A contracorriente de la mayoría de los países, que confinan a la población en sus casas para luchar contra el nuevo coronavirus, Suecia optó por otra estrategia que excluye el cierre de escuelas, restaurantes y bares.
Esta estrategia distinta y solitaria, provoca un debate ya que algunos temen que Suecia no haga los suficiente para proteger a la población.
"No podemos permitirnos repetir en Suecia la desesperación humana de Wuhan y Bérgamo. Sería una apuesta violatoria del principio fundamental de la sociedad, el que establece que cada individuo tiene un valor propio", afirmó el domingo el director del diario de referencia sueco Dagens Nyheter, al pedir medidas más severas y la generalización de los test del nuevo coronavirus.
Horas más tarde, el primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Lofven, se dirigió a la población a través de la televisión para exhortar a los suecos a ser responsables y cumplir con las recomendaciones del gobierno, que insiste en el teletrabajo y el distanciamiento social.
El gobierno recomienda también a las personas "con riesgo" a permanecer en su domicilio.
Las reuniones de más de 500 personas están prohibidas (en Alemania el tope máximo son dos personas), los liceos y las universidades están cerrados, pero para el resto la vida continúa normalmente.
En la noche del sábado pasado, bares y restaurantes de la capital estaban llenos, y los transportes desbordaban de gente en las horas de mayor afluencia.
El martes, el gobierno exhortó a los bares y restaurantes a limitar los cubiertos para que no haya filas de espera en la calle y a garantizar una distancia de un metro entre los comensales.
En cambio, al igual que la mayoría de los países europeos, Suecia cerró las fronteras a los viajes que no son esenciales.
Por las dudas, el parlamento sueco aceleró la adopción de una ley que permite cerrar las escuelas primarias en caso de necesidad.
Las autoridades sanitarias en primera línea
Las autoridades sanitarias insisten que las personas que deben quedarse confinadas son los ancianos, no los niños, razón por la cual aún no decretó el cierre de las escuelas.
"Cuando la Agencia de Salud Pública solicite al gobierno que tome una decisión en ese sentid, lo haremos rápidamente", dijo a mediados de marzo la ministra sueca de Salud, Lena Hallengren, chasqueando los dedos.
Todos no tienen tanta confianza en las autoridades sanitarias suecas como el gobierno.
Varios expertos y personalidades públicas acusaron a la Agencia de Salud Pública de poner en peligro la vida de la gente.
Suecia justificó en parte su política evocando el ejemplo del Reino Unido, que seguía hasta hace unos días un estrategia similar.
Pero el lunes, el primer ministro Boris Johnson decretó el confinamiento por un período de tres semanas.
A pesar de las presiones y de cierta inquietud de la opinión pública, el gobierno y la Agencia de Salud Pública se mantienen firmes en su posición y rechazan las medidas drásticas que no consideran bastante eficaces para justificar su impacto en la sociedad.
El lunes, Johan Giesecke, un reputado epidemiólogo sueco que aconseja a la OMS (Organización Mundial de la Salud), exhorto a los suecos a pasear y a aprovechar el sol primaveral.
"Salga con un amigo y caminen separados por un metro. No abrace a su vecino. Salga con un termo y siéntese en un banco. Es tan nocivos para la salud como quedarse sentado en la casa", dijo Giesecke en declaraciones a la televisión.
Queda por verse si Suecia defenderá esa estrategia hasta el final. Por el momento, sus vecinos nórdicos, que aplican medidas mucho más drásticas, no han dicho nada.
Hasta el martes, Suecia, 10 millones de habitantes, contabilizaba 2.272 casos y 36 muertos de covid-19.
En Noruega y Dinamarca, que cuenta cada uno con unos cinco millones de habitantes, había respectivamente 2.556 y 1.703 casos. Finlandia, 5,5 millones de habitantes sumaba por su parte 792 enfermos de covid-19.