".
El barco se esfumó.
Y con él evidencia clave de lo que pasó.
Este caso ocurrió en 2004 y Marín me lo cuenta porque es uno de los más duros que ha tenido que ver en los 17 años que ha trabajado con inmigrantes y víctimas de trata en América Latina.
Cuando le pregunto si la OIM ha registrado recientemente casos de ese tipo en la región, responde:
"Hace tres años hubo un caso similar en el Caribe y me temo que esté sucediendo más de lo que hemos identificado".
Las cifras
- 2 años y 3 meses.
- Eso es: más de 800 días.
- Es el tiempo promedio que una víctima masculina pasa en manos de sus tratantes.
- 1 año y 8 meses es el tiempo promedio de una víctima femenina.
A esa conclusión llegó la OIM, tras analizar los casos de trata que ha atendido en los últimos cinco años.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), entre 2012 y 2014 se detectaron 63.251 víctimas de trata en 106 países, aunque los expertos advierten que miles de casos nunca llegan a ser conocidos por las autoridades o las organizaciones de ayuda.
A nivel mundial, las niñas y las mujeres son las víctimas más numerosas de trata.
Sin embargo, en los últimos años se ha visto un aumento de casos de varones menores de edad y hombres.
En su reporte global sobre la trata de personas publicado en 2016, UNODC registró que entre 2004 y 2014 la tendencia en la detección de hombres (víctimas) había incrementado, como se puede visualizar en este gráfico:
UNODC incluyó información de decenas de países de 2014 (o del año más reciente al que tuvo acceso) y concluyó que de todas las víctimas detectadas:
- En Asia Central y Europa del Este, 53% eran hombres
- En América del Norte, 21% eran hombres
- En Centroamérica y el Caribe, 16% eran hombres
- En Sudamérica, 15% eran hombres
"En 25 países -en su mayoría en Europa, Asia Central y Sudamérica- la porción de hombres detectados ha aumentado en los últimos ocho años", señala el reporte.
El resto de las regiones se puede observar en este gráfico:
Sexo vs. trabajo forzoso
De las víctimas de trata con fines de explotación sexual detectadas en 71 países, 96% eran niñas y mujeres, 4% eran niños y hombres.
En cambio, en la trata destinada al trabajo forzoso, 63% de las víctimas eran niños y hombres y 37% eran mujeres y niñas.
La UNODC también agrupa un porcentaje muy pequeño de víctimas de remoción de órganos para el tráfico ilegal. La mayoría son hombres.
De acuerdo con Marín, a nivel global -según la base de datos de la OIM- la edad promedio de los varones menores de edad víctimas de trata es 11 años, mientras que la edad promedio de los hombres es 30 años.
Ambos grupos son usados principalmente para trabajo forzoso, especialmente en sectores como la construcción, la pesca, la minería y la agricultura, así como también en fábricas y restaurantes.
"Más atrapados"
Las estadísticas son contundentes pero ¿realmente se trata de un incremento de casos de víctimas masculinas de trata?
Es muy difícil responder esa pregunta dada la naturaleza clandestina de la trata.
Sin embargo, en lo que Ruvalcaba y Marín coinciden es que quizás lo que está sucediendo es que los casos de hombres tratados se han empezado a visibilizar más y a identificar con mayor precisión.
"Anteriormente era imposible pensar que un hombre podía ser víctima de trata", indica Ruvalcaba.
"Se solía pensar que las víctimas sólo podían ser niños (de ambos género) y mujeres", señala desde México.
"Uno de los grandes retos de la OIM", dice Marín desde la oficina regional de la OIM para América del Sur ubicada en Argentina, ha sido hacerle ver "a nuestras contrapartes" que la trata de varones existe y que "si no nos ponemos los anteojos para ver todos los espectros (del problema) vamos a estar fallando".
"Hace pocas semanas fui a un evento sobre trata y sólo se habló de mujeres y niñas. Todavía como sociedad no vemos a los hombres como posibles víctimas y cuando hay sospecha, se muestra reticencia de verlos como víctimas por los roles de género que nos han asignado", indica la experta de la OIM.
Otro factor que impide tener certeza sobre las estadísticas es la gran dificultad para que las víctimas denuncien, no sólo por los procesos traumáticos que han vivido sino por el miedo a retaliaciones por parte de sus excaptores y por el temor a ser estigmatizadas.
"Seguimos detectando víctimas que no quieren denunciar y por lo tanto no se convierten en estadísticas", explica Marín.
"Algunos adultos mayores, por ejemplo, que han sido explotados en redes de mendicidad, no quieren denunciar".
Además, como le sucede a muchas mujeres víctimas de trata, hay hombres que creen que ellos son culpables de lo que les pasó.
"Cuando analizas los casos de hombres (tratados para su explotación sexual), sientes que están más atrapados (que incluso las mujeres que han sido víctimas) porque dentro de nuestra sociedad es más permisible que las mujeres lloren, griten, denuncien esos abusos que los hombres", reflexiona Ruvalcaba.
"Difícilmente alguien los escucha. Ellos están encerrados en ellos mismos, viviendo su propio infierno".
Trata de personas
"La trata consiste en utilizar, en provecho propio y de un modo abusivo, las cualidades de una persona.
Para que la explotación se haga efectiva los tratantes deben recurrir a la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas.
Los medios para llevar a cabo estas acciones son la amenaza o el uso de la fuerza u otras formas de coacción, el rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad".
Fuente: Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur
*Carlos y Thian son nombres ficticios usados para proteger la identidad de los sobrevivientes.