"Dugnad", la sorprendente tradición de siglos que cimentó la ética de trabajo en Noruega
Es la víspera al Día Nacional y la gente de Noruega está trabajando duro para que todo el país se vea limpio y ordenado, antes de los festejos del 17 de mayo.
Muchos padres han acudido al patio de recreo de una escuela en el pequeño pueblo de Sogndal para dejar el área lista.
Seis madres están dirigiendo las labores. Dos padres, uno refugiado de Eritrea, están llevando sillas y mesas. Otro grupo coloca ramas de abedul y banderas para que el espacio luzca festivo, mientras que algunos están sacando los contenedores de basura.
Se preguntan sobre los juegos que organizarán para los niños al día siguiente. "Haz tu mejor esfuerzo, con eso es suficiente", les dicen los encargados.
Esto es el "dugnad", una palabra que significa literalmente ayuda o apoyo en noruego, una costumbre de trabajo comunitario que data de siglos, y que ha existido de una forma u otra en la mayoría de las sociedades agrícolas de todo el mundo.
En Noruega, dugnad era tradicionalmente una forma de hacer grandes tareas, como construir techos, cosechar heno y levantar viviendas, generalmente seguidas de una gran comida o una fiesta.
En una nación de agricultores y pescadores, funcionaba como esquema de un seguro colectivo. Las personas ayudaban a otros y, como resultado, sabían que siempre podían recurrir a la comunidad en el momento que tuvieran necesidad.
Hoy dugnad significa trabajo voluntario no remunerado realizado en un grupo, por causas locales, nacionales o internacionales. Y se ha posicionado tanto en la Noruega contemporánea que en 2004 fue elegida como la palabra del año.
"La semana pasada tuve cuatro dugnads diferentes, de los equipos de fútbol de mis hijos. La próxima semana vamos a tener un dugnad de jardinería en el trabajo", dice Hanne Hoff, es una de las organizadoras.
Ella no tiene problema con trabajar gratis: "Nos acerca a los padres y es una buena sensación que podamos hacer algo juntos por nuestros hijos".
¿Cómo se entiende?
En áreas urbanas, el dugnad generalmente se asocia con ayudar en la limpieza de los espacios al aire libre y la jardinería en zonas comunes. Los dugnads también son frecuentes en el mantenimiento de las guarderías y escuelas primarias.
En tanto, en las áreas rurales los vecinos también ayudan a arreglar las casas o garajes de los demás.
Pero cuando se trata de deportes, casi todos los padres en el país aparecen para apoyar las actividades de sus hijos.
Estos dugnads relacionados con el deporte pueden ayudar a los equipos pequeños a ahorrar en gastos que se tendrían que cubrir por los participantes, como el transporte, las bebidas refrescantes o el pago por el servicio de los árbitros y de los primeros auxilios.
Esto significa que dugnad se ha convertido en un recurso crucial para los equipos deportivos y, como debe ser social, divertido y voluntario, se considera que fortalece a los equipos comunitarios.
Trabajar por una causa
Esto no tiene que ser a pequeña escala.
Noruega puede sólo tener unos 5,3 millones de habitantes, pero ellos se enorgullecen de establecer récords mundiales, y resaltan que el espíritu dugnad ha sido esencial tanto para realizar el torneo de fútbol juvenil más grande del mundo, como el teletón de caridad más grande del mundo.
El torneo de fútbol atrae a equipos juveniles de todo el mundo.
Los participantes dicen que es imposible decir de qué puesto de trabajo o ingresos provienen los voluntarios involucrados.
Ya sea un conductor de autobús o el director de una gran empresa, durante casi una semana todo el mundo viste lo mismo, lleva bolsas para su equipo, anima a los niños y duerme en los colchones en los pisos de la escuela.
El teletón nacional también se basa en el espíritu del dugnad. Cada año, un domingo de octubre, 100.000 noruegos tocan unas 2,3 millones de puertas para sacudir un balde por una causa benéfica.
En 2018 se colectará dinero para enfrentar la soledad en todos los sectores de la sociedad.
"El dugnad te hace sentir una buena persona, y hace que el mundo sea un lugar mejor", dice Vibecke Ostby, director del teletón.
