El Santo Padre recientemente había confesado en una entrevista que extraña el anonimato, ya que el ser conocido le ha impedido ir a las pizzerías como cualquier persona. Esa confesión pudo haber alentado al dueño y los trabajadores de una de las pizzerías más famosas de Nápoles para hacerle un particular regalo.
Aprovechando el paseo de Francisco por las calles de la ciudad en el Papamóvil, Enzo Cacciale -el dueño del local "Don Ernesto"- traspasó las barreras de seguridad y logró lo que él y sus empleados creyeron sería imposible: entregarle una pizza en sus propias manos al Papa Francisco.
Él gritó "¡Papa, Papa, pizza, pizza!" y el pontífice argentino la recibió amablemente mientras le sonreía.
Según el propio testimonio de Cacciale a NBC News, la hazaña se logró gracias a que los guardias de seguridad fueron atentos y se dieron cuenta de su buena intención.
La idea también tenía un precedente en la historia de la pizzería. En 1994 el padre de Cacciale hizo lo mismo con el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, durante una visita a la ciudad del sur de Italia.