En el sur afgano, diariamente miles de personas casi indigentes intentan huir de la pobreza y la crisis humanitaria exiliándose en el vecino Pakistán. Pero el régimen talibán les niega el paso, instándolos a quedarse y ayudar a reconstruir su país.
Por ejemplo, Zakariullah, de 25 años, ya no quiere "ser más golpeado por los talibanes", por lo que decidió por ahora no volver a intentar cruzar la frontera. Vaga junto a otros en su misma situación por la larga y polvorienta avenida comercial que atraviesa Spin Boldak.
La primera aldea paquistaní, Chaman, se encuentra a apenas unos centenares de metros, del otro lado del paso fronterizo, el más importante en el sur de Afganistán.
Durante las últimas semanas, Zakariullah ha intentado pasar "cinco o seis veces". En todas, los guardias fronterizos talibanes se lo impidieron, de manera más o menos brutal. "Nos dijeron que solamente permitían pasar a gente de la región o que hace el viaje de ida y vuelta", como los comerciantes, indicó a la AFP, sentado sobre la acera de una calle de tierra.
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En las últimas semanas, los guardias de fronteras talibanes no han dejado pasar a los afganos que quieren huir hacia Pakistán sin un visado. "Cotidianamente, entre 8.000 y 9.000 personas intentan atravesar la frontera sin poseer documentos, por lo cual son rechazados", indicó uno de los oficiales talibanes destacado en la frontera, Mulá Haqyar.
Los talibanes también intentan consolidar su legitimidad y evitar la indeseada huida de la fuerza laboral vital del país. "Les dicen: 'Este es su país, no deben abandonarlo", señala Rahmadin Wardak, otro joven también de 25 años, quien vende frutas cerca del puesto fronterizo.