"Por supuesto, la cantidad de dinero recaudado es importante, pero lo más importante es lograr que los noruegos participen, trabajando juntos por una causa más grande que ellos mismos", señala.
Un trabajo valioso
Las estructuras en la vida laboral noruega son informales y horizontales desde hace tiempo, lo cual algunos atribuyen directamente al legado de años de dugnad.
Una falta deliberada de jerarquía puede dejar sorprendidos a los extranjeros que tratan de descubrir quién es un empleado común y quién es el jefe.
Las encuestas muestran que el número de voluntarios en Noruega y el tiempo que dedican son altos y crecientes en algunas áreas: un total de 61% se ofreció como voluntario para al menos una organización en 2014, según las estadísticas de Statistics Norway.
El dugnad también es un importante contribuyente económico.
El valor del trabajo voluntario en el sector de organizaciones no gubernamentales (ONG) de Noruega, por ejemplo, se estimó en 2014 en unos US$8.800 millones y alrededor del 5% del PIB de la parte continental de Noruega.
El profesor de investigación Karl Henrik Sivesind, del Instituto de Investigación Social de Oslo, ha estado estudiando dugnad durante casi dos décadas.
Dice que los que ganan más y que tienen mejor educación generalmente están más involucrados: "Es una paradoja que las personas que no están activas en el mercado laboral, que tendrían más que ganar al unirse al dugnad, contribuyan en menor medida", dice.
Considera que el dugnad es una buena oportunidad para que nuevas personas establezcan conexiones en la comunidad, como refugiados, inmigrantes y desempleados o personas sin una red social establecida.
Si bien la razón principal para participar en un dugnad es contribuir a una buena causa, hacerlo también aumenta la autoestima e incluso puede ayudar a desarrollar nuevas habilidades o conexiones útiles para el mercado de trabajo, resalta.
Integración
"Recuerdo la primera vez que me pidieron que contribuyera. No sabía lo que realmente era el dugnad, pero respondí que sí de inmediato. Estaba tan feliz de que me lo pidieran", dijo Yvonne Nshimirimana, una originaria de Burundi y madre de dos hijos que llegó a Noruega como refugiada hace 11 años.
Participar la ayudó a hacer nuevos amigos y a convertirse en una miembro activo de la comunidad del pueblo. Para el Día Nacional, ella tiene que hacer tres pasteles de chocolate.
Una escuela pequeña en una comunidad pequeña significa más responsabilidades y más dugnad para todos.
Tsegay Alem Gebretsadk, el padre migrante de Eritrea, dice que quiere cumplir con sus obligaciones sociales en su nuevo hogar.
"Por supuesto, quiero apoyar a mis hijos y hacer lo que se espera que haga. Nos ayudamos mutuamente en Eritrea también, pero generalmente más con la familia y los vecinos ", dice.
Otro de los padres, Gjoril Lerheim-Barsnes, dice que las redes sociales han ayudado a facilitar la organización de los dugnads: "Nadie puede decir que ya no recibieron los mensajes, o que su hijo perdió la hoja de papel sobre el dugnad", agrega.
El profesor Sivesind dice que la mayoría de la gente quiere participar.
Para los que no lo hacen, la vida en comunidades pequeñas en particular puede ser un poco incómoda: "Si no asistes, sabes que se encontrará con las mismas personas en las tiendas, en la escuela, en el trabajo u otras actividades", dice.
"Sabes que es mejor que te encuentres y hagas tu parte del trabajo para tus hijos o tu comunidad, de lo contrario te arriesgas a que te etiqueten como vago e indiferente".
Después de que las celebraciones del Día Nacional en el patio de recreo se terminaron, el grupo del dugnad entró en acción.
En una hora, todo volvió a la normalidad. Las decoraciones fueron retiradas, la basura recogida y las mesas y las sillas devueltas al interior.
Los padres están felices, todo fue bien, el clima fue bueno y las ventas de helados se dispararon. El dinero ayudará a pagar el viaje escolar el próximo año, para que todos los niños puedan ir.
"Todos los padres vinieron. Incluso ambos padres, aunque sólo se les pidiera enviar uno. Siempre queda una buena sensación después de un dugnad", sonríe Lerheim-Barsnes.